De los disfraces al cosplay: Una fantasía que cobra vida

Cuando nos disfrazamos no dejamos de ser nosotros mismos. Esperamos a los 31 de octubre para hacerlo y homenajear aquellos personajes que nos causan curiosidad, que admiramos o que significan algo para nosotros. Nos divierte parecer otra persona por un día. Pero, cuando lo hacemos, hablamos y actuamos como siempre, y nos reímos del parecido –poco o mucho– con el personaje. Al final, todo queda como parte de la fiesta o del ritual de pedir dulces de Halloween.

Pero para los cosplayers, no basta con parecerse a un personaje. Aquí hay que ser el personaje, adquirir sus movimientos, sus expresiones y su lenguaje. Y sobre todo, jugar con la audiencia para ser reconocido.

Jugar con el disfraz

A diferencia de lo que muchos creen, el cosplay no es uno de esos inventos locos japoneses. Es una práctica que nació en Estados Unidos. En las convenciones de ciencia ficción, es tradición que algunos asistentes se disfracen de los personajes de los cómics, la televisión o de como ellos imaginaban que lucen los personajes de los libros.

Y durante la World-con en Los Angeles en 1984, un periodista japonés, Nobuyuki Takahashi, quedó admirado por el compromiso de los asistentes: en esa época, las convenciones eran reuniones a las que solo asistían contados aficionados, y cada disfraz requería de una considerable inversión solo con el objetivo de impresionar a unos pocos.

El reportero resumió ese juego de personajes en una sola palabra: Cosplay, abreviatura de ‘costume play’ (juego de disfraces). El término se hizo popular, lo que impulsó mucho esta práctica en el país del sol naciente.

El cosplay no es uno de esos inventos locos japoneses.

La popularidad de disfrazarse como estos personajes creció a la par en Oriente y Occidente. Los japoneses imitaban sus figuras de ciencia ficción, anime y manga. Los americanos y europeos lo hacían con sus personajes de cómics, televisión, libros y películas. Y su punto de reunión eran estas grandes convenciones, en las que competían por la mejor representación de su personaje.

Luego, gracias a internet, ambas ramas fueron juntándose más y más. Además, el cosplay salió de las convenciones con rumbo a los guardarropas: estilos como la ‘onda Lolita‘, ‘ganguro‘ y el ‘visual kei‘ comenzaron a verse en las calles de Tokio. Los occidentales hicieron lo propio. A medida que se sumergían en los mundos del anime y el manga, comenzaron a adaptar esa cultura, formando comunidades ‘otaku’ y adoptando espacios como los famosos ‘maid cafés’, locales donde se puede tomar o comer algo atendido por varias mujeres vestidas de mucamas.

El cosplay hizo que la cultura geek fuera más visible y atractiva para el público. La gente disfrazada hizo que los juegos, las películas, las series, la ciencia ficción y los cómics pasaran de ser hobbies de pocos a ser reconocidos por casi todos. En parte, esta práctica hizo que se jugaran más videojuegos, se vieran por millones películas como ‘The Avengers’ y ‘Star Wars’ o series como ‘Dr. Who’ y ‘The Walking Dead’ y muchas más personas se interesaran en conocer los cómics que originaron muchos de estos personajes.

El cosplay hizo que la cultura geek fuera más visible y atractiva para el público.

Esto le subió el nivel a la práctica del cosplay. Los cosplayers gastan mucha plata y tiempo en elaborar complejos disfraces y costosas puestas en escena, y no solo lo hacen por el placer de disfrazarse: también empiezan a convertirse en estrellas reconocidas y populares. Y más recientemente, algunos se han inclinado hacia la moda y el glamour, y comenzaron a representar sus personajes de manera estilizada y ‘sensual’.

Esto no ha parado: a medida que la conectividad global mejora, más referentes entran a este caldo de elementos culturales.

Al sur de la frontera

Esta cultura se demoró un poco más en llegar a Latinoamerica. En Colombia se conocía mucho del cómic europeo y estadounidense gracias a lo que llegaba a sitios como la Librería Francesa de Bogotá. Muchos conocimos el anime gracias a la llegada de series como ‘La abeja Maya’, ‘Jose Miel’ o ‘Los cuentos de los hermanos Grimm’. Luego vimos historias muy populares, como ‘Dragon Ball’ y ‘Súper Campeones’, y a eso se le sumó la llegada del canal Locomotion, donde tuvimos acceso a series como ‘Neon Genesis Evangelion’ y ‘Saber Marionette J’.

En Bogotá, algunos nos íbamos a Mandalay a buscar series y mercancía. Otros iban a Niza. Comenzábamos a conocer los fansubs, y nacían comunidades colombianas en foros de internet donde compartíamos el gusto por estas series y planeábamos reuniones para promover el crecimiento de esta cultura.

Para resumir este proceso, los creadores del SOFA tienen una frase que me parece bien acertada: “El avance de la tecnología, la globalización y los cambios sociales nos ha llevado a reinventar por completo la manera en que entendemos el tiempo libre”.

El tiempo libre es una herramienta que la cultura geek enseña a aprovechar. Nos motiva a aprender a dibujar, a leer más, a ver series y, recientemente, a disfrazarnos y actuar como los personajes que admiramos.

Esta nueva cultura del tiempo libre impulsó la llegada de más series, de mangas, de cómics, juegos de mesa y figuras coleccionables. Se impulsó el crecimiento de las tiendas de hobbies y nacieron ‘maid cafés’ en nuestras ciudades. Las pequeñas reuniones de aficionados se convirtieron en convenciones como el SOFA en Bogotá y el ComicCon de Medellin, que siguen siendo jóvenes y pueden mejorar mucho pero ya están ahí.

También hay eventos como Formula Cosplay, en el que se seleccionan los mejores cosplayers colombianos para competir a nivel mundial. Es cierto: hay olimpiadas del disfraz. Y Colombia quiere participar.

Así se arma el traje

El cosplay se compone de dos elementos: La actuación y la caracterización. La actuación consiste en conocer el personaje, aprender sus movimientos y sus modismos. La caracterización es el disfraz: el vestuario, los accesorios y la puesta en escena. Esta es más o menos compleja dependiendo de su propósito. Pero ya sea por hobby, por ganar reconocimiento del traje o por entrar en el mundo del modelaje, lo más importante es divertirse con el proceso.

Hablamos con Monika Lee, una famosa cosplayer estadounidense que nos dio su visión sobre este arte:

Monika se hizo cosplayer en las convenciones estadounidenses. Pero, ¿en qué estamos en Colombia? Por lo que se ve en eventos como el SOFA, muchos de los colombianos que quieren hacer cosplay tienden a basar sus disfraces en los accesorios que se consiguen en las tiendas de hobbies. El resultado de esto es un montón de personajes uniformados y repetidos, que incluso pasan desapercibidos en los pabellones.

Los trajes realmente buenos son muy pocos. Se encuentran en los concursos, y se hacen notar por la elaboración y la dedicación de sus autores. Aunque se acompañen de accesorios comprados en el extranjero, son llamativos por el ingenio a la hora de crear e incorporar elementos caseros. El resultado es muy similar al personaje que adoptan, y por eso atraen las miradas y ovaciones del público.

Los trajes realmente buenos son muy pocos.

Hay que aprovechar internet –que reinventó el tiempo libre y enriqueció la cultura geek– para mejorar la calidad con la que se realizan estas caracterizaciones. Los plásticos, las pelucas y los trajes que eran muy complicados de conseguir están a un clic de distancia. Importar cosas compradas en Estados Unidos es más fácil que nunca, gracias a los casilleros virtuales que ofrecen las empresas colombianas de mensajería. El tiempo libre permite experimentar con nuevos materiales y nuevas técnicas, y mejorar la habilidad y la calidad de los trajes. Como decía Monika, todo esta en YouTube.

Este año, SOFA espera acoger 60.000 asistentes. Por mi parte, espero poder encontrar una mejor actuación y mejores cosplays en comparación con lo visto en años pasados. Esta práctica es lo que hace que las convenciones sean eventos llamativos y maravillosos, y vale la pena que todos –organizadores, cosplayers y aficionados– hagan un mayor esfuerzo.

¿Cuáles son los mejores cosplays que han visto?