Sigo reponiéndome del SOFA 2022. Esta es mi excusa para que el artículo llegue tarde y en esta ocasión no haya videos o galerías de fotos de Cosplay (para la próxima, prometo). Puede ser que después de los 30 ya no hay gasolina para este tipo de eventos, que la pandemia me dejó con la resistencia de un octogenario o que se pasó muy bueno. Estoy muy cansado para encontrar la respuesta.
SOFA 2022 es el primer SOFA después de la pandemia. La mayoría estará de acuerdo (incluso los mismos organizadores del evento) de que el evento del año pasado era poco menos que una sombra de la feria que conocemos los otakus y ñoños de antaño. ¿Lo extrañamos? Sería mentira decir que no. Pero la pandemia no nos quitó el sentido de la crítica.
Esto es lo bueno y lo malo de SOFA 2022 (regresando después de la pandemia).
Lo bueno de SOFA 2022
Espacios únicos y diferentes
Voy a comenzar por aplaudir los esfuerzos de SOFA este año por ofrecer espacios que celebraran la cultura que reúne, pero hacerlo de manera única.
El salón de exposiciones era una maravilla. El recorrido por la historia del anime, la exhibición de mechas y de modelos de robot, el juego de los ojos de anime o también la exhibición de banners de anime. En lo personal, mi favorita fue la muestra de autores del manga (que por alguna razón tenía también directores de cine y anime, si me dejan ser cansón), que, además, vi bastante en redes sociales.
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El gran salón también estaba lleno de estas exposiciones curiosas, de estas celebraciones a los personajes de nuestra infancia que servían para despertar nuestra admiración, curiosidad o para tomarse fotos con un mural del Gato Felix. Y, a diferencia de los anaqueles comerciales de la Comic Con, estas exposiciones se sentían como algo más que un pedazo de cartón para tomarse una foto (y cobrar por ello). Era divertido pasear por ellos, reconocerlos y asombrarse con la creatividad a la que puede llegar SOFA.
Para los Cosplayers
También me alegró ver que SOFA está tomando lecciones de otras ferias y ha habilitado más espacios para que los cosplayers puedan lucir o aprovechar sus creaciones. Además de que una buena parte del gran salón estaba dedicado a ellos, también contaban con un espacio para tomarse fotografías (la fila era enorme, pero era algo de esperar a final de cuentas).
Es bueno que SOFA entienda que los cosplayers son la vida del evento. Están aquellos que asisten para lucir los trajes en los que han trabajado por meses, pero también aquellos que quieren tomarse una foto con sus personajes favoritos (¡mil gracias a la persona disfrazada de Guts que me dejó alzar la Dragon Slayer!).
Arte digital (pero mejor no lo llamemos Metaverso)
Con menos ganas entré al salón del Metaverso, no solo porque la fila era interminable, sino porque el nombre de Metaverso hasta el momento tiene más que ver con ideas gaseosas que nadie entiende y la sensación de que hasta lo digital se debe privatizar (dos cosas que no me suenan como planes del SOFA). Para mi sorpresa me encontré con una exhibición asombrosa que abrazaba la idea de lo digital al utilizar códigos QR para una experiencia diferente.
Aplaudo los esfuerzos de SOFA en reconocer lo virtual dentro de su celebración del Geek. Es en los foros donde nos conocimos, es fan art lo que más compartimos y es en la Internet que vimos nuestros primeros animes. ¡Bravo por su iniciativa de llamar artistas digitales para hacer parte del evento!
Pero en serio. Cambien el nombre de Metaverso. No quieren tener esa marca en particular asociada.
Lo malo de SOFA 2022
La agenda académica… ¿se murió?
Con tristeza veo como SOFA ha matado los pocos espacios académicos que le quedaban. Ya era complicado recordar que había pequeñas conferencias y charlas… ahora menos que nadie se enteró si las hubo (¿las hubo?). Me duele, porque estoy seguro que voluntarios no faltan. Personas que quieran hablar de anime, de manga, de cosplay. Grupos de fans que buscan reunir nuevos miembros, encontrar aliados en esos hobbies oscuros o simplemente compartir sobre aquello que aman.
Un pabellón con muchas sillas y una tarima. Sin el ruido de los stands de videojuegos (que es mi próximo punto), sino dedicado a que las personas puedan tomarse un tiempo para sentarse, descansar las piernas después de mucho caminar y de pronto disfrutar de una buena charla (mejor si pueden ser diferente en simultaneo, ya Campus Party probó que se puede hacer).
La zona de videojuegos: un desastre
La experiencia del gran salón era el placer del cosplay, con el dolor de cabeza de la zona de videojuegos.
De manera sencilla: era intransitable e imposible de visitar. Tener a tantos expositores en un espacio tan pequeño hacía que los pasillos del evento se convirtieran en callejones sin salida. No había manera de caminar, mucho menos de ver qué rayos estaban exponiendo.
Esto por no mencionar el ruido de al menos tres diferentes stands, a cada lado, con música a todo volumen o los parlantes al máximo intentando apagar el ruido de los otros torneo o partidas al lado. Una lástima, porque detrás de toda la bulla había un espacio dedicado a los juegos y desarrolladores colombianos que era casi imposible de encontrar, escondido detrás de ese infierno que eran los puestos de las marcas de tecnología.
Inseguridad: para arriba
SOFA nunca ha estado ajeno de los ladrones. Cualquier veterano sabe que las maletas van cerradas, los celulares a la mano y las billeteras hay que tenerlas dónde sea difícil sacarla. Pero Corferias debería al menos garantizar que sus exposiciones y vendedores tengan algún tipo de garantías.
Me enteré, por ejemplo, que varios elementos de la exposición artística fueron robados (algunos, por ejemplo, no pudieron disfrutar del banner con los logos piratas de la tripulación de One Piece). También escuché quejas de varios vendedores que tuvieron que lidiar con personas que de frente estaban robando la mercancía, aprovechando el caos del evento, sin tener alguien que pudiera ofrecer el mínimo de apoyo.
Entiendo que en estas ferias el tema de seguridad es complejo. Pero SOFA debería ofrecer un poco más de garantías, para que al menos expositores y vendedores no tengan que sufrir tanto. Es el mínimo que pedimos.
Imágenes: Archivo ENTER.CO