Cinco años después, el iPad sigue siendo un chico raro

Se suponía que venía antes del iPhone. Pero, según la biografía de Steve Jobs escrita por Walter Isaacson, el proyecto iPad quedó parado a medio camino cuando la cúpula de Apple decidió ir a todo vapor tras el teléfono inteligente. Al final todo salió bien: si no hubiera un iPhone, quizás el mundo no habría entendido al iPad.

Se suponía que este equipo iba a llenar el vacío que existía entre los computadores y los smartphones; pero después del evento del 27 de enero de 2009, el mensaje que quedó fue: ‘Es un iPhone grande’. Tienen el mismo sistema operativo, funcionan de forma muy parecida y, por dentro, son muy similares. Sin embargo, el tamaño hace toda la diferencia. Era un chico raro: los ‘tablet PC’ no eran un concepto nuevo, pero nunca habían sido muy exitosos. La idea de contar con un sistema restringido al ecosistema móvil de Apple  –y sin Flash, algo escandaloso en el momento– en una pantalla tan grande no terminaba de cuajar.

Es que era un equipo para consumir contenido: para navegar la web, leer libros o ver videos. Esa fue una de sus primeras críticas. El iPad era una especie de caja boba, muy al estilo de Steve Jobs. Estaba pensada para que los usuarios simplemente consumieran, se echaran a pastar en medio del jardín cerrado de la manzana.

Sin embargo, y gracias a las aplicaciones, muchos lo vieron como una máquina de productividad. Su tamaño imbatible y el glamour del logo de la manzana lo convirtieron en el favorito de muchos en las salas de juntas y los cafés de buena parte del mundo. El catálogo de aplicaciones crecía, llenando muchos de los vacíos que se le criticaban al comienzo y cerrando el círculo virtuoso: hay aplicaciones porque hay usuarios que compran la tableta y la gente compra el iPad porque las aplicaciones lo hacen útil.

Gracias a eso, el iPad ha resistido los embates de la competencia y sigue allí, plantado como el mejor producto de su segmento. Nadie ha logrado crear un ecosistema para esa pantalla con la misma variedad y calidad que el que está en la App Store. Allí el mercado es mucho más fértil: los usuarios pagan mucho más por apps en iOS que en Android y Windows.

Quien no lo usa, no tiene muchas razones para comprarlo

Pero esa versatilidad también se convirtió en un lastre. Cinco años después –el primer modelo se comenzó a vender el 3 de abril de 2009–, el iPad sigue siendo un chico raro: el mundo todavía no entiende bien qué puede hacer mejor que otro aparato. Nadie duda que es útil y quien lo usa siempre logra acomodarlo en su vida. Pero quien no lo usa, no tiene muchas razones para comprarlo. Los celulares tienen pantallas cada vez más grandes y los computadores son cada vez más esbeltos. Las categorías que definían su existencia, que creaban el vacío que supuestamente él llena, están empezando a amenazarlo.

Por eso, las cifras de ventas están estancadas. En cada reporte de resultados de Apple, entre los resultados espectaculares del iPhone y la creciente fortaleza de los Mac, queda una triste nota al pie: los iPad no se venden lo suficiente. El mercado de tabletas, según IDC, “pisará el freno” y solo crecerá 2,1% con respecto a 2014.  Tan diciente como eso es la manera en la que el iPad más reciente fue presentado: como un inserto en medio del evento del Apple Watch.

No nos pongamos demasiado pesimistas: seguro el iPad seguirá allí, aun es una buena solución para muchos problemas y es poco probable que Apple abandone uno de sus productos más icónicos. Además, los rumores indican que vienen cosas nuevas para la tableta. Pero, pasada la novedad, la tableta ya no es la estrella de la fiesta.

Imagen: mama_mia (via Shutterstock)