El Chavo del Ocho se fue para siempre de la vecindad

Y sí tengo que confesarlo, siempre cantaba como loca cada una de las canciones del Chavo.
Y sí tengo que confesarlo, siempre cantaba como loca cada una de las canciones del Chavo.

Uno de los capítulos más tristes del Chavo del Ocho es cuando se va de la vecindad y todos empiezan a recordar cómo había llegado y a revivir los mejores momentos que han vivido con él.

Y así me pasa a mí hoy cuando me entero de la muerte de Roberto Gómez Bolaño, el actor que interpretaba al ‘Chavo del Ocho’. Empiezo a recordar los momentos en los que llegaba del colegio a mi casa todos los días, me sentaba en el sofá, prendía la televisión y sintonizaba el Canal A. Justo allí, aparecía en pantalla el niño mexicano que alegraba mis tardes. Era como un ritual. Mi abuela y yo nos reíamos a carcajadas de sus ocurrencias. A veces mi hermano se unía a nosotros y no podía contener la risa. Incluso en algunas reuniones familiares nos sentábamos a verlos con mis primos.

Recuerdo que de niña siempre me hubiese gustado tener un barril para esconderme cuando estaba triste y brava con la vida. O simplemente para tener un lugar en el que pudiera esconder mis objetos más preciados. Claro que siempre pensé que ese era el lugar más obvio para esconderse, porque ‘Ron Damon’ siempre sacaba al Chavo para pegarle un puño.

Otro deseo que tuve cuando niña fue probar los tres sabores distintos de las famosas aguas frescas que parecen de jamaica, son de limón y saben a tamarindo; o parecen de limón, son de tamarindo y saben a Jamaica; o parecen de tamarindo, son de jamaica y saben a limón. También, me hubiese gustado comerme uno de los churros que hacía doña Florinda y que “sin querer queriendo” el Chavo se comió.

En el colegio, muchas profesoras se burlaban de nosotros porque cuando nos regañaban nos decían el famoso recital del Chavo: “vuelve el perro arrepentido”.

También, me hubiera gustado llamar en los momentos más difíciles al Chapulín Colorado con un “Y ¿quién podrá defenderme?” para que me ayudara a solucionar mis problemas con pastillas de chiquitolina y un chipote chillón para paralizar a mis enemigos.

Y en la adolescencia, en la época de la vida en que uno tiene tantos amores no correspondidos, me acordaba del amor que el Chavo tenía por Patty o el de la bruja del 71 por Don Ramón. Así como cada vez que Don Ramón se paralizaba cuando llegaba una nueva vecina a la vecindad. O me hubiese gustado ver la boda entre el Profesor Jirafales y Doña Florinda.

Y sí tengo que confesarlo, siempre cantaba como loca cada una de las canciones del Chavo como “Que bonita vecindad, es la vecindad del Chavo, no valdrá medio centavo, pero es linda de verdad”. También, “si eres joven aún, joven aún, mañana viejo serás, viejo serás” o óyelo, escúchalo, te está buscando a ti” o la canción que cantaba la Chilindrina “yo tengo un perrito que se llama peluchin chin chin.

Uno de mis profesores de teatro nos dijo alguna vez que Chespirito era un maestro de la improvisación y del humor, porque en muchas de las escenas todos los actores se dejaban llevar por la magia de Roberto Gómez. Recuerdo mucho el capítulo en que el Chavo rompía una y otra vez el bombillo de la vecindad, Don Ramón intentaba ponerlo y todos en la vecindad hacían parte del juego teatral y se electrocutaban. Definitivamente, como decían en su introducción, “es el programa número uno de la televisión humorística, El Chavo, interpretado por el supercomediante Chespirito”.

Creo que muchos sabíamos que los muebles eran de icopor, e incluso recuerdo que una vez me quejé con mi mamá de los efectos especiales tan pobres que tenía el programa del Chavo. “Eso es porque ese programa es re viejo”. Y sí: ella también lo había visto cuando era joven.

Siempre me pregunté ¿qué llevaba dentro de la bolsa de papel el Doctor Chapatín? ¿Serían medicamentos, comida o trago? Creo que ese fue el misterio al que nos condujo Roberto Gómez Bolaños en todas sus series. Sinceramente, esperé que en algún momento aparecieran los papás del Chavo, pudiésemos conocer de verdad la casa de la Bruja del 71 o ver el cheque que Don Ramón le pagaba al Señor Barriga por los 14 meses de renta que le debía.

También, recuerdo que una vez una amiga me dijo: “Ximena, a usted le pasan cosas como al Chavo del Ocho”. ¿Lo diría por las caídas del Chavo? ¿Por los errores que siempre cometía cuando pintaba, estaba en la peluquería, realizaba tareas de tintorería o cuando cocinaba?

Una vez hice una obra de teatro interpretando a una bruja y nos copiamos del capítulo en que la bruja del 71 realiza una sesión de espiritismo en la que invoca a los espíritus ‘chocarreros’, que decían que sí con un golpe y que no con dos golpes.

Pero hoy, tristemente para muchos de nosotros que guardamos un montón de recuerdos, es verdad. Roberto Gómez Bolaños, el actor que interpretaba al Chavo del Ocho dejó la vecindad para siempre. Adiós.

Imagen: Captura de pantalla Youtube. 

Ximena Arias

Ximena Arias

Desde pequeña, el diario El Tiempo llegaba a mi casa. Siempre sentí una curiosidad enorme por ese pliego de papel que mis tías, mi mamá y mi abuela, especialmente ella, leían apasionadamente. Luego, me atreví a crear un periódico llamado “El grito” en el Colegio Cardenal Pacelli, institución en la que finalicé mis estudios de bachillerato. Así, comenzó mi gran pasión por el periodismo y los medios de comunicación. Intenté estudiar ciencias políticas, pero creí que el tiempo no me alcanzaba para tanto. Sin embargo, continúo amando este tema tan polémico. Ahora en enter.co quiero investigar sobre las consecuencias políticas y sociales de la tecnología. También, desde pequeña, crecí con las palabras de mi abuela quien decía que había estudiado sociología para saber las razones de la pobreza y la desigualdad en Colombia. Por esto, bajo su influencia, decidí estudiar la misma carrera en la Universidad del Rosario. Aún en proceso de grado.

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