La rivalidad entre Apple y Microsoft es una de las grandes riñas corporativas de nuestros tiempos. Siempre hay algo cocinándose entre estos dos. Quién sabe en qué andan ahora, pero en 2008 (inglés) ambas empresas estaban interesadas en una tecnología que llegaría a convertirse en Kinect, el detector de movimientos que permite controlar el Xbox 360 sin el uso de controles.
Todo comenzó en la compañía israelí PrimeSense, la cual desarrollo una manera de utilizar los movimientos de los usuarios para controlar un dispositivo electrónico. Inon Beracha, jefe de PrimeSense, pensó que –dados los avances en métodos de control introducidos por Apple por medio de la tecnología multitouch– Cupertino sería un encaje perfecto para su invento.
“Era el sitio más natural para la tecnología”, le dijo Beracha a Leander Kahney de Cultofmac.com durante un vuelo en 2008.
Dos años después, todos sabemos que las cosas no salieron tan bien como esperaba.
Aunque Apple mostró mucho interés por la tecnología, Beracha simplemente no pudo trabajar con ellos. Los abogados de la compañía lo ahogaron en acuerdos de confidencialidad y contratos que limitaban tanto sus intereses, que Beracha se retiró de las negociaciones.
“Apple es un dolor en el trasero”, dijo sonriendo Beracha a Kahney cuando le contó lo que ocurrió.
Claro, estaba sonriendo porque Microsoft le dio todo lo que quería con tal de quedarse con la tecnología.
El resultado de esta saga está por verse, pues aunque Kinect ha inundado los medios y los espacios publicitarios en todo el mundo, su éxito no está asegurado. Es más, la crítica especializada no ha sido muy generosa con el dispositivo.
Es para considerar el hecho de que el objetivo de implantación de dicho sistema tenga fines más marcados hacia el entretenimiento con movilidad, y es allí donde a mi en lo personal me parece que el mercado favorecía más a Microsoft que tiene una línea exclusiva de videoconsolas que a Apple que se centra más en aspectos de entretenimiento más estático.