Tengo una tía bastante goda y muy crédula que debe pensar que yo la estoy matoneando en WhatsApp. En un grupo en el que están mis familiares, ella se la pasa compartiendo noticias falsas. Que el Gobierno les va a quitar plata a los pensionados para financiar a las Farc, que estos días vamos a tener un terremoto en Bogotá (parece que ella no sabe que es imposible predecirlos), que el rector de Eafit dio tal discurso en el que dijo esto y lo otro (cosas que ella casualmente comparte)… Y en cada ocasión, yo entro a Internet, busco la noticia real en donde se desmiente la falsa, la publico en el chat y le pido que deje de mandar pendejadas. No lo hago por maldad, sino porque está desinformando a mi familia. Y quizá mi tía esto sí no lo crea, pero a punta de desinformación por Internet se puede lograr lo que sea. De pronto hasta ganar la presidencia de Estados Unidos.
En los últimos días, analistas de diversas áreas se han devanado los sesos para tratar de entender por qué Donald Trump ganó la presidencia del país más poderoso del planeta, pese a sus mentiras, su racismo, su sexismo y su incontinencia verbal. Y muchos están posando los ojos en Facebook, que también es dueña de WhatsApp e Instagram.
Se acusa a Facebook de haber influido en el resultado de las elecciones, para mal, y entre los argumentos hay varios difíciles de rebatir. El primero es que Facebook actúa como una descontrolada caja de resonancia en la que se comparten mentiras que luego nadie puede atajar. Un ejemplo es la noticia falsa de que el papa Francisco había anunciado su respaldo a Trump. Según el diario The New York Times, esa noticia se compartió un millón de veces, y fue visible para docenas de millones de personas.
La noticia suena tan graciosa que es curioso que alguien la hubiera creído (mi tía la habría compartido), pero el problema está en que el conocimiento en general se ha venido degradando en la medida en que la dieta informativa de las personas se consume principalmente a través de las redes sociales. Para los que visitamos directamente los sitios de los medios de comunicación, es sorprendente cada vez que, al preguntarle a alguien la fuente de una noticia que está mencionando, la respuesta es: “Me llegó por Facebook o WhatsApp”. Y lo dicen como si eso no tuviera nada de raro. Ellos no notan que, incluso aunque estén recibiendo noticias reales, no están viendo la película completa, sino que están recibiendo una versión filtrada: la de gente que piensa como ellos.
Facebook actúa como una descontrolada caja de resonancia en la que se comparten mentiras que luego nadie puede atajar.
De hecho, ese es el segundo argumento en contra de Facebook: que esa red social –y también Twitter– crea una especie de burbuja, que además actúa como un filtro que solo deja pasar ideas que refuerzan las propias. En otras palabras, uno suele seguir o tener como amigas a personas que tienen ideas similares. Y cada vez que el usuario da ‘like’ en las publicaciones de esa gente, o en las noticias que Facebook le muestra, refuerza el ciclo porque le siguen llegando informaciones del mismo tipo, dejando por fuera las demás. Así, la visión del mundo se reduce bastante; deja de ser panorámica, de tener contexto, y se vuelve pequeña y sectaria.
Mark Zuckerberg dijo que era una locura afirmar que su red social había influido en el ascenso de Trump, pero estaba hablando de dientes para afuera. El diario The New York Times reveló que, en la misma noche de las elecciones, cuando se hizo evidente que Trump iba a triunfar, varios directivos de Facebook tuvieron una conversación privada por chat, en la que se preguntaron hasta qué punto Facebook había influido en el resultado. El diario también habló de la preocupación que muchos empleados de Facebook tienen por la difusión de información falsa en su red social.
Lo paradójico es que ni siquiera es culpa de Facebook, ni de Zuckerberg, quien es de ideas liberales. La red es víctima de su propio éxito, y de sus algoritmos. Facebook se vio envuelta en una polémica en mayo cuando se supo que empleados suyos estaban censurando informaciones de corte conservador en los trending topics. Aterrado por ese pecado, Zuckerberg echó a todos los editores humanos, y dejó esa labor en manos de los algoritmos, pero ahora las noticias falsas aumentaron, según el diario inglés The Guardian.
Otro argumento que se ha dado estos días es que cada día parece más evidente que los hechos y las verdades pesan menos que los sentimientos cuando se trata de una elección. Y movilizar gente a punta de emociones hacia las mesas de votación es mucho más fácil hoy por cuenta de las redes sociales. El resultado del Brexit en el Reino Unido y el triunfo del No en el referendo por la paz en Colombia son otros ejemplos.
Y esa nueva realidad tiene un riesgo grande. No hay que olvidar que algunos de los peores tiranos y sicópatas han llegado al poder por votación popular. A Hugo Chávez lo eligieron democráticamente. Y fue gracias a que el partido Nazi tuvo gran éxito en varias elecciones legislativas que Adolfo Hitler pudo presionar a Hindenburg para que lo nombrara canciller en Alemania.
Por eso me preocupa tanto que mi tía no entienda cómo se manipula la información en la era de Internet. Pero quizás a ella le tranquilice saber que no está sola.
Imagen: ThinkStock
Excelente información. Voy a guardar este artículo en mi memoria para algún día mostrárselo a una tía que comparte muchas mentiras de este tipo (Comparte a cada rato memes creados manipuladores “furibistas#) en Facebook. Por eso casi no entro en esa red social, ya que prefiero evitar herir susceptibilidades
Buen articulo..totalmente identificado con las apreciaciones y comentários.la triste realidad de Hoy es que la mayoria crer mas en los chismes que en la justa realidad
Excelente articulo. Anotado para enviarlo a unos familiares que les encanta los mensajes de cadenas falsos. Me espera un mar de arena.
Y hasta los grandes medios caen…..Lo que pasó con la revista semana cuando publico que Pekerman había renunciado a la selección porque una cuenta falsa lo publicó.