La fatiga, esa sensación de agotamiento que todos hemos experimentado, se ha convertido en el epicentro de un debate revelador sobre el sesgo de género en nuestra percepción diaria. Una investigación reciente liderada por la Universidad de Maine, en colaboración con instituciones como la Universidad de Yale y la NASA, ha puesto de manifiesto un fenómeno inquietante; el cansancio de las mujeres es subestimado sistemáticamente, mientras que el de los hombres tiende a ser exagerado.
El estudio, que analizó las respuestas de más de 200 participantes, partió de una premisa clara, evaluar si existía un sesgo de género en la interpretación de la fatiga ajena. Los participantes observaron videoclips de hombres y mujeres en interacciones sociales y calificaron cuán fatigados parecían. Los resultados fueron contundentes: aunque las mujeres reportaron sentirse más cansadas que los hombres, los observadores las percibieron como menos fatigadas.
El sesgo no se detuvo ahí. En el segundo experimento, los investigadores compararon estas percepciones con los autoinformes de los participantes. Mientras que el cansancio de los hombres era sobreestimado respecto a lo que ellos mismos reportaron, el de las mujeres era sistemáticamente infravalorado. Esto no solo revela una inequidad en cómo se interpreta el agotamiento, sino que también apunta a un problema más profundo: la fatiga femenina es invisibilizada.
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El estudio también exploró si estas diferencias estaban relacionadas con las señales no verbales de quienes aparecían en los videos. Se esperaba que factores como la postura o las expresiones faciales contribuyeran a la percepción de fatiga, pero no se encontró una relación significativa. Sin embargo, se observó un detalle clave: las personas más expresivas o atentas eran consideradas menos cansadas, y las mujeres, por lo general, se mostraban más expresivas que los hombres. Este hallazgo podría explicar en parte por qué su cansancio es frecuentemente subestimado.
Esta tendencia refleja un sesgo cultural profundamente arraigado. En muchas sociedades, las mujeres han sido condicionadas a “ponerse la mejor cara” incluso en momentos de agotamiento extremo. Su expresividad, interpretada como una muestra de energía, oculta su verdadero estado físico y emocional.
¿Cómo impacta este sesgo?
El sesgo de género en la percepción de la fatiga no es solo un problema de percepción social; tiene implicaciones concretas en la vida diaria y profesional de las mujeres. Por ejemplo, en entornos laborales, este sesgo podría llevar a que el esfuerzo de las mujeres sea subestimado, lo que a su vez podría traducirse en una menor valoración de su trabajo y una carga adicional de responsabilidades.
Además, en el ámbito de la salud, la invisibilización del cansancio femenino podría retrasar el diagnóstico de condiciones médicas relacionadas con la fatiga, como trastornos del sueño o síndrome de fatiga crónica. Si los médicos, influenciados por este sesgo inconsciente, perciben que las mujeres no están tan cansadas como afirman, podrían no tomar en serio sus quejas, perpetuando así desigualdades en la atención sanitaria.
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Combatir este sesgo requiere de un enfoque integral. Los investigadores sugieren que es crucial aumentar la conciencia sobre este fenómeno en diferentes ámbitos, desde el educativo hasta el profesional y médico. Programas de capacitación en sesgos implícitos podrían ser un punto de partida para ayudar a las personas a reconocer y mitigar estas tendencias.
Asimismo, promover un cambio cultural que permita a las mujeres expresar libremente su cansancio sin temor a juicios o repercusiones es fundamental. Esto implica también redefinir las expectativas sobre la expresividad y el rendimiento femenino, valorando de manera equitativa el esfuerzo de todas las personas, independientemente de su género.
El estudio liderado por Morgan D. Stosic y su equipo no solo expone una dinámica de desigualdad en algo tan cotidiano como la percepción del cansancio, sino que también abre la puerta a un debate necesario. Reconocer estos sesgos es el primer paso hacia una sociedad más justa, donde la fatiga de todos—sin importar su género—sea tomada con la seriedad que merece.
Imagen: Generada con IA/DALL-E