La revolución tecnológica que impuso la pandemia abre al mundo los negocios y el talento singular de una región acostumbrada a encontrarle la vuelta a las crisis. No es momento de bajar la guardia y aprovechar el e-commerce.
“Pinta tu aldea y pintarás el mundo”, escribió León Tolstói en el siglo XIX. El escritor ruso hacía referencia a que el arte trasciende su contexto inmediato, que hacer lo que uno ama va más allá de cualquier frontera. Aunque son temas distintos, la idea es completamente aplicable a la economía post-COVID-19, que reforzó la identidad de los comercios locales que se digitalizaron a tiempo (la aldea) y nos puso a todos a operar en la misma plataforma de la tecnología (el mundo).
El COVID-19 aceleró el boom del comercio electrónico En Latinoamérica, se estima que las ventas online van a aumentar 19,4 % en 2020, lo que equivale a más de $83 miles de millones de dólares. Así mismo, se calcula que más de 10 millones de personas comprarán un servicio o producto online por primera vez en el 2020, lo que convertiría en compradores digitales a más de 191 millones de personas de más de 14 años (el 38,4 % de la población de la región). Sin embargo, con una penetración móvil de 68 % en América Latina, 70 % del mismo en dispositivos conectados al Internet, tenemos en la región una oportunidad de oro que se convertirá, fácilmente, en una de las bases de la recuperación económica.
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La adaptación digital, durante la pandemia en efecto, dejó de ser un bonus, un extra en los negocios, para convertirse en una necesidad creadora de oportunidades para las micro, pequeñas y medianas empresas de Latinoamérica. Acá, las fintech, han tenido un rol clave en la inclusión financiera de los consumidores, creando puentes entre la demanda y la oferta. Sin embargo, no es momento de bajar la guardia.
Los neobancos Nubank y Ualá son claro reflejo de las cosas que estamos haciendo bien. Con más de 25 millones de usuarios actualmente, Nubank abrió su tercera filial en Colombia, acelerando la competitividad del sector y obligando a todos los actores involucrados a adaptarse a nuevas estrategias para atraer consumidores hacia la economía digital.
Sin embargo, Latinoamérica es y seguirá siendo una región de contrastes. La aceleración tecnológica de este año deja como saldo una población mucho más conectada, principalmente a través de la telefonía móvil como lo indica un informe de Ericsson que estima, para el 2021, 1.2 dispositivos por usuario en la región. Esta es la línea base donde debemos seguir concentrándonos; las ventajas comparativas que tenemos en la región y los mecanismos aterrizados a nuestro contexto. El e-commerce debe responder a nuestras realidades, manteniendo un ritmo constante pero realista.
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Acá, la conectividad facilita la prosperidad a gran escala, incluyendo el impacto de nuevas formas de realizar ventas de comercio. La capacidad de autogerenciamiento que permite la tecnología explica el boom del social commerce, que ya no se limita a usar las redes para llevar tráfico a los canales de venta de un website o aplicación, sino que las vuelve canales de venta en sí mismos, lo que acorta los tiempos de compra. Aunque el e-commerce trae valor agregado para microemprendimientos, también brinda oportunidades para pequeñas y medianas empresas, que son una fuente muy valiosa de trabajo, innovación y prosperidad para las sociedades de los países en desarrollo.
A pesar de que nadie se atrevería a decir que el impacto de COVID-19 fue benéfico para la sociedad, tampoco podría negarse la oportunidad que trae esta crisis para Latinoamérica. La pandemia nos espabiló y nos impulsó a descubrir nuevos modelos de negocio, empezando por el e-commerce. Para sociedades acostumbradas a lidiar con reveses, esto tiene todo el potencial de un campo fértil. Siempre y cuando puedan contar con las herramientas que necesitan para sembrar las semillas de su recuperación. Por primera vez en muchos años, Latinoamérica se abre al mercado mundial sin barreras arancelarias ni acuerdos comerciales previos.
Imagen: mohamed_hassan (Vía Pixabay).