El permafrost, esa capa de suelo, arena y roca congelados durante miles de años, está comenzando a descongelarse debido al calentamiento global. Este fenómeno, que afecta regiones como Siberia, Alaska, Groenlandia y Canadá, está liberando no solo gases de efecto invernadero almacenados, sino también microorganismos, bacterias y restos de animales prehistóricos. Las implicaciones de este proceso van desde el agravamiento del cambio climático hasta la posibilidad de nuevas pandemias.
¿Qué es el permafrost?
El permafrost cubre aproximadamente el 24 % de la superficie terrestre en el hemisferio norte. Esta capa, formada por materia orgánica congelada, como plantas y restos animales, almacena más carbono del que toda la humanidad ha emitido a la atmósfera desde la revolución industrial. Sin embargo, al descongelarse, el carbono retenido se convierte en dióxido de carbono (CO2) y metano (CH4), gases que agravan el calentamiento global.
¿Por qué se descongela?
El cambio climático es la causa principal. Las temperaturas en el Ártico han aumentado casi cuatro veces más rápido que en otras partes del mundo, acelerando el derretimiento del permafrost. Se estima que, al ritmo actual, hasta dos tercios del permafrost podrían desaparecer para el año 2100, lo que desataría una liberación masiva de carbono y microorganismos atrapados.
Dentro del permafrost se encuentran bacterias y virus que han estado inactivos durante miles o incluso millones de años. Investigaciones recientes han identificado patógenos como el Pithovirus sibericum y el Mollivirus sibericum, revividos después de permanecer congelados por 35,000 años. Aunque no todos representan una amenaza directa, algunos podrían adaptarse y generar brotes en el mundo moderno.
Impacto en el cambio climático
El descongelamiento del permafrost podría provocar un ciclo de retroalimentación climática:
- El deshielo libera dióxido de carbono y metano.
- Estos gases aumentan el efecto invernadero, elevando las temperaturas globales.
- El aumento de la temperatura acelera aún más el deshielo.
En el peor de los casos, este proceso podría liberar el carbono equivalente a las emisiones anuales de países enteros durante décadas, agravando las crisis climáticas.
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Animales prehistóricos descubiertos gracias al deshielo
El descongelamiento del permafrost no solo libera gases y microorganismos; también ha desenterrado restos de animales prehistóricos en un estado sorprendentemente bien conservado. Estos hallazgos permiten a los científicos estudiar especies extintas y reconstruir partes importantes de la historia evolutiva.
Mamuts lanudos
Los mamuts son los protagonistas más conocidos del permafrost. En Siberia, se han encontrado ejemplares casi completos, incluyendo tejidos blandos, piel y pelo. Un hallazgo destacado fue el de un mamut bebé llamado Yuka, descubierto en 2010, que se encontraba en un estado tan preservado que los científicos pudieron analizar su ADN.
Rinocerontes lanudos
Otro animal emblemático encontrado en Siberia es el rinoceronte lanudo. En 2020, se descubrió un ejemplar juvenil con gran parte de su pelaje y tejidos internos intactos. Estos restos permiten entender cómo vivían estas especies y cómo se adaptaron al frío extremo de la época.
Cachorros de leones cavernarios
Uno de los descubrimientos más fascinantes fue el de cachorros de leones cavernarios, una especie extinta que habitó Eurasia hace miles de años. En 2015 y 2017, se encontraron dos cachorros, Uyan y Dina, que datan de hace más de 12,000 años. Los cuerpos estaban tan bien conservados que aún tenían bigotes visibles.
Caballos prehistóricos
En Siberia, también se han hallado ejemplares de caballos de la era del Pleistoceno. En 2018, los restos de un potro de 40,000 años sorprendieron a los investigadores por la conservación de su sangre líquida, un hallazgo único que abre la puerta a estudios sobre clonación.
Otras especies
Además de grandes mamíferos, el deshielo ha revelado restos de bisontes, lobos y aves prehistóricas. En algunos casos, estos restos permiten obtener información sobre el clima, la dieta y las interacciones ecológicas de estas especies.
Estos descubrimientos son una ventana al pasado, pero también plantean riesgos. El descongelamiento podría liberar patógenos antiguos contenidos en los restos, lo que supone un desafío para la salud humana y animal. Al mismo tiempo, el ADN recuperado de estos especímenes plantea la posibilidad de que algunas especies sean “resucitadas” mediante tecnologías como la clonación.
El permafrost, con sus secretos y amenazas, nos recuerda el impacto del cambio climático no solo en el presente, sino también en nuestra capacidad para comprender el pasado y prepararnos para el futuro.
¿Estamos preparados para enfrentar lo que el pasado congelado del planeta tiene por desvelar?
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