Los pájaros cantores son criaturas inquietas, y los científicos han aprendido de esto para estudiar su migración. En un experimento reportado por The Verge, los investigadores colocaron un ave en una jaula equipada con sensores. Cuando la noche cae, el ave salta en la dirección en la que usualmente migraría, permitiendo a los investigadores conocer a dónde iría.
En el 2004 un laboratorio de la Universidad de Oldernbug (Alemania) el clásico experimento falló. Los petirrojos europeos que usaban los investigadores no pudieron orientarse hacia ninguna dirección. “Tratamos de cambiar la comida, la luz, las jaulas, pero nada funcionó” dijo el biólogo Henrik Mouritsen.
Por los siguientes tres años, Mouritsen y su equipo intentaron averiguar por qué los petirrojos no se orientaban. Nada parecía funcionar, hasta que uno de los científicos hizo una sugerencia: de pronto deberían bloquear la interferencia electromagnética que emanaban los equipos electrónicos del campus, solo para ver que pasaba.
Esa noche, los científicos cubrieron las jaulas con pantallas de aluminio, y en contra de todos los pronósticos, las aves empezaron a orientarse nuevamente. En ese momento los investigadores se dieron cuenta de algo que nunca habían considerado: las líneas invisibles que emiten constantemente los equipos electrónicos a nuestro alrededor están afectando la capacidad de orientación de las pequeñas aves migratorias.
Desafortunadamente, estos experimentos no determinaron qué tipo de equipos electrónicos eran los culpables. La alteración, según lo que afirma Mouritsen, “podría venir, básicamente, de cualquier cosa que se conecte“. Pero el efecto solo se presenta en las ciudades grandes o en las áreas industriales, y cerca a los campus universitarios, locaciones en las que los humanos tendemos a usar una gran cantidad de dispositivos electrónicos al mismo tiempo.
Los investigadores encontraron que la interferencia no proviene de las señales telefónicas ni de los cables de alta tensión porque sus frecuencias son o demasiado altas o demasiado bajas respectivamente. En cambio, el rango de frecuencia que parece afectar a las aves es de 2 kHz-5 MHz “originado por las señales de radio AM y por equipos electrónicos que se usan en las universidades, los negocios y los hogares” escribieron los investigadores. Además, Mouritsen explicó que “estas perturbaciones son tan pequeñas que los físicos convencionales podrían afirmar que no tienen ningún efecto“.
La contaminación electromagnética puede estar afectando las revoluciones de los electrones de una molécula llamada ‘criptocromo’, una proteína que algunos científicos creen que juega un papel fundamental en la orientación de las aves. Esto podría causar un cambio en las propiedades químicas de la molécula, haciendo que las aves pierdan todo sentido de orientación en la noche. Pero, como advierte Mouritsen, asta teoría no se ha probado.
Imagen: Tim simpson 1 (vís Flickr)
Pero, como advierte Mouritsen, “asta” teoría no se ha probado.
Pero, como advierte Mouritsen, “asta” teoría no se ha probado.