El vuelo transatlántico siempre ha inspirado hazañas aeronáuticas. En 1927, Charles Lindbergh hizo historia al volar entre Nueva York y París en 33 horas y media. Y en 1976, el Concorde, que aun hoy ostenta el honor de ser el avión comercial más rápido de la historia, fue puesto al servicio en un vuelo entre París y Río de Janeiro.
Un inventor estadounidense llamado Chip Yates, conocido en el circuito de las motos y carros eléctricos, quiere entrar en este panteón a bordo de un avión eléctrico. y hacer el que él llama ‘El vuelo del siglo‘.
Yates solo obtuvo su licencia de piloto el año pasado y no tiene planes concretos sobre fecha del vuelo. Sin embargo, ya está trabajando en el avión en su taller de California, y tiene muy claro cuál es su objetivo: hacer una travesía de al menos 3.500 millas (5.633 km), a una velocidad mínima de 100 millas por hora (161 kph). “Volar eléctricamente, pero muy despacio, no le prueba nada a la humanidad“, le dijo a Wired.
El principal problema que tendrá que enfrentar es la autonomía del vuelo. El vuelo eléctrico que más distancia ha recorrido hasta ahora es menor a 1.000 millas (1.609 km), lo que implica que Yates tendrá que ir al menos tres veces más lejos. Espera lograrlo en un avión de 100 pies (30,5 m) de ala a ala, con un peso de 26.000 libras (11.793 kg) –casi la mitad de un jet comercial–, 80% del cual es ocupado por las baterías. Sin embargo, eso solo le daría una autonomía de 700 km, por lo que Yates planea construir unos pequeños ‘drones’ que recarguen las baterías de la aeronave en pleno vuelo.
El proyecto tiene el aval de algunos grandes nombres de la aeronáutica. “Lo aplaudo por su voluntad de arriesgarse, pero espero que siga vivo“, dijo Erik Lindbergh, nieto del piloto del ‘Espíritu de San Luis’. Además, la Armada de Estados Unidos decidió facilitarle algunos de sus laboratorios y zonas de entrenamiento. No es para menos: si logra su objetivo, lo que Yates aprenda e invente tiene el potencial de cambiar la industria de la aviación.
R.I.P.
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