Javier Méndez
Editor de Tecnología
¿Recuerda la época en que debía buscar un teléfono público para comunicarse con alguien mientras estaba fuera de su casa u oficina? Si iba en carro, tenía que parquear, rogar para que le cambiaran un billete por monedas, hallar un teléfono que funcionara, hacer cola, padecer varias conversaciones intrascendentes y rezar para que la otra persona contestara porque quizás no tendría opción de hacer un segundo intento.
Realmente eran complicadas las comunicaciones en esa era que hoy nos parece extraña y primitiva gracias a la revolución que trajo la telefonía móvil a Colombia hace 14 años. Hoy sentimos que es completamente natural poder hablar de manera inmediata con cualquier persona, sin importar en dónde estemos. Y con el acceso a Internet pronto podría pasar algo similar.
Los usuarios de Internet del país ya cuentan con conexiones rápidas y confiables en sus casas y oficinas, pero el escenario es diferente si están en movimiento. Aunque hay muchas redes Wi-Fi, escasean los puntos de acceso públicos y abiertos (gratuitos). La tecnología WiMax, que prometía cubrir ciudades enteras con enlaces de alta velocidad, está poco difundida y tiene la limitación de que la conexión se rompe si el usuario se está desplazando (en un taxi, por ejemplo).
Y las conexiones celulares comunes son tan lentas que no se puede confiar en ellas para aplicaciones serias. Pero todo eso quedará atrás. La llegada a Colombia de la tecnología 3G, en la que ya se embarcaron los tres operadores celulares, cambiará para siempre la forma como accedemos a Internet.
Gracias a estas redes celulares de alta velocidad, los colombianos ahora cuentan con navegación móvil a una velocidad decente, sin que se caiga la conexión cuando uno está en movimiento y con la ventaja de poder acceder desde cualquier punto de una ciudad o desde zonas apartadas del país (ya sea desde un teléfono inteligente o desde un portátil, mediante un adaptador USB).
Es cierto que los precios todavía no están al alcance de todo el mundo. Sin embargo, la flexibilidad que se gana justifica la inversión, como hemos podido comprobar en ENTER 2.0 tras varias semanas de pruebas con los servicios de los tres operadores.
En mi caso, la media hora que dedicaba temprano en la mañana a examinar el correo de trabajo ahora la empleo en leer literatura (actividad bastante más gratificante), pues la revisión de los mensajes quedó relegada a las paradas en los semáforos de camino a la oficina.
Y cuando tengo que salir ya no me torturo añorando la época de los alcaldes Peñalosa o Mockus mientras pierdo el tiempo en el parsimonioso tráfico de Bogotá, sino que aprovecho para leer noticias en Internet. Las esperas en consultorios médicos se han vuelto menos patéticas desde que puedo hacer búsquedas en Google o Wikipedia, en vez de leer sobre problemas dermatológicos o congresos de proctología en revistas médicas; y ya no siento el inaguantable deseo de salir corriendo cada vez que llego a una cola en un banco porque sé que puedo seguir trabajando como si estuviera en la oficina, incluso escribiendo o revisando textos de Word (esta columna, por ejemplo, la empecé en un teléfono que tiene teclado integrado).
Otro beneficio es que ya no quedan cabos sueltos en las conversaciones, aunque varios de mis amigos ya me miran con recelo cada vez que durante una comida saco el celular para confirmar en Internet un dato que ellos me acaban de dar, o para reconfirmar uno de los que mis maltratadas neuronas me sueltan.
El servicio 3G que estoy probando no tiene televisión móvil, pero uno de los redactores de ENTER 2.0 sí cuenta con él y lo ha aprovechado para ver los noticieros, todos los partidos de fútbol y, aunque lo niegue, creo que está siguiendo algunas de las novelas de la tarde desde la oficina.
Todavía pasará un tiempo antes de que se estabilicen las redes, aumenten su cubrimiento, bajen los precios y se mejore la velocidad. Pero esta tecnología puede cambiar la vida diaria y su llegada al país fue el suceso tecnológico del año.
]]>