Durante muchos años los científicos han investigado los efectos de la música en el cerebro y se ha establecido, entre muchas otras cosas, que libera dopamina, un neurotransmisor que se produce a manera de recompensa y que da una sensación de bienestar. Generalmente está relacionada con actividades placenteras, como tener sexo, comer, bailar o consumir drogas.
Bajo esa perspectiva, parece lógico que queramos escuchar música, cualquier música, cuando estamos tristes. Si gracias a ellas se libera dopamina, seguramente nos hará sentir mejor y dejaremos atrás la depresión. Sin embargo, lo más lógico sería que busquemos canciones que contrarresten una sensación negativa o prolongue una sensación positiva.
O sea, si estamos tristes, lo más inteligente sería buscar canciones alegres para subir el ánimo; por el contrario, si estamos enojados, lo mejor sería escuchar canciones relajantes, y así sucesivamente. En contraste, lo más inteligente sería escuchar música alegre, como salsa, reggae o la mismísima ‘Happy’ de Pharrell Williams, si estamos felices, para mantener la sensación de bienestar.
Pero, aunque funciona así con las sensaciones de alegría, y escuchamos música movida para mantener el estado de ánimo, es todo lo contrario con las negativas: cuando estamos enojados, para canalizar la ira buscamos música agresiva y fuerte, como metal o punk; lo mismo pasa cuando estamos deprimidos, buscamos música triste, como canciones de Janis Joplin, Manuel Medrano, Radiohead, Enrique Bunbury o The Cure, por ejemplo.
Parece que inconscientemente buscamos música acorde a nuestro estado de ánimo y, lo mejor de todo es que funciona en todos los casos. Las canciones alegres nos mantienen en buen estado de ánimo y, aunque parece paradójico, un buen metal canaliza la ira y una canción triste desvanece la depresión.
Más y más da menos
Podríamos pensar que la música triste nos lleva a un desahogo, que nos relaja y nos ayuda a salir más rápido del estado de ánimo. Sin embargo, en muchos casos simplemente trae una sensación relajante automática. También podríamos suponer que las canciones tristes nos hacen notar que no estamos solos, que no somos los únicos, que hay otras personas en el mundo que han tenido el mismo dolor que sentimos y fueron capaces de convertirlo en música, y nos sentimos acompañados. Además, nos ayuda a reflexionar de manera más profunda en nuestra tristeza y a darnos cuenta de que hay una salida.
Pero hay razones más profundas, que los científicos quieren establecer. Por eso, un grupo de estudiantes de la Universidad de South Florida se dio a la tarea de analizar, por medio de un experimento, la razón por la que las personas depresivas prefieren canciones tristes. Para ello, reunieron a 38 mujeres con desorden depresivo mayor (MDD, por sus siglas en inglés) y otras 38 que mostraron tener buena salud mental.
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A cada una de esas 76 mujeres se le dio a escuchar fragmentos de canciones tristes, neutrales y alegres. Luego, debían elegir la que más querían seguir escuchando. Acto seguido, en otra fase del experimento, realizaron una novedosa tarea de selección de música emocional, en la que debían elegir sus canciones favoritas, según los niveles de emoción o energía, en ensayos de elección pareada; o sea, debían elegir entre una de dos opciones.
Los resultados del estudio, que fueron publicados en la página de la Asociación Psicológica Americana, indican que las mujeres con MDD prefirieron la música triste y de baja energía. Cuando se les preguntó por su selección, indicaron que les ayudaba a relajarse. O sea, su preferencia por las canciones tristes se debe a sus efectos calmantes y no tiene nada que ver con un intento por mantener o aumentar la depresión, como se podría pensar. Así que, si tienes el corazón roto, dale play sin temor a ‘Eterna soledad’ de Enanitos Verdes, ‘Dig’ de Incubus, ‘Let Her Go’ de Passenger o ‘Cuánto más’ de Mabiland, solo por darte unas ideas.
Imágenes: AntonioGuillem (vía: iStock).