Creo que perdimos la batalla

Jaime E. Dueñas M.
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La verdad, había querido evitar a toda costa sucumbir a la tentación de hacerlo… sinceramente, creo que no lo necesito. Tal vez un poco de ejercicio que me ayude a recuperar mi buena condición física sea suficiente (algunos problemas de salud han deteriorado al deportista que llevaba adentro, debo reconocerlo).
Pero no sé… he recibido tantos mensajes de correo electrónico recomendándome que lo haga, que finalmente creo que lo voy a hacer: voy a comprar Viagra.

Ahora bien… si siguiera sucumbiendo a las tentaciones que se me proponen cada día a través del correo electrónico, necesitaría pedir un par de semanas libres para atender todos los frentes, que van desde la compra de las pastillitas milagrosas hasta viajar a Estados Unidos, África o Europa para reclamar los millones de dólares o euros que me he ganado, bien sea por mi condición de ahorrador de un banco que no conozco o por la bondad de un acaudalado filántropo que me ha nombrado su heredero universal.

Me gustaría ver la cara de Bill Gates cuando me presentara en su oficina con el mensaje en que se me anuncia la recompensa que ofrece. Y estoy seguro de que a él le gustaría ver mi cara cuando su equipo de seguridad me sacara de su oficina… si lograra llegar a ella.

Creo que la primera tentación a la que sucumbí fue la de dedicar una columna al tema del spam o correo electrónico basura que invade nuestros buzones a diario. Llevo más de cinco años al frente de este espacio y, aunque había hecho referencia a él, fui capaz de evitarlo como tema central porque creo que ya todo el mundo ha escrito tanto sobre el asunto que no hay mucho nuevo que decir.

Realmente, todavía creo que no hay muchos aportes que pueda hacer. Esta columna es simplemente una declaratoria de derrota ante la inconmensurable labor de todas aquellas personas que se dedican a la no muy noble labor de llenarnos el correo de basura todos los días.

He de decir que, desde mi muy humilde punto de vista como usuario de sistemas de correo electrónico, el spam no tiene solución. Al menos eso es lo que pienso cuando llego todos los días a la oficina y encuentro entre 50 y 100 mensajes en mi buzón, de los cuales el 90 por ciento son basura. Y digo yo: si a mi empresa -que hace todos los esfuerzos para luchar contra esta plaga- sigue entrando basura, ¿qué esperanza de solución puede haber?

Lo mejor que he podido hacer es tomar algunas precauciones para que mi cuenta de correo personal solo llegue a personas o instituciones a través de las cuales creo que no voy a resultar contagiado con esa plaga. Y digamos que he logrado relativo éxito en esta tarea, pero nunca falta el mensaje masivo en el que estoy incluido, que llega a manos de quién sabe quién y que me representa una que otra invitación a la droguería para comprar la pastillita azul. Digamos que por ahora los filtros para correo no deseado funcionan bien, pues no se trata de una ‘infección masiva’.

En este punto quiero aclarar que considero que una cura contra el spam no existe una vez la dirección de correo electrónico cae en las manos incorrectas, pero hago énfasis en que las medidas preventivas pueden ser eficientes cuando se pueden cumplir.

La prueba es que a la cuenta de correo que utilizo única y exclusivamente para suscribirme a servicios serios no me llega spam; mientras tanto, aquella que empleo para salir del paso cuando me piden una dirección de correo electrónico que me permita acceder a un servicio temporal o poco reconocido vive llena de mensajes basura.

Sobre esta estrategia ya había escrito alguna vez y una lectora me dijo que era la columna más estúpida que había encontrado en Internet en su vida. Pero esta estupidez me funciona muy bien.
Ahora, ni para qué les hablo de la cuenta de correo que aparece junto a mi nombre en esta columna y que se distribuye por igual en esta revista, en otras publicaciones y en Internet. Los 45 o 90 mensajes que borro cada mañana pueden aumentar a medida que transcurre el día. Y eso que el departamento de Tecnología ya logra bloquear gran parte del spam que me llega a diario.
Al final, no sé si generar spam es muy fácil o si quienes lo hacen serían grandes profesionales en áreas donde su labor no fuera llenar de basura a la demás gente.

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