–¿Otra vez usted?
Al oír del grito del policía del barrio, la pequeña multitud lo abucheó. Él hizo un gesto de niño regañado: bajó la cabeza y trató de ocultarla entre sus brazos.
La víctima, una oficinista en su hora de almuerzo, corría detrás de él a pesar de sus tacones. Él le había rapado su celular. Ella comenzó a gritar: ‘¡cójanlo!’. Un grupo de obreros también comenzó a perseguirlo. Un guardia lo interceptó de frente y lo detuvo frente a la puerta de un edificio de oficinas.
Los perseguidores llegaron segundos después. Querían lincharlo. Los curiosos se agolpaban como palomas al rastro de pan. Le tomaban fotos y le hacían videos. Querían que la vergüenza fuera pública, buscaban un poco de justicia callejera.
A juzgar por imágenes como esas, que abundan en los perfiles de Facebook y Twitter de los bogotanos, los ladrones casi nunca se van sin un puñetazo a la nariz, un carterazo al rostro, unas patadas en las costillas o el golpe seco de un casco de motocicleta estrellado contra la cabeza. Él tuvo suerte: el guardia impidió que lo agredieran.
Su víctima también la tuvo. Otro ladrón, en otro momento y en otro lugar, no habría tenido empacho en matarla. Los asesinatos por esa causa son frecuentes en Colombia. Así de bueno es ese negocio.
Una mafia
Por fuera, los edificios de la avenida Caracas con Jiménez no son nada especial: un montón de fachadas viejas con puertas de metal, como esas que abundan en el centro de Bogotá.
Por dentro, son una especie de laberinto. Unos cuantos pasos después de la puerta, las calles que rodean los pequeños locales se cruzan entre sí y convierten al lugar en una especie de espiral, que crece hacia adentro y se hace casi inabarcable.
Allí funcionaba un bazar dedicado a los celulares. Los vendedores ofrecían a gritos los modelos más recientes, que se apiñaban en los mostradores, mientras las ‘flechas’ eran exhibidas sobre mantas en los andenes de las afueras. Algunos locales vendían minutos al por mayor; los entregaban en forma de tarjetas SIM, apiladas por cientos en pequeñas cajas de dulces. Otros ofrecían forros, audífonos y cargadores; la mayoría de ellos con logos falsos que no engañan a nadie.
Era el sitio de elección de muchos bogotanos a la hora de conseguir un teléfono a buen precio: allí iban a parar muchos de los equipos que eran robados en las calles, los parques y el transporte público de la ciudad. Pero en septiembre de 2014, la Policía se tomó el lugar y acabó con el negocio.
“Encontramos 6.500 celulares, tarjetas madre, computadores, cámaras fotográficas, estaciones de calor, tabletas y herramientas para manipular los equipos”, nos contó el coronel Hermes Javier Barrera, jefe de la Sijin –la rama de la Policía especializada en investigar a los criminales– en Bogotá.
¿Por qué los criminales se toman tantas molestias? Porque este es un negocio gigante. Los ladroncillos, los pequeños carteristas que recorren la ciudad como hormigas en busca de equipos, son solo la primera parte de la cadena. Luego están los intermediarios, que compran, modifican y venden los celulares en la misma ciudad, o fuera del país.
“Esto es una mafia. Seguro el que tiene una tienda aquí tiene una tienda en la frontera”, asegura Barrera. La razón es que los celulares que son reportados como robados en Colombia suelen ser activados en otros países, lo que los convierte en un mercado muy rentable para los criminales.
Es un negocio de 827.000 millones de pesos
Esto, junto con la demanda por equipos baratos en nuestro propio país, movió –según la Policía– 827.000 millones de pesos el año pasado. Y eso hace que el robo de celulares sea un problema criminal de marca mayor: hay que ‘lavar’ ese dinero.
“Todas las bandas criminales organizadas se cruzan entre ellas en algún momento de su cadena criminal porque necesitan legitimar el dinero producto de ese negocio ilícito. Las mafias de robo de celulares se cruzan con las mafias de lavado de activos”, explicó el coronel.
Un baile de muchos
Desde campañas de publicidad hasta operativos policiales, pasando por un intento de censo para registrar los celulares activos en Colombia, el Gobierno y la industria móvil han dedicado mucho tiempo y dinero para intentar disminuir el robo de terminales.
Las cifras han sido tercas, pero parecen estar reaccionando: las cifras de la Policía dicen que en el período entre el 1 de enero y el 6 de marzo de 2015 se reportaron 241.593 celulares robados en Colombia. En el mismo lapso de 2014, la Policía registró 339.347 dispositivos hurtados. Es decir: se han robado 40% menos equipos este año que el anterior. Entre 2014 y 2013, la disminución del robo solo fue del 20%.
Se han robado 40% menos equipos este año que el anterior
El delito no ha caído más rápido porque este es un baile de muchos. El Gobierno debe crear la reglamentación; la Policía, perseguir a los ladrones; los operadores, poner en marcha las bases de datos; y los fabricantes, aumentar la seguridad de los equipos.
Y eso solo en Colombia. Como ya han dicho los operadores, la Policía y el Ministerio TIC, Venezuela, Ecuador y Perú son grandes mercados de los terminales robados en Colombia. Y cada país debe surtir sus propios y engorrosos trámites legislativos para tomar medidas efectivas contra este problema.
El reto del Gobierno es hacer que todos estos invitados bailen la misma música. Mientras se logra, los ladroncillos siguen reincidiendo, y el miedo a ser víctima sigue en la médula del ciudadano de a pie.
Por eso muchos bogotanos tienen la precaución de no sacar el móvil en la calle, de “no dar papaya”, como dijo el propio alcalde de Bogotá, Gustavo Petro. Por eso la justicia de los impotentes, la de los carterazos y las fotos: porque, a pesar de todo esto, a la gente la siguen matando para robarle el celular.
Imagen: Ammenthorp Photography (vía Shutterstock).
Una vez en un bus escuché una conversación de un ladrón que hablaba por celular. Después de jactarse de lo fácil que era la “vuelta” en la calle 147 con novena, decía algo así como que ahora con esos celulares de más de un millón de pesos el negocio estaba mejor que nunca.
Mientras que no haya un sistema efectivo para bloquear los aparatos robados, no va a haber solución.
Muy interesante el artículo y me gusta mucho el tono narrativo.
Una vez en un bus escuché una conversación de un ladrón que hablaba por celular. Después de jactarse de lo fácil que era la “vuelta” en la calle 147 con novena, decía algo así como que ahora con esos celulares de más de un millón de pesos el negocio estaba mejor que nunca.
Mientras que no haya un sistema efectivo para bloquear los aparatos robados, no va a haber solución.
Muy interesante el artículo y me gusta mucho el tono narrativo.
«El Gobierno debe crear la reglamentación; la Policía, perseguir a los ladrones; los operadores, poner en marcha las bases de datos; y los fabricantes, aumentar la seguridad de los equipos.»
Falta un actor muy importante, los usuarios. Por favor, amplien esta campaña. Sugerencia de artículos:
1. Porque reportar todo celular robado o perdido así sea una flecha y como hacer el reporte (y comprobarlo)
2. Que opciones brindan Windows, Android y iOS para desinsentivar el robo de celulares
3. Herramientas de terceros (Aplicaciones) que restrinjan el acceso
4. Donde y como conseguir repuestos para dispositivos móviles de manera legal (trayendolos de afuera, haciendo prueba con 4 servicios, por ejemplo) (Porque una cosa es el robo de celulares para venderlo de nuevo, otra cosa es evitar que lo vendan en partes)
5. Herramientas y sitios web para reparar celulares (ifixit por ejemplo)
«El Gobierno debe crear la reglamentación; la Policía, perseguir a los ladrones; los operadores, poner en marcha las bases de datos; y los fabricantes, aumentar la seguridad de los equipos.»
Falta un actor muy importante, los usuarios. Por favor, amplien esta campaña. Sugerencia de artículos:
1. Porque reportar todo celular robado o perdido así sea una flecha y como hacer el reporte (y comprobarlo)
2. Que opciones brindan Windows, Android y iOS para desinsentivar el robo de celulares
3. Herramientas de terceros (Aplicaciones) que restrinjan el acceso
4. Donde y como conseguir repuestos para dispositivos móviles de manera legal (trayendolos de afuera, haciendo prueba con 4 servicios, por ejemplo) (Porque una cosa es el robo de celulares para venderlo de nuevo, otra cosa es evitar que lo vendan en partes)
5. Herramientas y sitios web para reparar celulares (ifixit por ejemplo)
La solución ya la tiene Apple si bloqueas el celular, tienes que cambiarle el chip para que vuelva a funcionar lo cual no creo que sea fácil, lo otro aplicado en el universo Android seria que el modo recovery tenga contraseña y con la nueva funcionalidad de 5.1 de que asi se formatee no se borre la cuenta google y siga bloqueado si se reporta serian soluciones creo que definitivas.
Aunque dificiles de implementar sobre todo en los android debido a la gran fragmentacion que existe
La solución ya la tiene Apple si bloqueas el celular, tienes que cambiarle el chip para que vuelva a funcionar lo cual no creo que sea fácil, lo otro aplicado en el universo Android seria que el modo recovery tenga contraseña y con la nueva funcionalidad de 5.1 de que asi se formatee no se borre la cuenta google y siga bloqueado si se reporta serian soluciones creo que definitivas.
Aunque dificiles de implementar sobre todo en los android debido a la gran fragmentacion que existe
El problema grave es que la gente compra más el celular por “lucirlo” y chicanear que en sí porque lo necesitan. Más de la mitad de las personas, les basta y les sobra con terminales de $300.000 cuyo hardware, es lo suficientemente potente para mover las aplicaciones básicas del mercado. La mayoría de la gente usa el celular para Facebook, Whatsapp, escuchar música y jugar juegos tipo Candy Crush, así que no me salgan que para hacer esas cuatro cositas necesitan el celular más potente.
Pero como no, la gente quiere el Galaxy S7 Edge y el iPhone 6s Plus, para hacer cuatro cositas, solo para que le miren el aparato caro así como una competencia de “quién la tiene más grande”. Suben el ego con el valor del celular. Si vieran la cantidad de ñeros que he visto con el espectacular iPhone 6, y siempre se me viene la pregunta “de dónde lo habrán robado”.
Y bueno, a todas estas ¿dónde consigo el tope de gama a un precio barato?, pues como no, en la AV Jimenez en Bogotá, en el gran comercio del celular. Donde consigues un Huawei Mate 8 en menos de 1.000.000 y que no te consta que tipo de dueño tenía.
Entonces, mientras no haya demanda, no habrá oferta, ¿qué sentido tendría para los ladrones robar celulares si estos no se vendieran?. Lo que hay acá es un problema de fondo que es meramente, falta de educación y cultura de la gente. Si la gente aprendiera a no comprar robado, el robo de celulares no sería un delito tan impactante como lo es hoy día. Mientras tanto, yo seguiré con celulares de 150.000, que básicamente solo sirven para llamar y Whatsapp, mientras no se haga algo definitivo para frenar esta mafia.