Por Frederic Llordachs Estamos acostumbrándonos a escuchar que las innovaciones tecnológicas de todo tipo van a hacer que el ser humano pueda vivir sin sufrimiento casi eternamente: semillas mágicas como las habichuelas del cuento, que vivan sin agua y que además sean terapéuticas, píldoras de colores que nos alarguen la vida más allá de los 200 años, terapias genéticas que acaben con el cáncer, implantes cerebrales que nos permitan trascender miles de años, que la muerte no suceda y nuestro yo consciente se quede en una nube, no celestial sino en unos servidores virtualizados.Esperamos vivir en una especie de capítulo de la serie Black Mirror que nos lleva por paradójicos desenlaces, como sucedió con el sueño de una emprendedora de San Francisco que deseaba sacar resultados analíticos sin obtener sangre con una aguja, tan sólo con un pinchazo en el dedo, lo que resultó en una estafa: el caso Theranos.. Un ejemplo que nos muestra que el dicho de Silicon Valley de “Fake it till you make it”, no puede ni debe emplearse en temas de salud. Las regulaciones son severas, y no se puede montar una empresa biotecnológica sin expertos en biotecnología, por muy egresado de Stanford o del MIT (Massachusetts Institute of Technology) que se sea.Otra noticia menos sonora pero digna de la trama de Black Mirror fue la rotura de vínculo del MIT con Nectome, la compañía que pretende descargar la mente de pacientes terminales en un computador. El principal motivo: el mensaje de esperanza excesiva que publicitaban, pretendiendo preservar la conciencia del individuo. Una vez más, es el exceso de expectativas del proyecto en algo tan delicado como la vida de uno mismo y sus seres queridos, lo que pone en alerta a los académicos.
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A pesar de estas incursiones en el Black Mirror temerario, todos deseamos que la tecnología nos permita hacer más (y mejor) con menos recursos, especialmente en temas de salud. Muchos de los retos de la OMS (Organización Mundial de la Salud) tienen como única esperanza a la tecnología. La extensión de una salud universal en un sistema público reclama sin duda medidas que solo ésta puede brindar.Se destacan a nivel mundial los pinitos que viene haciendo el NHS (Servicio Nacional de Salud del Reino Unido) con Babylon Health, sistema que combina la inteligencia artificial para obtener información real del estado de salud del paciente. Otro avance que sobresale en materia de prevención o en el seguimiento de pacientes crónicos (incluyendo la salud mental) es la incursión de la sensorización y la teleasistencia que se exploran en EE.UU y algunos países de Europa.De esta manera, poblaciones envejecidas tendrán sin duda asistentes y cuidadores digitales que sean incansables y que hayan aprendido a ser empáticos, al más puro estilo de Baymax de Grandes Héroes.
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Sin embargo, para disuadir frente a la innovación en el campo de la salud, también se habla de los malos ejemplos de Black Mirror. Tal es el caso del cibersabotaje, cuando es debido a un mal mantenimiento de versiones de software por tacañería y vagancia.Se habla de problemas de protección de datos, cuando en realidad como ciudadanos nos pertenece la gestión de nuestra información, y por tanto debemos poder decidir si queremos participar en estudios clínicos y terapias novedosas. También se cuestionan la falta de pruebas de validez clínica de la eHealth, poniendo trabas a la salud digital a gran escala, en vez de ponerse manos a la obra a testear. Es fácil y barato poner excusas para que todo se quede más o menos como está. En el fondo todo el mundo dice que quiere el cambio, pero nadie quiere cambiar. Sin duda, todos sabemos que ese cambio tan esperado llegará, porque conocemos que la tecnología lleva más de 40 años de penetración en diferentes campos y la salud será uno que, sin duda, arroje uno de los finales más felices de la temporada. Imágenes: Shutterstock