La vida vuelve a Chernóbil, en forma de animales silvestres

El 26 de abril de 1986 el mundo fue testigo de uno de los peores accidentes nucleares de la historia. La explosión en el reactor 4 de la central nuclear Vladímir Ilich Lenin, ubicado en Prípiat, a 18 kilómetros de la ciudad de Chernóbil, que le da el nombre al evento, liberó 400 veces más radiación que la bomba de Hiroshima. Esto causó la muerte directa de 31 personas y la evacuación de 116.000 habitantes, además de causar cáncer y otras enfermedades en muchas personas que estuvieron expuestas a la radiación. También ocasionó la muerte indirecta de una cantidad incalculable de personas, algo que se explora en una nueva serie de HBO.

El material radiactivo generó una alarma en 13 países de Europa oriental y central, además de convertir a Prípiat en una ciudad fantasma, sin ningún habitante, durante estos 33 años. Obviamente, la flora y la fauna también se vieron afectadas y el lugar se volvió inhóspito.

Aunque las restricciones para que los humanos vuelvan a habitar la zona alrededor de la planta nuclear, de unos 4.750 kilómetros cuadrados (que incluyen terreno de Bielorrusia y Ucrania), siguen vigentes, los animales no saben de leyes, peligros o prohibiciones y en los últimos años han estado desafiando la radiación, cuyo nivel se ha reducido gradualmente durante estas tres décadas (aunque en muchas partes sigue siendo demasiado altas para las personas), para repoblar la zona, como explica el portal The Conversation.

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Un estudio, publicado en la revista Current Biology, reporta una abundante presencia de comunidades de lobos, alces, jabalíes, zorros y ciervos. Además, el portal Popular Science también señala que en el lugar se han visto osos pardos, bisontes, caballos przewalski y más de 200 especies de aves, entre otros animales, que también incluyen anfibios.

Algo que confirma el proyecto Tree (Transferencia-Exposición-Efectos), en el que instalaron cámaras con detección de movimiento en diferentes áreas la zona cercana a la central nuclear de Chernóbil, que han estado encendidas durante años y registraron por primera vez la presencia de osos pardos y bisontes en la zona. Además, las grabaciones también dieron cuenta de un aumento en la población de lobos y caballos przewalski.

Los animales se adaptan a la radiación

Aunque no hay estudios concluyentes sobre los efectos de la radiación de los animales que comienzan a habitar esa región ucraniana, una investigación sobre anfibios en Chernóbil, realizada por Germán Orizaola, de la Unidad de Investigación de Biodiversidad de la Universidad de Oviedo, en España, da cuenta de indicios sobre una posible adaptación a la radiación. Por ejemplo, Orizaola y su equipo encontraron que algunas ranas dentro de la zona tiene un color de piel más oscuro que las que habitan fuera.

Otros estudios, como uno que se publicó en Biology Letters en 2009, señala que las poblaciones de insectos y arácnidos de la zona radiactiva de Chernóbil muestran efectos negativos relativamente bajos, en comparación con las tasas de radiación en entornos naturales de otras regiones, como en Gales e Inglaterra.

Sin embargo, Orizaola, en un artículo para Popular Science, cita estudios en los que se han demostrado efectos negativos en poblaciones de insectos, que tienen vidas útiles más cortas y son más propensos a ser afectados por parásitos. Ese medio también habla sobre investigaciones que han demostrado que las aves que habitan Chernóbil muestran niveles altos de albinismo y otras alteraciones genéticas y morfológicas.

Animales

Los humanos somos peores que un accidente nuclear

A pesar de la falta de estudios concluyentes sobre el efecto de la alta radiación de Chernóbil en los animales, especialmente en la población de mamíferos grandes y medianos, los medios especializados sacan algunas conclusiones sobre la información que hasta ahora se tiene.

Algunos, como The Conversation, aseguran que la radiación puede tener efectos beneficiosos en la vida silvestre, aunque esto también puede deberse a la ausencia de humanos en la zona, lo que se traduce en ausencia de caza, silvicultura y agricultura.

En otras palabras, aunque la radiación puede que no sea buena para los animales, las actividades humanas son peores, algo que dice mucho sobre el impacto de la humanidad en el medio ambiente. Orizaola, en su artículo de Popular Science, llega a una conclusión similar que la de The Conversation e incluso afirma que la vida silvestre parece ser más resistente a la radioactividad de lo que se pensaba e incluso tiene capacidad para adaptarse rápidamente.

Esto se podría traducir en que, ante un abrupto cambio en las condiciones de la Tierra, es más posible que los animales se adapten y sobrevivan, mientras que los humanos tienen más probabilidades de perecer.

Chernóbil

De desierto a refugio de vida silvestre

Aunque no hay evidencia científica que indique que la zona de exclusión de Chernóbil es segura para los humanos, Orizaola señala en su texto que hay varios proyectos que intentan las actividades humanas en esa región, en donde el turismo ha comenzado a reanudarse, con más de 70.000 visitantes en 2018, con eventos como una fiesta de música electrónica y una instalación de arte que se presentó el año pasado en Prípiat, donde quedaba la planta nuclear. También se están realizando planes para desarrollar plantas de energía solar y reforestar.

Sin embargo, Orizaola asegura que lo mejor es mantener a Chernóbil como una reserva natural, un área de conservación que sirva de refugio para la vida silvestre, lejos de los efectos de la mano del hombre, para que la fauna y la flora sigan adaptándose y aumentando, como ha venido pasando, a pesar de considerarse por años un desierto inhóspito para cualquier forma de vida.

Chernóbil

Imágenes: Germán Orizaola y Sergey Gashchak (vía: Tree)

Fernando Mejía

Fernando Mejía

Quise ser músico, cineasta, astronauta, científico y poeta, cuando supe que solo me alcanzaba para la última, me hice periodista en el Externado para al menos escribir de todo eso y no defraudar al niño que fui.

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