Todavía no he terminado de entender por qué la tecnología informática se ha convertido en excusa para justificar el descuido, la irresponsabilidad o la incompetencia en muchas situaciones cotidianas.
El ejemplo más básico que me viene a la cabeza, entre otras cosas porque lo padezco a diario, es la comunicación escrita a través de sistemas de mensajería instantánea o de correo electrónico.
He tenido discusiones fuertes con amigos, conocidos y colegas que maltratan el idioma sin compasión y ante mi primer intento de corrección reaccionan airadamente con uno de los argumentos más pobres que he escuchado en la vida: ¿¡Ay, pero esto es Messenger¿ eso no tiene nada!¿.
No incluyo en mi repertorio de intolerancia recursos como las abreviaturas y otros mecanismos que se utilizan para hacer más corta la escritura en línea, como escribir ¿q+¿ para decir ¿qué más¿. Lo que realmente logra contrariarme es que la gente (especialmente colegas, profesionales que viven del lenguaje) crea que existe un español sin reglas para Internet y otro con tildes, signos de puntuación y normas gramaticales para el resto del mundo.
Pero bueno, digamos que en una charla entre amigos hay errores que se pueden obviar. Realmente triste es recibir mensajes de correo electrónico de carácter laboral que dejan mal paradas a las personas que los envían y a las empresas que representan.
Hace un tiempo, por ejemplo, me llegó una oferta que fue muy fácil rechazar, por físico ¿orgullo literario¿. El asunto del mensaje decía: ¿¡Hagas más con tu e-mail!¿¿ Hagas más con tu e-mail¿ ¿Hazmen¿ el favor, podría replicar yo, para ser consistente con el remitente. Adentro agregaba, entre otras cosas: ¿Firmando MSN Hotmail Plus usted dan un turbinada en su webmail¿.
Para mí es claro que el mensaje original estaba en inglés y fue traducido por algún programa de esos que todavía hacen su trabajo de forma muy literal y poco efectiva, pero me sorprende que una empresa no tenga un filtro humano para verificar la calidad del material que envía a sus clientes. No hay traductor ni corrector ortográfico completamente confiable, que logre esto de manera perfecta.
Otra manifestación de la incompetencia informática es el plagio, motivado por la facilidad del ¿copy-paste¿. A pesar de la cantidad de basura que se encuentra allí, Internet es una fuente válida para hallar información, pero lo menos que se debe hacer es citar su origen.
¿Será que en los colegios y universidades ya no enseñan cómo hacer bibliografías, citas o simples comentarios al final de una frase textual? En mis tiempos, cuando la información salía de los libros, esta era una norma sagrada. ¿Cuál es la diferencia si la fuente es Internet?
Pero lo que más me asombra es leer informes como el que encontré hace poco en un servicio informativo español al que estoy suscrito (www.baquia.com), según el cual unos delincuentes que utilizaron una tarjeta de crédito robada para hacer compras por la red no fueron condenados, ¡porque el fraude en línea no estaba tipificado como delito en el lugar donde cometieron la falta! ¡Por favor!
Me asombra ver cómo una herramienta diseñada para facilitarle las cosas al ser humano se está usando para fomentar el facilismo y como excusa para justificar el descuido, la irresponsabilidad o la incompetencia en muchas situaciones cotidianas. Esa es una triste manera de disimular una incapacidad que seguramente también es evidente en otros contextos, aunque sin difusión masiva. Lamentable.
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