Carlos Andrés González Giraldo
Probablemente nunca habías oído hablar de Tár hasta que fue nominada a mejor película en los recientes premios Óscar. O quizás la viste y te pareció confusa y difícil de entender. Es entendible porque la película no pretende dar un mensaje claro. Tár toca temáticas que vivimos y enfrentamos en la actualidad. Pero las aborda como son: complejas y lejos de un simple blanco y negro o de tener una simple resolución.
Tár, escrita y dirigida por Todd Field, nos muestra la historia de Lydia Tár (interpretada por Cate Blanchett), una de las mejores compositoras y conductoras de orquesta. Su vida parece estar en la cúspide al convirtirse en la primera mujer en dirigir una importante orquesta alemana. Pero su personaje afronta un descenso sútil cuando distintos escándalos de abuso en su contra empiezan a crecer.
La primera temática que la película retrata es el polémico debate de separar el arte del artista y la cultura de la cancelación. ¿Está bien disfrutar la música de Michael Jackson? ¿O sentarse a ver House of Cards, protagonizada por Kevin Spacey, acusado de abuso sexual? Lydia, por supuesto, aboga por esta separación pues tiene el afán de ser recordada por su talento y no por su persona. Esto se intensifica a medida que los escandalos aumentan y su caída es inminente.
Pero el debate no tiene una respuesta sencilla. Hay una escena en la que Lydia discute el tema con un estudiante (que además es uno de los momentos más memorables de la película al ser un solo plano que dura diez minutos completos). El jóven se niega a interpretar una pieza de Bach, pues considera que el carácter misógino del compositor cisgénero blanco va encontra de su moral como persona. Lydia, por el contrario, invita a valorar y aprender de la música de talentos pasados y cuestiona el quién decide quien es digno de ser valorado o no; la cultura de la cancelación que podemos ver a diario en Twitter. En medio de la frustración, Lydia retoma su posición de poder para arrebatar el liderazgo del debate y exponer al joven estudiante bajo un argumento de hipocresía. Y al final no queda muy claro quién tiene la razón. La compositora presenta puntos lógicos y congruentes, pero a la vez el jóven es libre de interpretar o extraer lo que quiera.
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Ese poder que Lydia Tár retoma en el debate es otro de los aspectos fundamentales en torno de los cuales gira esta película. Siendo una alta figura mundial en su campo, ella tiene una posición de poder innegable. Pero lo que hace con él es lo interesante. Parece demostrar que quien tiene poder innevitablemente pasa por encima de otros. Con la misma facilidad como maneja su orquesta, Lydia maneja a los personajes a su alrededor. Nos hace preguntar si es posible evitar esto y si en realidad depende de quien sea el que está en la cima. La película hace la reflexión aún más evidente invirtiendo los papeles, pues no es el típico personaje hombre blanco heterosexual el que abusa de su privilegio.
Por otro lado, la actuación de Blanchett es excepcional, transmitiendo con gran sutileza la complejidad de su personaje. Si van a verla, basta con prestar atención al lenguaje corporal; la suavidad de sus expresiones faciales y el movimiento de sus manos retratan afinadamente el accionar de una directora de orquesta. Al principio es fácil empatizar con ella pero, a medida que nos adentramos más en su interior y en la historia que se va desarrollando, nos vamos dando cuenta de sus puntos oscuros. Pero, ojo, ella, como la película, también es un personaje complejo. No es una villana de entrada. Así como abusa de unos, es noble con otros.
Es difícil entender como Tár se fue con las manos vacías de los Oscares. Aunque el mundo está lleno de matices, muchas veces a las personas les parece más fácil verlo en blanco y negro. Porque nos gusta la simplicidad y las respuestas. Y esto pasa, por ejemplo, en la política. Quizás por eso esta película es difícil de ver. Pero si le dan una oportunidad de verla, podrían encontrar lo fascinante que es.
Imágenes: Universal Pictures
