Siempre me he preguntado cómo es que Chespirito logró que sus chistes repetitivos, sobre todo en ‘El Chavo del ocho’, nos saquen una risa siempre que los vemos, sin importar si ya nos sabemos los diálogos y las bromas de memoria. La respuesta la puede tener la ciencia y estar en las risas pregrabadas.
Un estudio hecho por la University College London, en el Reino Unido, señala que las risas pregrabadas ayudan a mejorar las percepciones de los chistes, especialmente cuando son malos (no con esto estoy diciendo que las bromas de Chespirito sean malas, no me vayan a crucificar).
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Para ello, el grupo de científicos, cuyo trabajo fue publicado en Current Biology, realizaró un experimento en el que un comediante profesional leía chistes de papá (sí, chistes malos, aunque los de mi papá eran muy buenos) a dos grupos diferentes de público, con personas adultas neurotípicas (que no tienen autismo ni tienen cerebros similares a los de los autistas) y con autismo. Esto debido a que las personas con autismo por lo general procesan el humor de una manera diferente y no parecen dejarse manipular tan fácilmente por ver o escuchar a otra persona reír.
Uno de los grupos que fueron objeto del estudio escuchaba las bromas sin risas pregrabadas y los otros, obviamente, escuchaba las risas grabadas previamente, con risas espontáneas y otras planeadas o actuadas. Cada uno de los asistentes debían calificar, en una escala de 1 a 7, lo cómico que les resultaba cada chiste que contaba el comediante.
La risa es contagiosa
Los resultados indican que, en general, los participantes encontraron más graciosos los chistes con risas pregrabadas. Sin embargo, las risas espontáneas ayudaban a que las bromas resultaran más graciosas que con las planeadas. Además, no hubo diferencia de la percepción de las bromas entre las personas neurotípicas y las autistas, a todas las resultaron más graciosas las bromas con risas pregrabadas, a pesar de que los neurotípicos son más conscientes de que los chistes de papá son considerados infantiles y poco ingeniosos.
Sin embargo, los investigadores todavía no tienen una razón por la cual esto ocurre, aunque especulan que se puede deber a algunas conductas humanas de contagio, como el bostezo. Ya hemos escuchado en el pasado que la risa es contagiosa. Como sea, el truco le sigue funcionando a Chespirito, sin importar cuántos años hayan pasado y cuántas veces hayamos visto los mismos chistes “sin querer, queriendo”.
Imágenes: Imdb y AntonioGuillem (vía: iStock).