Esto descubrió una chilena que ayudó a la NASA a encontrar nuevos planetas: “Un Chile bonito pero más bien inventado”

Natalia Bahamonde, científica chilena

Natalia Bahamonde, es una científica chilena, licenciada en matemáticas con una maestría en estadística y doctora en ciencias de la universidad de Paris-Sud-Francia. Actualmente trabaja en la Pontificia Universidad Católica de este país como profesora de estadística. Su trayectoria como científica latinoamericana ha estado marcada por grandes descubrimientos y uno de ellos ha sido el proyecto de “series de tiempo para datos astronómicos”, este modelo le permitió a la NASA descubrir 400 planetas. Sin embargo su experiencia como científica y estadista le ha permitido también llevar sus conocimientos al trabajo investigativo social en su país.

Para empezar, Bahamonde explica que junto a investigadores y astrónomos de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV) y la de Valparaíso utilizaron datos generados por la misión espacial Kepler (un satélite) para  hallar nuevos planetas.

Según explica la científica este satélite “observaba ciertos objetos celestes y puede ver la luminosidad de lo que queda tras un periodo”, después del análisis de cientos de datos se dieron cuenta que  “habían momentos en que esa luminosidad bajaba de forma drástica, y  que esto ocurría de forma periódica. Entonces lo que se pensó es que este objeto tenía algo que transitaba alrededor de él y que eso era lo que permitía que perdiera la luminosidad por un lapso, (es decir estos objetos tenían un satélite)”.

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Sin embargo, para Bahamonde este nuevo método para descubrir planetas no fue aprobado por muchos astrónomos. De hecho tuvo que ser defendido ante la NASA.

“Fue polémico,  incluso para los astrónomos que trabajaban con nosotros (…). Era una idea muy simple, pero hubo una persona que tuvo la voluntad de querer adoptar estas nuevas metodologías (…)  aún para ese científico fue algo disruptivo y  un choque con sus colegas porque no era lo habitual” a la hora de descubrir planetas”.

Del descubrimiento de planetas a mapear la pobreza y violencia chilena

Pese a que Chile ha sido considerada una de las economías, democracias y sistemas educativos más estables de la región, Natalia decidió trabajar, por eso que no se muestra y se dedicó en los últimos años a investigar la pobreza y la violencia en el país chileno. La investigación empezó antes del estallido social de 2019.

Recordemos que hace cuatro años, el 14 de octubre, en la administración del expresidente Sebastián Piñera, estudiantes de colegios y universitarios salieron a protestar por el alza en el valor del pasaje por 30 pesos chilenos. Tras varios días de manifestaciones, Chile se convirtió en el país con mayor número de personas con trauma ocular provocado por agentes de la policía.

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¿Pero qué había detrás de este estallido, uno de los más feroces en Latinoamérica?

Pues bien, Natalia, aseguró que ellos también veían a Chile superior en algunos indicadores positivos como en economía y  en educación, sin embargo, explica que cuando veían los números más “desagregados”, por ejemplo, datos regionales, “la situación era radicalmente inversa”.

Entonces esta figura de Chile como gigante latinoamericano en muchos aspectos, yo creo que está un poquito escondida detrás de los promedios. Porque nuestro país es un país largo y flaco, en donde tiene a más de la mitad de la población en la capital del país, y eso está, por ejemplo,  a 100 km de donde yo vivo actualmente, que es Valparaíso, pero las diferencias entre la capital y esta región son abismales”.

También dice que muchos colegas investigadores aseguraban que el estallido pudo haberse evitado, pues todo lo que se presentaba en la prensa o el ideal de las personas, era muy distinto, es decir:  “un Chile bonito pero más bien inventado”, señala.

“A partir de ahí yo me empecé a interesar en diversos temas y de forma muy circunstancial. Temas de feminicidios, de violencia infantil, de pobreza; no me siento cómoda con eso de ser activista social, porque estoy aquí, cómodamente en mi oficina, tratando de cambiar un poquito el mundo”.

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Paralelo a esto empezó trabajar en sus modelos teóricos y así ser aplicados a problemas y procesos sociales que ha vivido el país. Pese a que reconoce que el nivel de intervención de sus investigaciones de carácter social pueden llegar a ser limitadas en tanto a la práctica, desde su quehacer como científica, ha podido generar datos que pueden ayudar en la ejecución, por ejemplo, de nuevas políticas públicas.

“Los procesos son bien largos, por ejemplo, en la investigación de los planetas duramos más de 10 años conversando con astrónomos; no obstante, acá aunque estamos de forma incipiente, tenemos algunos instrumentos levantados como encuestas que vamos aplicar con algunas fundaciones que se preocupan por la violencia, también debemos recoger información para identificar a las personas violentadas. Me encantaría decir que ya estamos aplicando nuestra investigación y no estoy tan segura que los resultados se puedan ver tan a corto plazo”.

¿Cómo está Latinoamérica en investigación y divulgación científica de cara al cambio climático?

Sobre esto la científica es enfática en decir que no hay que mirar series como Chernobyl para darse cuenta que ya está pasando y que en Latinoamérica hay bastante de qué preocuparnos.

“Creo que el cambio climático se aceleró y lo que estamos viendo ahora de los veranos en el hemisferio norte es algo que nos va a tocar vivir a nosotros en el hemisferio sur en unos meses más”.

Además asegura que los científicos se han quedado cortos porque las predicciones no han funcionado bien: “me hace pensar en películas de ciencia ficción como el “Día después de mañana” con grandes inundaciones; creo que son cosas que vamos a empezar a ver acá”.

Asegura que en Chile habían grandes glaciares que han desaparecido por olas de calor. También dice que la explotación de salmones ha destruido gran parte del mar. “Es una situación horrible”, puntualiza.

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“A los países latinoamericanos nos falta  más de diálogo, estas cumbres climáticas que se hacen en Europa, creo que es necesario llevarlas acá a nivel más local y a mí me encantaría que existieran mayores alianzas entre gobiernos y la academia”.

Finalmente, en cuanto a la divulgación científica, señaló que aún falta: “los científicos no sabemos divulgar. No existen medios de comunicación para estos temas ni hay espacio. No sabemos hablar  sencillo, a veces suele ser por ego, es importante homogeneizar estas conversaciones para que llegue a un público más masivo y que la gente pueda entender lo que pasa”.

Imagen: Instituto de Estadística de la PUCV

Digna Irene Urrea

Digna Irene Urrea

Comunicadora social y periodista apasionada por las buenas historias, el periodismo literario y el lenguaje audiovisual. Aficionada a la tecnología, la ciencia y la historia.

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