Desde esta fecha ya no habrá racionamientos de agua en Bogotá, ¿cuánto logró ahorrar la ciudad en el último año?

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A partir del sábado 12 de abril de 2025, Bogotá y 11 municipios de Cundinamarca dejan atrás uno de los episodios más críticos de escasez de agua en su historia reciente. Se acaba el racionamiento. El anuncio lo hizo el alcalde Carlos Fernando Galán, luego de que los embalses del sistema Chingaza alcanzaran niveles que permiten garantizar el suministro en el corto y mediano plazo.

Durante un año, la ciudad vivió bajo turnos programados de racionamiento que afectaron a millones de personas. La medida fue dura, pero necesaria; en abril de 2024 el sistema Chingaza apenas superaba el 16 % de su capacidad. Hoy, tras meses de esfuerzos técnicos, operativos y ciudadanos, ese porcentaje ha ascendido al 39,98 %, una cifra que permite respirar, aunque con prudencia.

Detrás del levantamiento de la restricción no hay un acto de magia. Hay lluvias, sí, pero también una estrategia de ahorro de agua que logró reducir el consumo de 17,72 a 16,24 metros cúbicos por segundo. Se recuperaron más de 2.600 millones de litros de agua perdidos por fraude y se cambiaron hábitos de consumo, al menos temporalmente.

No obstante, este respiro no puede leerse como el final del problema. Las autoridades técnicas advierten que, aunque el comportamiento de las lluvias en abril de este año se asemeja a la media histórica, el cambio climático ha alterado los patrones hidrológicos de forma impredecible. Depender del cielo es un lujo que la capital no puede seguir dándose.

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Los embalses están mejor que hace un año, pero lejos del nivel óptimo. San Rafael y Chuza, que componen el sistema Chingaza, suman más de 115 millones de metros cúbicos. Aunque esta cifra supera en seis millones la curva óptima de operación para abril, aún representa menos de la mitad de su capacidad total. La posibilidad de volver a los racionamientos en el futuro no está descartada.

Además, el ahorro logrado en este año podría revertirse fácilmente si los ciudadanos vuelven a los viejos hábitos. La lección del 2024-2025 no es solo sobre infraestructura hídrica, sino sobre cultura ciudadana. El consumo responsable debe convertirse en norma, no en excepción durante crisis.

El impacto del racionamiento fue profundo. Modificó rutinas, disparó la creatividad en el uso del agua y obligó a todos —desde hogares hasta grandes consumidores industriales— a reconsiderar su papel en la sostenibilidad urbana. Sin embargo, la ciudad carece aún de un plan a largo plazo lo suficientemente ambicioso para blindarse frente a futuras sequías.

El alcalde Galán explicó que se están tomando medidas estructurales, pero esas acciones deben ir más allá del discurso. Es urgente invertir en la diversificación de fuentes de abastecimiento, la modernización de las redes de distribución y el combate frontal al robo de agua. Teusaquillo, Kennedy y Engativá siguen liderando los reportes de irregularidades.

Los expertos coinciden en que la resiliencia hídrica no se construye en un año. Requiere continuidad en la política pública, inversión sostenida y, sobre todo, una ciudadanía informada y comprometida. Si algo nos enseñó esta crisis, es que el agua es un recurso tan vulnerable como vital, y que su escasez puede alterar el pulso de una ciudad entera.

Así, mientras Bogotá celebra el fin de los turnos de racionamiento, no puede bajar la guardia. El agua ha vuelto a los grifos, pero el desafío de preservarla, distribuirla y gestionarla inteligentemente apenas comienza. La sequía ya no es un fenómeno excepcional, es una advertencia permanente.

Imagen: Archivo ENTER.CO

Digna Irene Urrea

Digna Irene Urrea

Comunicadora social y periodista apasionada por las buenas historias, el periodismo literario y el lenguaje audiovisual. Aficionada a la tecnología, la ciencia y la historia.

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