Exdiputado francés Raphaël Glucksmann desató una controversia al exigir que Estados Unidos devuelva la Estatua de la Libertad a Francia. En un discurso encendido, acusó a la nación norteamericana de haber traicionado los valores que el monumento simboliza.
“Esta tierra está dejando de ser lo que era”, declaró, sugiriendo que la estatua, un regalo francés de 1884, ya no pertenece moralmente a un país que, según él, “ha elegido el lado de los tiranos”. La respuesta de la Casa Blanca no se hizo esperar.
¿Qué respondió EE.UU.?
La declaración no tardó en generar reacciones. La Casa Blanca, a través de su portavoz Karoline Leavitt, descartó tajantemente la posibilidad de devolver el icónico monumento. Y lo hizo con un tono desafiante: “Es gracias a nosotros que los franceses siguen hablando su idioma y no alemán”, afirmó, en referencia al papel de EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial.
Este episodio refleja la creciente fractura diplomática entre Europa y Estados Unidos, especialmente desde el regreso de Donald Trump a la presidencia. La reducción del apoyo a Ucrania ha despertado críticas en el viejo continente, donde algunos ven una traición a los principios democráticos que Washington alguna vez enarboló.
Glucksmann no es un político menor dentro del Parlamento Europeo. Su postura, aunque simbólica, encuentra eco en un sector de la política francesa que ve con preocupación la dirección que ha tomado EE.UU. La referencia a la estatua no es casualidad: más allá de su carácter decorativo, representa un ideal de acogida y derechos humanos que muchos consideran en peligro.
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Desde la Casa Blanca, la respuesta fue contundente, pero también reveladora. No solo desestimaron la propuesta, sino que adoptaron un tono condescendiente y hasta agresivo, lo que deja entrever el estado actual de las relaciones diplomáticas.
Por supuesto, la petición del eurodiputado no tiene base legal. La Estatua de la Libertad es patrimonio estadounidense desde su instalación en 1886 y cualquier intento de retirarla sería impensable. Sin embargo, el solo hecho de que la discusión haya llegado hasta este punto muestra cómo la tensión política está reescribiendo la narrativa de los símbolos históricos.
El debate trasciende lo anecdótico. En un mundo donde las alianzas tradicionales se tambalean y el significado de la democracia se redefine constantemente, la disputa por la Estatua de la Libertad es un reflejo de un quiebre más profundo. Puede que la estatua siga firme en su pedestal en Nueva York, pero su mensaje ya no es el mismo para todos.
Imagen: Geranda con IA / Gemini