La gran deuda que dejó Diego Molano Vega

Diego Molano Vega fue, sobre todas las cosas, un ejecutor titánico. Eso explica su popularidad y las expresiones de pesar tras su retiro: Colombia es un país de funcionarios demorones y manilargos, y la gente siempre agradece que sus impuestos, de vez en cuando, paguen el sueldo de alguien eficiente.

Eso también explica que su mandato haya tenido aureola. Molano se llenaba la boca con sus logros; los enumeraba como un niño recitando la lección y los publicitaba cada vez que podía, siempre con la misma voz de pecho.

El coro resaltó especialmente dos de ellos: las cientos de miles de tabletas que entregó en todo el país, y la contratación de una red de fibra óptica que atraviesa el país y conecta a más de 1.000 municipios. Pero estos logros, mirados con lupa, también revelan la miopía del exministro.

Puede que casi todos los municipios tengan un cable de fibra óptica en algún punto de su territorio. Pero eso no quiere decir que su población esté conectada. En muchos de ellos, la única manera de entrar a internet es una red inalámbrica en la plaza del pueblo, o, acaso, el punto Vive Digital del municipio: una especie de café internet público y abierto a la población, en el que unos pocos equipos deben bastar para decenas o cientos de personas.

Molano era muy bueno con los fierros, pero muy torpe con los aspectos más finos de su gestión

Las tabletas, por muchos años, fueron pantallas casi vacías. Se supone que el Ministerio no las entregaba sin formar a los maestros, pero la escasez de contenidos pensados para los estudiantes –en territorios que no están conectados– las convirtió en juguetes costosos y obsoletos. Molano solo se preocupó por eso hasta su cuarto año en el Ministerio, cuando los primeros dispositivos que entregó ya servían para poco.

La impresión que quedaba era que Molano era muy bueno con los fierros, pero muy torpe con los aspectos más finos de su gestión: ‘la última milla’ quedó sin recorrer: casi el 100’% de los municipios están conectados, pero solo el 50% de los hogares. La filigrana de los contenidos hasta ahora comienza a tejerse. Los dilemas de la vigilancia y la seguridad fueron manejados con modos burdos de policía, y las justas objeciones de académicos, activistas y usuarios fueron escuchadas con sospecha y, luego, ignoradas. La educación, que debería bailar una delicada coreografía con las TIC, fue una nota al margen.

Y el mismo Molano lo admitió. Horas después de su renuncia, ya sin la corbata de ministro, dijo en público que “los colombianos tienen pocas habilidades TIC”. Desde la clase dirigente hasta los muchachos recién desempacados a la universidad, muy pocos colombianos saben cómo usar la tecnología para solucionar los problemas.

Y, ¿de qué sirve tanta tecnología si la gente no sabe usarla? Ahí está el reto de David Luna.
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Les pedimos a seis firmas cercanas al sector de la tecnología y la comunicación que analizaran la gestión del exministro Diego Molano Vega: Los periodistas Guillermo Santos –cofundador de ENTER.CO– y Camilo García, que tienen visiones diametralmente opuestas sobre el mandato de Molano. El desarrollador Juan Pablo Buriticá y el académico e ingeniero Javier Preciado, quienes nos presentan miradas más técnicas sobre los méritos y decepciones de la gestión del exministro. Finalmente, la antropóloga Catalina Ceballos, una de las grandes conocedoras y defensoras de la radio pública en Colombia, nos ofrece un perfil de un sector que mereció más vitrina en estos cinco años.

Creo que, juntos, estos seis textos perfilan con profundidad y agudeza el período de Molano a cargo del Ministerio. Al mismo tiempo, le muestran una carta de navegación al entrante titular de la cartera, David Luna. Los invitamos a leerlos aquí, a compartirlos y a seguir esta conversación, que creemos muy relevante en estos momentos de cambio.