Todas las mañanas me despierta el televisor, que se enciende solito a la hora que yo lo programo, en el canal que quiero y con el nivel de volumen que interrumpa mi sueño con menos traumas.
Luego de hacer pereza unos minutos, suena la alarma del celular, que también he programado para evitar que Morfeo me venza de nuevo. La melodía la compuse yo mismo en el aparato.
Suelo reforzar mi lucha contra las cobijas con el ¿bip bip¿ del reloj de pulso, pero en un caso extremo podría utilizar también la alarma del radio o la función de encendido automático del equipo de sonido.
Haga cuentas: no me he levantado de la cama y ya he tenido contacto con la tecnología a través de tres ¿potencialmente cinco¿ dispositivos. Por eso me pregunto cómo hay gente que dice que no le gusta, que no la entiende o que no le sirve.
Todavía con algo de pereza, subo las escaleras y prendo el calentador de gas, que tiene un mecanismo de encendido electrónico¿ Puede ser bobada, pero me dan susto las regaderas eléctricas. De solo pensarlo siento un corrientazo en la espalda.
Las máquinas de afeitar eléctricas tampoco me gustan, porque no son muy amigas de mi cara (aunque he visto unos modelos que hacen maravillas); por eso utilizo una cuchilla convencional de triple hoja, banda lubricante y mango anatómico.
Una vez bañado y vestido, me pongo los lentes de contacto desechables¿ Son una bendición: se gastan y se botan. Ya no soy esclavo de su mantenimiento. Todo un desarrollo tecnológico. Aunque bien podría operarme de la miopía y salir de ellos de una vez por todas.
La siguiente escala es en la cocina, donde el microondas espera la taza de leche del desayuno, servida en una taza especial para este horno. No tengo tostador y el exprimidor casi nunca sale de la alacena, pero entre unos y otros elementos, la tecnología ¿en mayor o menor escala¿ me rodea, acompaña cada paso de mi vida.
Por eso, cada vez que alguien me dice que la tecnología ¿le da muy duro¿ y que por eso prefiere no utilizar un computador, un teléfono celular o una cámara digital, me pregunto en qué mundo vive, en qué castillo medieval permanece enclaustrado, en qué burbuja se ha encerrado para mantenerse aislado de una realidad que nos afecta a todos, que está siempre allí, como el aire, como el agua.
La tecnología está en el televisor, el radio, el horno microondas, el teléfono celular y el computador; también en la lavadora, la nevera, la plancha y el equipo de sonido; en la cámara fotográfica digital y en la otra. Está en el reloj de pulsera, el reproductor de MP3, el teléfono convencional con contestador e identificador de llamadas. En la bicicleta de spinning, la banda caminadora, el carro, las luces de la casa. Aparece para cuadrar el horario de la universidad, leer el periódico, revisar el correo¿
Cuidado, que está ahí para servirnos, no para volvernos sus esclavos. La tecnología es como una novia de la que uno se aprovecha sin que ella espere nada a cambio (cosa que no debe pasar con la novia de verdad). Pero, para sacarle el mejor provecho, debemos conocerla, entenderla, manejarla, dominarla, quererla… De lo contrario, ella misma se encargará de alejarnos y de aislarnos del resto del mundo (como la novia de verdad).
La tecnología está ahí, en todas partes, en cualquier lugar hacia donde usted mire. En este mismo momento, usted la tiene en sus manos, en forma de revista, o delante de sus ojos, en la pantalla de un computador. Con esta nueva Enter, seguro que usted aprende a dominarla.
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