El 21 de marzo de 2006, a las 11:50 de la mañana (hora del Pacífico de los Estados Unidos) fue publicado el primer tuit de la historia. Ustedes ya lo habrán visto.
just setting up my twttr
— Jack (@jack) 21 de marzo de 2006
Twttr, como se llamaba entonces el producto, era un proyecto dentro de una ‘startup’ de San Francisco llamada Odeo, que hacía algo así como una plataforma de podcasts. Entre Evan Williams, Biz Stone, Jack Dorsey y Noah Glass –el cofundador ‘perdido’ de Twitter– se inventaron un pequeño producto que permitía enviar mensajes de hasta 140 caracteres por medio de mensajes de texto.
Tras independizarse de Odeo, un par de meses después, la compañía nació oficialmente. Al comienzo, el crecimiento fue rápido y doloroso. La infraestructura no soportó el crecimiento de la demanda y pasó mucho tiempo antes de que el servicio fuera estable y funcionara todo el tiempo.
En el camino, se convirtió en el altavoz oficial de medio mundo. Sirvió como catalizador de revoluciones, portavoz de presidentes y líderes mundiales y arteria principal de las comunicaciones en internet. En ese recorrido, cuando celebramos –o estamos a unos meses de celebrar, según como se le mire– los 10 años de Twitter, los retos ya son otros.
Balancear su crecimiento con su identidad
El principal dilema de Twitter es que tiene que conseguir más usuarios para satisfacer a Wall Street, pero no debería hacerlo a costa de los usuarios actuales. Twitter es lo que sus usuarios han hecho de él; algunas de sus funcionalidades más básicas han sido creadas por la gente y, solo después, ‘naturalizadas’ por la herramienta.
El problema es que, al ser una comunidad más bien cerrada, es poco hospitalaria con los recién llegados. Twitter está trabajando en eso, pero cada paso que da en esa dirección es recibido con resistencia por sus usuarios actuales. Lograr el equilibrio entre esas dos fuerzas debe estar bien arriba en la agenda del presidente Jack Dorsey.
Crear una mejor comunidad sin perder la libertad de expresión
La libertad de expresión es un valor fundacional de Twitter. Al contrario de otras plataformas, Twitter no censura el contenido adulto, ni juzga ‘a priori’ que tales o cuales contenidos deben ser excluidos.
Sin embargo, eso la ha convertido también en un lugar donde los ‘trolls’ y los acosadores online proliferan. La guionista y actriz Lena Dunham, por ejemplo, cerró su Twitter y la llamó “una comunidad tóxica” en una entrevista –luego la reabrió, y hoy está en funcionamiento–. A menudo, al servicio se le acusa de no estar haciendo lo suficiente contra ese problema.
Y aunque la compañía está trabajando en el tema y ha lanzado herramientas astutas que logran combatir el acoso, aún le queda mucho por hacer. Hace poco, era el altavoz oficial del Estado Islámico, aunque ha cerrado miles de cuentas relacionadas con el grupo islamista. El volumen de publicaciones que podrían infringir las reglas de uso hace imposible la labor de sacarlas de circulación a todas.
Twitter no debería un ‘salvaje oeste’ donde cualquiera puede trollear y acosar impunemente, pero tampoco debería convertirse en otro Facebook, donde la labor de censura llega a límites exagerados y, digamos, ‘preventivos’, donde se censura cualquier exceso de piel sin juzgar si se trata o no de pornografía.
Ser el próximo Twitter
Con todos sus líos, los 10 años de Twitter la han llevado a ser en una herramienta imprescindible en estos 10 años. Supo hacer la transición al mundo móvil –de hecho, nació en un teléfono celular– y se adaptó magistralmente a las tecnologías que los consumidores han popularizado en esta década.
La siguiente década parece que veremos más cambios en las tendencias de consumo. La realidad virtual, los hogares conectados y la inteligencia artificial ya están aterrizando en las casas y los bolsillos de los consumidores. ¿Qué va a hacer Twitter para mantenerse relevante en esos nuevos espacios? Quizás la respuesta definirá si logramos o no celebrar el vigésimo aniversario del querido pájaro azul.
Imagen: Michperu (vía Flickr).
Un detalle: En “Twitter no debería un ‘salvaje oeste’…” falta el verbo ser…
Un detalle: En “Twitter no debería un ‘salvaje oeste’…” falta el verbo ser…