Adiós a los días de 24 horas, el cambio silencioso que transformará la vida en la Tierra

La Tierra ya no gira igual que antes. Su rotación se está desacelerando de forma gradual, y aunque este cambio es casi imperceptible, podría modificar con el tiempo la duración de los días, los calendarios y nuestros ritmos naturales. ¿Cómo impactará esto en la forma en que vivimos?


Aunque solemos pensar que un día dura exactamente 24 horas, lo cierto es que la Tierra tarda un poco menos en girar sobre su eje: 23 horas, 56 minutos y 4 segundos. Esta diferencia se debe a que, mientras rota, también se desplaza alrededor del Sol. Por eso necesita avanzar un poco más para que el Sol vuelva a aparecer en el mismo punto del cielo, ajustando así el día solar a las 24 horas que marcan nuestros relojes.

Con el paso del tiempo, ese giro se ha ido haciendo más lento. Hace unos 4.500 millones de años, un día duraba apenas 10 horas. Hace 2.000 millones de años, ya se había extendido a casi 19,5. Hoy en día, este cambio es imperceptible, pero medible gracias a los relojes atómicos y estudios geológicos.

La razón de esta desaceleración está en una combinación de factores internos y externos. Internamente, influyen los movimientos del núcleo terrestre y la redistribución de masa en el planeta. Externamente, la mayor influencia proviene de la interacción gravitacional con la Luna, que genera mareas y, con ellas, una fricción constante sobre los océanos que actúa como un freno natural.

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Un estudio reciente de la Universidad Técnica de Múnich estima que, si esta tendencia continúa, en unos 200 millones de años los días podrían durar 25 horas. Aunque el tiempo que tarda la Tierra en orbitar alrededor del Sol no cambiaría, habría una consecuencia directa sobre los calendarios, el año tendría menos días completos, posiblemente unos 350 en lugar de los 365 actuales.

Más allá del calendario, este fenómeno plantea retos importantes para nuestra salud y organización social. Nuestro cuerpo está programado para funcionar en ciclos de 24 horas, conocidos como ritmos circadianos, que regulan el sueño, la digestión y otras funciones vitales. Según el National Institute of General Medical Sciences (NIH), alterar estos ciclos puede provocar fatiga, insomnio y trastornos metabólicos.

Si bien el hecho de que los días se hagan cada vez más largos es un proceso muy lento y no afectará de forma inmediata a nuestra generación, más allá de su lejanía vale la pena empezar a reflexionar sobre cómo estos cambios podrían llevarnos, en algún momento, a replantear los horarios laborales, escolares e incluso la forma en que organizamos nuestros sistemas de salud.

Imagen: Generada con IA / Gemini

Redacción ENTER.CO

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