¿Quiénes de ustedes saben programar? ¿Quiénes sabrían reparar su computador si deja de funcionar? ¿Quiénes podrían configurar su propio buzón de correo, en lugar de abrir uno en Google, Microsoft o cualquier otro proveedor ‘gratuito’? ¿Saben por qué hay tantas cosas ‘gratis’ en internet? Tranquilos: yo tampoco.
Hoy, casi todos somos consumidores puros de tecnología. La mayoría de la gente no tiene ni idea de lo que está detrás de esas hermosas y útiles interfaces que usa todos los días. Muchas personas dicen que lo que hace el computador es ‘magia’. No porque crean que es sobrenatural, sino que su funcionamiento les es tan misterioso como el origen del conejo que sale del sombrero.
Las herramientas digitales son una zanahoria muy dulce. Son prácticas, nos solucionan la vida y son divertidas de utilizar. Aquí, en los medios, solemos hacerles el coro y acogerlas con los brazos abiertos. Cuando entran en conflicto con otras esferas de la vida, normalmente asumimos que los activistas de la tecnología tienen la razón; así como hace algunos años se asumía que los promotores del cemento siempre estaban en lo correcto.
Si Uber hace que los taxistas se quiebren, ¿qué va a pasar con sus familias? ¿Los niños educados principalmente con tecnología tienen deficiencias en su formación? ¿Queremos que el gobierno tenga todos nuestros datos personales? En un incidente de carretera potencialmente letal, ¿qué debería hacer un carro autónomo? Esas preguntas deberían dejar claro que las herramientas tecnológicas no son inocentes, y que nos plantean dilemas que van más allá de lo útiles o interesantes que puedan llegar a ser las innovaciones.
El analfabetismo digital ya no es algo que la gente se pueda permitir
Claro: para pensar en serio sobre esas preguntas se requiere tener cierta formación. Hay que saber, por lo menos, algo básico de algoritmos, de infraestructura, de criptografía y de modelos de negocio. En cambio, para chatear por WhatsApp o Google Hangouts basta con tener amigos y saber usar el teclado de un celular.
Pero ese analfabetismo digital ya no es algo que la gente se pueda permitir. Hoy, no saber cómo funciona la tecnología es ignorar cómo funciona el mundo. Muchas de las decisiones civiles más importantes son influenciadas por alguna herramienta digital: desde la financiación de la cultura y el arte hasta el futuro de la educación y la salud pública, el transporte, la seguridad y el medio ambiente.
Afortunadamente, algunos rebeldes no se han dejado seducir por la zanahoria. Los activistas del software libre, los defensores de los derechos digitales, los hackers y los ‘makers’ están ahí para recordarnos que la tecnología no siempre es una herramienta inocente. De acuerdo: a veces son unos aguafiestas. Pero si los escucháramos más a menudo, si tratáramos de entender sus argumentos y sus motivaciones, quizás comprenderíamos el juego completo en el que entramos cada vez que usamos Facebook y Google (y el rol que tenemos en él).
Quizás no es necesario tomar medidas radicales, como pasarse del todo al software libre o dejar de usar Facebook. Pero la mejor manera de aprender cómo funcionan las cosas es aprender cómo se hacen. En las ciudades colombianas hay varios ‘hackerspaces’ en los que se puede aprender, e internet está lleno de tutoriales de programación. Los invito a que les echen un vistazo: hoy, para ser buen ciudadano, hay que ser un poco geek.
Imagen: Pedro Vezini (vía Flickr)
Tiro al aire es mi columna mensual en la revista ENTER.CO.
una experiencia, que justo estaba recordando esta mañana: cuando estaba estudiando una materia electiva, relacionada con negocios internacionales, tuve qué averiguar sobre el comercio con áfrica. en áfrica hay entidades que se encargan de manejar la información de empresas, así como una cámara de comercio, y aunque era estudiante, yo dejé mis datos pensando que así en ese momento no tuviera negocios con áfrica, más adelante podría aprovechar alguna oportunidad. al poco tiempo me llegó un correo proponiendo un negocio para que comprara edificios acá para unas personas de africa. sonó como muy buen negocio, teniendo enc uenta que yo me quedaba con una comisión del 20%. le pregunté a un profesor y al monitor de la clase si queríana yudarme, y el profesor me orientó en algunas cosas, y el monitor también me dio algunas indicaciones, pero ninguno se quiso involucrar. en ese momento yo les escribí un correo (a los de áfrica) solicitando información acerca del tipo de edificios y demás, pero no respondieron. lo ví como una oportunidad que se escapó, en la cual habría ganado millones. al poco tiempo fue que se puso demoda lo del nigerian scam.. y después caí en cuenta que había actuado como una güeva y que me había dejado llevar, y que por suerte nadie se quiso involucrar en el asunto, y que por suerte yo tampoco caí, aunque no a propósito
el caso es que aunque a los niños les dicen no recibe dulces de extraños en la calle, y que ningúne xtraño tendría razón para andar regalando dulces porque sí, de pronto el niño se deja caer en tentación pensando en que sí puede haber alguien que regale dulces, y que el sabor del dulce vale más que el riesgo. también recuerdo el comentario de alguna secretaria cuando estuvo de moda el virus ‘i love you’. el comentario fue algo como que ya había escuchado acerca del virus.. pero no pudo evitar la tentación de un mensaje diciendo que alguien la amaba. desde afuera suena ridículo, pero pasa. así como a los niños les enseñan a no recibir dulces de extraños y por qué no tiene sentido que alguien esté regalando dulces y lo que puede pasar, también debería haber una educación básica acerca de higiene digital. de acuerdo en eso