Un palo en las ruedas

Por JAVIER MÉNDEZ
Editor de Tecnología de EL TIEMPO

Los números de Hewlett-Packard (HP) son impresionantes desde que Mark Hurd asumió la presidencia hace 18 meses. Cuando se cierre el año fiscal de HP, el 31 de octubre, sus ventas serán cercanas a 90.000 millones de dólares, lo que podría convertirla en la mayor empresa de computadores del planeta, por encima de IBM, que ostenta ese título desde hace décadas. Con la llegada de Hurd también mejoró la participación de HP en los mercados de PC y servidores, se redujeron los gastos de funcionamiento y el precio de la acción floreció (creció 80 por ciento en año y medio). El desempeño es notable. Sin embargo, en estos días no se habla de eso, sino del lío de ¿espionaje¿ a periodistas en el que HP se vio envuelta por cuenta de un enfrentamiento entre los apasionados miembros de su junta directiva.

Los conflictos en la junta directiva de HP no son nuevos. Cuando Carly Fiorina ¿la presidenta anterior¿ decidió comprar a Compaq en el 2001 tuvo un intenso rifirrafe con el hijo de uno de los fundadores ¿Walter Hewlett¿ que fue la delicia de la prensa durante varias semanas. Esos mismos medios tuvieron otro buen tema para novelar cuando Fiorina fue despedida en febrero del 2005 por discrepancias con la junta directiva.

Este mes la historia se repitió, pero con consecuencias más graves. El 8 de septiembre se reveló que HP obtuvo los registros telefónicos privados de varios miembros de su junta directiva y de periodistas de varios medios estadounidenses, entre ellos The New York Times, BusinessWeek, Cnet y The Wall Street Journal. Esto último, en un país que siente un inmenso respeto por la libertad de prensa, es bastante serio.

El episodio se inició hace varios meses por una pugna entre Patricia Dunn, la presidenta de la junta directiva de HP, y otros dos miembros de la misma: Thomas Perkins y George Keyworth. Dunn se empeñó en descubrir quién estaba filtrando información confidencial a los medios, algo que había sucedido con frecuencia, luego de que el sitio de noticias Cnet publicó en enero del 2006 una nota que revelaba estrategias futuras de HP. Para ello contrató a la firma externa Security Outsourcing Solutions, la cual descubrió que Keyworth era el que filtraba los datos.

El problema es que la investigación se realizó con métodos censurables y en algunos casos ilegales. Por ejemplo, no solo se obtuvieron registros de llamadas de las líneas de HP, sino también de las casas de algunos directivos y periodistas. Además, los investigadores se hicieron pasar por los dueños de esas líneas para obtener la información ante los operadores de telecomunicaciones, y para ello usaron datos privados, que no tenían por qué saber (como los números de seguridad social de los periodistas).

Dunn ofreció disculpas y aseguró que no sabía qué métodos se habían empleado, pero ya nada podía frenar el escándalo. El 12 de septiembre, el fiscal general de California, Bill Lockyer, les dijo a los medios: ¿Tenemos suficiente evidencia para formular cargos contra personas dentro y fuera de HP¿. Y agregó: ¿Se obtuvo información mediante identidades falsas, y eso es un crimen¿.
Ese mismo día se anunciaron otras investigaciones por parte del FBI, el Departamento de Justicia, una comisión del Congreso estadounidense y la Securities and Exchange Commission (la entidad que vigila las actividades en la bolsa de valores en ese país).

El resultado de esas investigaciones tardará un tiempo, pero mientras tanto HP tomó medidas para enfriar la escaramuza interna: Patricia Dunn dejará la presidencia de la junta directiva en enero del 2007 (The The New York Times dice que se le dio este plazo para que su salida fuera más digna). Al caer Dunn, Keyworth aceptó renunciar, algo a lo que antes se había negado. Y su amigo Perkins, quien reveló todo el problema a las entidades gubernamentales, había dejado su cargo antes cuando supo que lo estaban espiando.

Quizá estas salidas disminuyan la carga de pasiones en la cúpula de HP para que Hurd pueda seguir trabajando sin tener que lidiar con estos conflictos, que son como un palo en las ruedas de su exitosa bicicleta.
 

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