Una breve historia de Stephen Hawking

Stephen Hawking
El físico inglés Stephen Hawking, que murió en la madrugada de hoy a los 76 años en su casa de Cambridge (Inglaterra), es un buen ejemplo de cómo algunas de las limitaciones que nos agobian son simplemente estados mentales. / Foto: Lwp Kommunikáció (vía Filckr, licencia CC)

Stephen Hawking
El físico inglés Stephen Hawking, que murió en la madrugada de hoy a los 76 años en su casa de Cambridge (Inglaterra), es un buen ejemplo de cómo algunas de las limitaciones que nos agobian son simplemente estados mentales. / Foto: Lwp Kommunikáció (vía Filckr, licencia CC)

Recorrer todos los continentes (incluyendo la gélida Antártida), aparecer en series como The Big Bang Theory y Los Simpson, casarse y divorciarse dos veces, tener tres hijos, ser el protagonista de una película nominada a cinco premios Oscar, dictar durante 30 años la cátedra Lucasian de matemáticas en la Universidad de Cambridge (un honor reservado a genios como Isaac Newton), volar a los 60 años en globo y a los 65 años en una nave que permite experimentar la ausencia de gravedad, vender millones de copias de sus libros y tratar de desentrañar algunos de los misterios más oscuros de la física teórica no es un mal balance de vida para un hombre cuya mente quedó atrapada desde joven en un cuerpo inservible, debido a una cruel enfermedad degenerativa que redujo su movilidad a un dedo y unos pocos músculos faciales.

El físico inglés Stephen Hawking, que murió en la madrugada de hoy a los 76 años en su casa de Cambridge (Inglaterra), es un buen ejemplo de cómo algunas de las limitaciones que nos agobian son simplemente estados mentales. Hawking no podía hablar sin ayuda de un sintetizador de voz, pero dio conferencias por todo el planeta; tenía que comunicarse seleccionando las palabras –letra por letra– mediante movimientos con los músculos de su mejilla, pero publicó siete libros y cientos de documentos científicos; estaba recluido en una silla de ruedas, pero viajó a bordo de ella por los rincones más lejanos del cosmos usando solo su poderosa mente, una que le valió ser considerado el hombre más brillante desde Albert Einstein.

Del talante de este hombre habla el hecho de que no se haya dejado derrotar cuando a los 21 años le diagnosticaron una enfermedad degenerativa llamada esclerosis lateral amiotrófica (ALS). En ese momento le dijeron que le quedaban solo dos años de vida. Se equivocaron: su enfermedad se estabilizó lo suficiente como para no matarlo joven, pero destruyó su cuerpo lo suficiente como para dejarlo vivir solo a través de su mente.

Pero él le vio el lado positivo a su dura situación: en uno de sus libros dice que no habría obtenido sus logros si no fuera por el cuerpo que le tocó recibir. Se refería a que, debido a su mal, Hawking no tuvo otra opción que dedicarse a pensar (él dijo que hacía algunas cosas riesgosas, teniendo en cuenta su frágil estado de salud, porque quería demostrar que las discapacidades físicas no son importantes siempre y cuando uno no tenga discapacitado el espíritu). Con esta enfermedad ya en una etapa avanzada, Hawking, que se había graduado de física y química en la universidad de Oxford, logró completar un doctorado en matemáticas y física teórica en la universidad de Cambridge, y tuvo una carrera que le permitió ser reconocido como uno de los más importantes físicos de la era moderna.

 

Su tarea quedó inconclusa

Hawking descansa hoy en la nada, porque para él no existía nada después de la muerte. O quizás habita ahora en algún rincón secreto de ese espacio-tiempo que tanto estudió. En una entrevista con el diario inglés The Guardian, Hawking dijo en una ocasión que el concepto del cielo le parecía un mito, que no creía que hubiera cielo o vida en el más allá y que esa noción era un cuento de hadas de gente que le tenía miedo a la oscuridad.

Pero no negó la existencia de Dios, a pesar de que él creía lo mismo que la mayoría de los científicos, y que muchos de nosotros hoy en día: que el universo está gobernado exclusivamente por las leyes de la ciencia. En el 2010, en una entrevista con ABC News, Hawking dijo: “Hay una diferencia fundamental entre la religión, que está basada en la autoridad, y la ciencia, que está basada en la observación y la razón. La ciencia triunfará porque funciona”. Y en otra ocasión agregó: “Las leyes (de la ciencia) pueden haber sido decretadas por Dios, pero Dios no interviene para romper esas leyes”.

Hawking descansa hoy en la nada, porque para él no existía nada después de la muerte. O quizás habita ahora en algún rincón secreto de ese espacio-tiempo que tanto estudió.

Y su vida fue precisamente una búsqueda incansable por tratar de desentrañar esas leyes que gobiernan el universo. Pero, al igual que en el caso de Einstein, esa búsqueda quedó inconclusa. Hawking hizo aportes importantes en temas como las propiedades de los agujeros negros, las teorías de la creación del universo a partir de una gran explosión (el Big Bang) y la gravedad. Sin embargo, su máxima meta era tratar de conciliar las leyes que gobiernan el universo a gran escala (la teoría de la relatividad) con las leyes que gobiernan el mundo subatómico (la mecánica cuántica).

Esto es crucial porque una de las grandes paradojas para la ciencia moderna es que esas leyes no concuerdan. Como el mismo Hawking explicó en uno de sus libros: “Los científicos actuales describen el universo a través de dos teorías parciales fundamentales: la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica. La primera describe la fuerza de gravedad y la estructura del universo a gran escala. La mecánica cuántica, por el contrario, se ocupa de los fenómenos a escalas extremadamente pequeñas. Infortunadamente, se sabe que esas teorías son inconsistentes entre sí: ambas no pueden ser correctas a la vez. Uno de los mayores esfuerzos de la física actual es la búsqueda de una nueva teoría que incorpore las dos anteriores: una teoría cuántica de la gravedad”.

Sin embargo, Hawking, tal como Einstein, nunca logró crear una teoría unificada, o una ‘teoría del todo’ (de ahí el nombre de la película que se hizo sobre su vida). Al final, sin embargo, Hawking pensaba que probablemente no existe una teoría que lo pueda explicar todo en el universo, sino que debemos optar por una red de teorías que se complementan, cada una de las cuales es válida en situaciones diferentes.

 

Una mente brillante

Hawking nació en Oxford (Inglaterra) el 8 de enero de 1942. A él le gustaba recalcar que eso era exactamente 300 años después del día en que murió Galileo, uno de los grandes astrónomos de la historia. Hawking nació en esa ciudad porque sus padres se habían mudado allí desde Londres para protegerse de los inclementes bombardeos con los que Hitler castigó el temple de los ingleses –despedazando su ciudad más importante– durante la Segunda Guerra Mundial.

Hawking se crio en una familia con angustias económicas, pero llena de conocimiento. Su padre había estudiado medicina en la prestigiosa universidad de Oxford y su madre filosofía y política en el mismo lugar. En su libro ‘Stephen Hawking: His Life and Work’, la escritora Kitty Ferguson dice que la familia de Hawking era considerada muy inteligente entre sus conocidos, pero excéntrica. Era común, dice ella, que cuando los padres se sentaban a comer con sus hijos ninguno hablara porque cada uno de ellos estaba concentrado en el libro que estaba leyendo.

A Hawking no le iba bien en el colegio, pero en la universidad ya se lo consideraba una persona particularmente inteligente, aunque problemática. Mientras estudiaba en Oxford, conoció a su primera esposa, Jane Wilde, quien sería clave para ayudarle a seguir adelante a pesar de sus enormes limitaciones físicas, y con quien se casó en 1965.

Durante sus estudios de doctorado en Cambridge, él comenzó a trabajar en algunos temas que estaban muy de moda entre la comunidad científica en los años 60, como las teorías sobre la creación del universo, en particular la del Big Bang, y fenómenos como los agujeros negros.

 

‘Una breve historia del tiempo’ y la fama

Esos dos temas, el Big Bang y los agujeros negros, le dan precisamente título a la obra que hizo famoso a Hawking en todo el planeta. Aunque él ya era reconocido en la comunidad científica por sus trabajos desde los años 70, se volvió una celebridad mundial tras la publicación de su obra más importante en 1988: ‘Una breve historia del tiempo: del Big Bang a los agujeros negros’. Este libro, que estuvo meses en la lista de best-sellers de varios diarios, tiene un mérito grande: busca explicar, en un lenguaje medianamente sencillo, algunos de los temas más complejos en los que trabajan los físicos teóricos y los astrónomos.

En ese libro, Stephen Hawking sintetiza sus 20 años de investigaciones sobre diversos temas, pero la magia de la obra está en que él hace un recorrido por las teorías que han desarrollado los científicos durante siglos de historia para comprender el universo, y además trata de responder varias de las preguntas que al propio Hawking lo llevaron a dedicarse a la física teórica y la cosmología: ¿de dónde viene el universo?, ¿cómo comenzó y por qué?, ¿tendrá un final?, ¿cómo se producirá este final? Hawking explica en este libro temas como la teoría de la relatividad, los agujeros negros, la teoría de cuerdas, el espacio-tiempo, el principio de incertidumbre y la mecánica cuántica.

Aunque él ya era reconocido en la comunidad científica, se volvió una celebridad mundial tras la publicación de su obra más importante en 1988: ‘Una breve historia del tiempo’.

Hawking dice en esa obra que la ciencia moderna se ha hecho tan técnica que solo un puñado de especialistas domina las matemáticas utilizadas para su descripción. Pero en su opinión las ideas básicas sobre el origen y el destino del universo se pueden explicar sin matemáticas, de tal manera que las entiendan los no científicos. Eso hizo con su libro, y además trató de cumplirle una promesa a su editor, que le había dicho que cada ecuación que incluyera en el libro reduciría sus ventas a la mitad.

Al final, dice Hawking, solo incluyó una ecuación imprescindible: E = mc2 (energía es igual a la masa multiplicada por la velocidad de la luz al cuadrado, la famosa ecuación de Einstein en su teoría de la relatividad). Su editor tenía razón: el libro fue un hit, se vendieron 10 millones de copias y Hawking se convirtió en una celebridad mundial.

 

Nunca recibió un premio Nobel

Hawking hizo aportes importantes con sus teorías, pero nunca recibió un premio Nobel de física, como sí sucedió con Einstein tras la publicación de la teoría de la relatividad. Cuando se le preguntó por qué, Hawking dijo que el Nobel “se entrega solo por trabajo teórico que ha sido confirmado por la observación. Es muy difícil observar las cosas en las que yo he trabajado”.

Algunos expertos consideran que el mayor aporte de Hawking está en haber logrado integrar en sus trabajos ideas y teorías de varios campos de la física teórica –como la gravedad, la cosmología, la teoría cuántica y la termodinámica– para explicar el universo.

Por ejemplo, Hawking descubrió que los agujeros negros, esas enormes masas del cosmos cuya densidad y gravedad es tan fuerte que ni siquiera la luz puede escapar, en realidad sí dejar salir algo: pequeñas partículas y radiaciones, hoy llamadas radiaciones Hawking. Eso, opinan los científicos, puede ser clave para lograr desarrollar en el futuro una teoría unificada que pueda explicar y conectar las leyes del universo a gran escala con las de la mecánica cuántica.

Hawking también concluyó que el Big Bang era algo así como el colapso de un agujero negro, pero en reversa. Esa idea, que él desarrolló con otro importante físico inglés, Roger Penrose, y que fue publicada en 1970, mostró que la teoría de la relatividad general de Einstein implica que el universo debe haber comenzado como una singularidad como el Big Bang. En otras palabras, este trabajo dio enormes luces sobre el origen del universo, y lo concilió con las teorías de Einstein, que son las que rigen nuestro entendimiento actual de cómo funciona el universo.

El Big Bang es un evento, ocurrido hace 14 mil millones de años, con el que nació el universo. En ese momento el universo era infinitamente pequeño e infinitamente denso. Hoy en día se piensa que el universo, e incluso el tiempo, tuvieron su origen en esa gran explosión, que inició el proceso de expansión del universo tal como lo conocemos hoy. Curiosamente, el mismo Hawking trató después de demostrar que su trabajo de 1970 no era correcto, y que el universo no tuvo un principio, ni ningún momento de creación.

Pero quizás el mayor mérito de este hombre estuvo en el importante papel que jugó para llevar la física teórica y la astronomía a un público mucho más amplio, y esto en parte se debe a la atención que Hawking recibió en los medios debido a las limitaciones causadas por su enfermedad.

Stephen Hawking

Hawking se convirtió desde finales de los años 80 es una celebridad, que hacía apariciones constantes en programas de divulgación científica (en canales como Discovery Channel), pero también en series de televisión como ‘The Big Bang Theory’ y ‘Star Trek: The Next Generation’. Además, había sido representado en comedias animadas como Los Simpson y South Park. Y se volvió todavía más famoso en el año 2014, luego de la película ‘La teoría del todo’, sobre su vida, con la que ganó el premio Óscar el actor Eddie Redmayne, quien representó el papel de Hawking.

Mucha gente no lo sabe, pero un fenómeno similar se vivió hace 100 años con Einstein, quien era una figura bastante mediática, y con quien precisamente se suele comparar a Hawking. En varias ocasiones, el físico inglés dijo que la comparación con Einstein era simplemente un invento de los medios: algo que los medios inflaban simplemente por la necesidad de la sociedad actual de crear héroes.

A Hawking le gustaba mencionar que había nacido el mismo día en que murió Galileo (un 8 de enero), pero exactamente 300 años después. Curiosamente, Hawking murió el mismo día en que nació Einstein (el 14 de marzo), 139 años después. Su familia no reveló la causa de su muerte; simplemente dijo que había “muerto en paz”.

Ilustración: Jeremy Brooks (vía Flickr, licencia CC)

Javier Méndez

Javier Méndez

A mediados de los años 80 tuve un paso fugaz por la facultad de ingeniería de sistemas de la Universidad de los Andes, pero me tomó pocos meses descubrir que escribir código era mucho menos apasionante que escribir artículos. Desde entonces pienso que la tecnología es más divertida cuando se la disfruta desde afuera que cuando se la sufre desde adentro. Y aunque mis primeros pasos en el periodismo los di en la sección deportiva de El Tiempo, era cuestión de tiempo para que aterrizara en el mundo de la tecnología. Llevo 30 años escribiendo sobre tecnología, primero en El Tiempo y ahora en ENTER.CO. Puede seguirme en X en @javiermendezz

View all posts

Archivos