Netflix estrenó la segunda temporada de Bridgerton el pasado 25 de marzo y en una semana se convirtió en la serie número uno en 92 de 93 países en los que está disponible el servicio. La serie producida por Shonda Rhimes logró alcanzar las 193.020.000 horas de reproducción en sus primeros tres días, batiendo el récord que ya había roto la primera temporada al convertirse en la producción más vista de la plataforma en su primer fin de semana de estreno. ¿Qué hace tan atractiva a la historia ambientada en una versión alternativa del año 1813?
Para apreciar Bridgerton hay que partir de la idea de que la serie no tiene intención alguna de servir como un documento histórico que describa de forma realista a la Inglaterra de la época. Al menos no desde un punto de vista estético. Si estuviera hecha para eso, un personaje como el de la reina Charlotte (interpretado por Golda Rosheuvel) —que sí existió en la vida real y que sí fue esposa del rey Jorge III —hubiera sido blanca y no morena; y las piezas musicales populares habrían sido de la autoría de Franz Schubert y no versiones orquestadas de los grandes éxitos de de Madonna, Alanis Morissette, Miley Cyrus o Harry Styles.
Es necesario hacer las paces con esa idea porque Bridgerton es una ficción que no fue escrita por Jane Austen, sino por Julia Quinn: una neoyorquina que lejos de haber vivido en un mundo post revolución francesa, nació en 1972. Esto convierte a la serie y su nueva temporada en una adaptación que se vale de la arquitectura, la corrección política y la moda del siglo XIX para armar un escenario tan pulcro, colorido, armónico (e irreal), que a su vez logra soportar satírica y simbólicamente una historia romántica hecha en tiempos de feminismo, inclusión y diversidad.
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La producción explota esos elementos superficiales y los mezcla con algunos comportamientos propios del amor cortés de la era de Austen para analizar la idea atemporal sobre la búsqueda de una pareja perfecta, como en apariencia lo es la alta sociedad en Bridgerton.
Por último (y si no has visto aún la segunda parte de Bridgerton, pero disfrutaste de la primera temporada) debes saber que los episodios de esta nueva entrega le dan un nuevo giro a la trama, al dejar de lado el tema del disfrute sexual y su función dentro de una relación.
Esta vez, la serie reemplaza casi por completo las escenas eróticamente “explícitas” y las cambia por un cortejo disimulado, en donde la tensión sexual de sus protagonistas se nutre de forma impecable con los gestos, roces, susurros, y miradas que unen esporádica, pero intensamente a Jonathan Bailey (Anthony Bridgerton) con Simone Ashley (Kate Sharma), quienes exploran y cuestionan, en ocho capítulos, algunas posturas sobre los roles sociales, los deberes familiares y la finalidad de un matrimonio.
Calificación 4.2/5
Imágenes: Netflix