En abril de 2025, nació en Guadalajara, México, un bebé concebido mediante un procedimiento de fertilización asistida poco común. Esta vez, una máquina controlada a distancia y asistida por inteligencia artificial (IA) fue la encargada de realizar gran parte del proceso de fecundación.
El embrión que dio origen al bebé fue creado con la técnica ICSI, sigla en inglés para “inyección intracitoplasmática de espermatozoides”. El método consiste en introducir un espermatozoide directamente en un óvulo. Este procedimiento suele ser realizado por embriólogos capacitados, bajo un microscopio y con instrumentos de alta precisión.
En este caso, un equipo de la empresa estadounidense Conceivable Life Sciences diseñó un sistema que automatiza 23 pasos del proceso. La máquina fue controlada desde Nueva York, mientras el procedimiento se realizó físicamente en una clínica de Guadalajara. Un profesional humano supervisó todo el procedimiento de forma remota.
Uno de los pasos iniciales fue la selección de los espermatozoides con mejores características morfológicas. Luego, la máquina utilizó un láser para inmovilizar uno de ellos, un proceso habitual que evita que se mueva antes de ser inyectado. Este tipo de intervenciones requieren cuidado, ya que un error puede dañar el material genético.
Después, el sistema manipuló dos micropipetas, una para sostener el óvulo y otra para insertar el espermatozoide. Estas acciones, que habitualmente exigen una gran destreza manual, fueron ejecutadas por el sistema de forma automatizada, siempre bajo supervisión humana.
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En total, se fecundaron ocho óvulos, cinco mediante la máquina y tres de forma manual; cuatro de los cinco tratados por el sistema desarrollaron embriones viables. Todos los manuales también avanzaron correctamente. No se observó una diferencia concluyente, pero el proceso permitió hacer una comparación inicial.
Un segundo algoritmo fue usado para seleccionar los embriones con mayor potencial. De los elegidos, ambos provenían del grupo tratado con el sistema automatizado. El primero no prosperó tras ser transferido al útero. El segundo sí logró desarrollarse y dio lugar al nacimiento del bebé.
La tecnología utilizada se limitó a la etapa de laboratorio. Ni la implantación del embrión ni el parto fueron realizados por sistemas automatizados. La participación de la máquina concluyó antes de que comenzara el embarazo, que fue monitoreado y atendido por profesionales médicos.
Según Jacques Cohen, director científico del equipo, la intención no es sustituir a los especialistas en fertilidad, sino reducir el margen de error en etapas que requieren alta precisión y pueden verse afectadas por la fatiga o las condiciones del entorno de trabajo. El sistema también permite que el procedimiento se supervise desde cualquier lugar.
Expertos en reproducción asistida destacan que este tipo de experimentos aún requieren validación en estudios más amplios. Joyce Harper, investigadora del University College de Londres, advierte que se necesitan más casos para evaluar si este enfoque tiene resultados comparables o mejores que los métodos tradicionales.
Por ahora, los costos de esta tecnología siguen siendo altos, lo que limita su implementación. Sin embargo, sus desarrolladores confían en que la estandarización del proceso podría reducir gastos con el tiempo, lo que permitiría ampliar su uso en clínicas especializadas.
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Este caso ofrece un primer vistazo a cómo ciertos procedimientos médicos podrían apoyarse en herramientas automatizadas sin excluir la intervención humana. El trabajo conjunto entre especialistas y sistemas tecnológicos abre nuevas posibilidades para el tratamiento de la infertilidad, sin desplazar el criterio profesional.
Aunque se trata de un caso puntual, ya es parte de una conversación más amplia sobre el lugar de la tecnología en la salud. Y sobre cómo la colaboración entre humanos y sistemas automatizados puede aportar nuevas formas de afrontar desafíos médicos complejos.
Imagen de referencia generada con IA