El problema no solamente es la copia, sino lo mal hecha

En días pasados, un gran amigo mío, profesor universitario, me citó de urgencia a la hora del almuerzo para ayudarle con una tarea un tanto delicada: confirmar la sospecha de que un alumno suyo había hecho un trabajo a punta de textos copiados de Internet.

“Lo primero que me hizo sospechar fue esto ¿dijo mi amigo, mientras señalaba el final de la primera hoja del trabajo¿”. Se trataba de un párrafo escrito en un idioma que sonaba como a alemán, pero que tenía algunas características que me recordaron una tarjeta de cumpleaños que me envió uno de mis hermanos desde Holanda. Igual, español no era.

Sinceramente, no hay derecho. Que la pereza lleve a un estudiante a hacer un trabajo a punta de retazos de Internet ya es suficientemente malo, pero que lo haga sin siquiera notar que hay un párrafo de 20 líneas en otro idioma, ¡eso ya es el colmo!

Recuerdo que cuando estaba en segundo semestre de Comunicación Social y Periodismo en la universidad, una profesora de sociología nos castigó a mí y a mi grupo de estudio con un 2,5 porque ¿según ella¿ un trabajo que hicimos era “fiel copia” de otro presentado por unos estudiantes de administración o algo por el estilo.

Olga, como creo recordar que se llamaba la profesora, fue muy apreciada por mí¿ hasta ese día. Primero, porque me parece el colmo que le ponga 2,5 a un trabajo que es copia textual de otro: a eso se le pone un cero, sin mayor contemplación. Y segundo, porque su acusación era totalmente falsa. Tanto, que ninguno de los miembros de mi grupo vio nunca el tan famoso texto de los estudiantes de administración, que comprobara que realmente lo que hicimos fue una copia.

Pero en esa época una copia era algo hasta más elaborado, porque no había Internet de dónde “copiar y pegar” tan fácil como se hace hoy.

De regreso al caso de mi amigo profesor universitario, nos sentamos muy juiciosos en la plazoleta de comidas del Centro Comercial Salitre Plaza a buscar en Internet la fuente del trabajo. Valga un paréntesis para decir que era la primera vez que aprovechaba este servicio de conexión inalámbrica a la red en un sitio público y me pareció descrestante.

Debo confesar que el primer motivo de sospecha de mi compañero de misión fue inútil, porque no encontré en la red un texto similar a aquel cuyas características idiomáticas lo llevaron a dudar de la originalidad del escrito. Aunque seguramente mis limitados conocimientos sobre las lenguas semiteutonas y de sus alrededores influyeron en el fracaso parcial de la tarea.

Pero no me iba a dejar dar la guerra, así es que tomé el trabajo y empecé a buscar elementos sospechosos. Mi preferido es el punto y coma (;). Quizás esté completamente equivocado, pero tengo la teoría de que el punto y coma es un signo en decadencia, por lo cual es bastante poco probable encontrar un texto escrito por un estudiante universitario promedio que incluya siquiera uno. Si hay varios y están bien usados, la probabilidad de copia es todavía mayor.

Así las cosas, tomé un par de párrafos en los que aparecían sendos puntos y comas y ¡voila! De ese simple ejercicio salieron unas ocho páginas copiadas textualmente, sin una sola referencia a su fuente original. Y no quiero decir que ese haya sido un gran descubrimiento: cualquiera sabe que una pasadita por Google es suficiente para comprobar un plagio.

También hay que decir que copiar de la red uno o dos párrafos, citando la fuente respectiva, como una manera de nutrir un trabajo académico, no es pecado. Eso sí, teniendo siempre cuidado de que se trate de una fuente confiable, porque Internet está llena de cosas útiles, pero también de basura.

Mi amigo sentenció, de manera lamentable, pero totalmente certera: “Estaba muy bien hecho para ser cierto”. Pero, aunque al final no fue tan útil, tal vez sus dudas no hubieran trascendido de no ser por ese párrafo completo escrito en otro idioma¿

Porque hacer un trabajo a punta de retazos de Internet ya es suficientemente malo¿ pero no darse cuenta de que algunos de esos parches están en otro idioma ya es el colmo de la vagancia, de la mediocridad¿ En fin¿ ¡ya es el colmo!

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