Microsoft ha tenido un par de años complicados. La movilidad la cogió medio mal parada y la nube y otros servicios similares empezaron a competirle en sus mercados más fuertes. Por eso, y otras mil razones, Steve Ballmer dejó de ser el presidente de Microsoft. El gigante de Redmond solo ha tenido dos presidentes en su historia: Bill Gates, el fundador, y Ballmer. Entre los dos crearon el imperio de la tecnología más grande ha tenido problemas para mantener esa posición.
Llegó Apple, Samsung y otras compañías que aprovecharon el peso del gigante para meterse por debajo y aprovechar los nuevos mercados. La famosa frase de Ballmer sobre el iPhone demostró perfectamente como la organización estaba tan arraigada en sus productos y servicios que no pensó que alguien le pudiera competir.
Pero el martillo que le cayó a Ballmer fue demasiado duro. Poco se le reconoció su forma de meter a Microsoft en el mundo corporativo y quitándole mucho mercado a compañías como Oracle. Hoy en día, muchos servidores usan la tecnología de Microsoft. Además, nos atrevemos a decir que Office es el software más usado en las oficinas del mundo y la transición a la nube ha dado buenos resultados con Office 365.
Sin embargo, el fracaso de Windows 8 y el poco éxito de Windows Phone 8 -por ahora- terminaron con la renuncia de Ballmer. Aunque todavía no se ha ido, la empresa ya está buscando su reemplazo. El nuevo heredero del trono será anunciado el próximo año. Pero el excéntrico CEO se fue con un puertazo histórico. Después de un par de meses de negociación, Microsoft logró quedarse con la división de productos y servicios de Nokia. Básicamente se quedaron con todo el negocio de celulares de la finlandesa y finalmente tienen las herramientas y el conocimiento para competir contra Apple y Samsung.
Ese último negocio de Ballmer muestra que su astucia empresarial todavía sigue intacta y se fue de Microsoft con la cabeza en alto. ¿Puede ser la persona más importante del año?