Internet y el verdadero ¿yo?

Ahora, todos mis compañeros de trabajo resultaron con un blog en eltiempo.com. El que sabe de carros, el fanático de los juegos, el amante de los Mac, el experto en seguridad, el editor de la revista, las gatas calientes que escriben de sexo¿ Todos tienen un blog.

Y todos ellos, como el resto de conocidos que tienen contacto con esta avasalladora tendencia del ciberespacio, comparten el mismo temor: los mensajes de los lectores. Pero no las críticas constructivas, los aportes al tema, las contradicciones que generan una sana discusión ni los ataques de los detractores (esos que nunca faltan) que siempre saben más que uno sobre algún tema.

Ellos temen, tal como yo, a los mensajes de aquellas personas que se valen del anonimato en la red para sacar a relucir su verdadero ¿yo¿ y que no pueden escribir más de una frase con sentido completo ¿aunque casi siempre son más bien frases sin sentido alguno¿ que no contenga al menos tres o cuatro insultos.

Yo mismo he recibido mensajes de ese tipo (bueno, de muchos tipos que escriben para insultarme) por mis columnas en Enter y todavía no entiendo qué culpa tiene mi mamá de las opiniones que expreso en este espacio ni de qué manera mi posición ante la tecnología puede definirme como un ¿perro desgraciado¿ con tendencias sexuales poco claras, por decirlo de una manera un poco menos agresiva que como me lo dijeron en los mensajes originales.

 

Pero es que el asunto del anonimato en línea parece ser caldo de cultivo para que se desarrollen los peores instintos de la gente: hinchas de un equipo que se meten al blog del rival solamente para dejar insultos; enemigos gratuitos que por un simple desacuerdo destrozan la honra del autor de un texto; desocupados cuyo léxico resulta insuficiente para sustentar una idea y que siempre deben recurrir a la grosería.

En muchas ocasiones, he preferido retirarme de una discusión en la vida real cuando mi interlocutor empieza a gritar, porque aprendí que no es el que más duro habla el que tiene la razón. Tampoco el que escribe más groserías cuando expresa su opinión sobre un texto publicado en una revista, en un sitio web o en un blog. Al final, la tolerancia le enseña a uno a convivir con esas personas que no tienen argumentos más inteligentes que una agresión para atacar nuestros puntos de vista¿ porque a veces ni siquiera la utilizan para defender el suyo.

Me gusta más la otra faceta del anonimato en Internet, esa que nos hace comportarnos como seres más sociables. Esa que me hubiera permitido vencer la timidez y dirigirle la palabra a una niña preciosa que estaba el mismo día que yo en la Embajada de Estados Unidos, si entre los dos hubieran existido dos pantallas y una conexión a la red, en lugar de solo aire y fidelidad.

Y me gusta mucho más la faceta que utiliza la mayoría de nuestros lectores, que para expresar su acuerdo o desacuerdo con mis ideas y las de mis compañeros de trabajo (esos que ahora inundan los blogs de eltiempo.com) no se aprovechan del anonimato para sacar a relucir lo peor de sí mismos, sino que incluso nos hacen ver nuestros errores de la manera más decente posible¿ esos a los que uno les da la razón sin miedo al escarnio público.

Ánimo, blogueros¿ estoy seguro de que la gente decente pasa por encima de los insultos, pues su verdadera esencia reside en ellos mismos y no en el anonimato. No se rindan, que sucumbir ante los insultos es darles la razón a quienes los usan como armas para agredirlos¿

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Admin Talentoso

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