Mientras escribo esta columna, veo desde la ventana de mi estudio a cientos de personas que caminan por una de las principales avenidas de Bogotá, en una noche particularmente fría. Ellas no están marchando contra el Gobierno. Llevan varias horas caminando hacia sus casas porque no tienen otra opción. Transmilenio está bloqueado por las marchas de protesta que ya completan varios días en el país, y por eso están regresando a pie desde sus trabajos.
No sé si esas personas están de acuerdo con las marchas, y ese no es el tema de esta columna. De lo que sí estoy seguro es que muchas de ellas se hubieran podido quedar a trabajar en sus casas, tal como los periodistas que escribimos en este portal, que llevamos varios días encerrados sin que nuestro trabajo sufra traumatismo alguno.
Pero las marchas y los paros son coyunturales. En unos días serán un recuerdo. Mi punto es que de todas formas Bogotá seguirá siendo la ciudad caótica en donde desplazarse es una tortura. Cualquier desplazamiento seguirá tomando una o dos horas simplemente porque las vías ya no dan abasto para tanto carro, moto, bicicleta y patineta. Y en unos años tendremos metro y será igual, tal como en muchas ciudades que tienen incontables opciones de transporte y siguen congestionadas. La única solución real es que nos tomemos en serio el teletrabajo.
Como llevo una década teletrabajando varios días a la semana, sigo sin entender por qué las compañías del país todavía trastean todos los días a todos sus trabajadores hasta una oficina en donde producen menos de lo que harían en sus casas. Hace unos años era entendible: las conexiones a Internet en Colombia eran lentas y muchos procesos de las empresas no se manejaban en la nube. Pero eso cambió, y además hay docenas de aplicaciones que facilitan el trabajo remoto, la colaboración y el seguimiento. La única barrera hoy en día es cultural.
* Encuentra más información sobre teletrabajo en este enlace.
Es claro que no toda la gente puede teletrabajar porque hay labores que son presenciales. Pero muchas personas solo trabajan con información, con datos, sentadas todo el día frente a un computador, y aun así hay gerentes y jefes que necesitan verlas a su lado todos los días, en una oficina en donde las interrupciones hacen poco eficiente su labor.
Me inclino a pensar que las personas que no pueden enviar a su gente a trabajar a sus casas no solo lo hacen porque están ancladas mentalmente en el siglo pasado, sino también porque no saben cómo medir y evaluar el trabajo de sus empleados. Si lo tuvieran claro, no tendrían problema en que esas tareas se hicieran desde cualquier lugar, pues solo se fijarían en lo que importa: los resultados. Y los beneficios serían enormes.
Las enormes ventajas del teletrabajo
En el 2016, según Forbes, 50 por ciento de los estadounidenses tenían trabajos que les permitían dejar de ir a la oficina. Y un estudio analizó qué pasaría si esas personas comenzaran a trabajar en sus casas la mitad del tiempo. La respuesta: la economía de ese país tendría beneficios por valor de 700 mil millones de dólares al año, por los ahorros en energía, combustible, etc., pero también por los aumentos en la productividad. Además, se ahorrarían 90 mil muertos o heridos en accidentes de tránsito, 640 mil barriles de petróleo al año y 54 millones de toneladas de emisiones dañinas para el medio ambiente (el equivalente a sacar de las vías 10 millones de autos).
Imagine cómo sería Bogotá si la mitad de la gente no se desplazara a su trabajo cada día… Las vías estarían desocupadas, no habría trancones, los desplazamientos tomarían 20 o 30 minutos, habría poca contaminación, la gente podría subirse a un Transmilenio en hora pico sin tener que abrirse paso a codazos y tendríamos dos o tres horas más al día para trabajar, leer o hacer ejercicio. Ganaríamos tiempo, nuestro único recurso no renovable y por eso el más valioso, y ahorraríamos en estrés, gastos de transporte y almuerzos. Y las empresas ahorrarían en arriendos y en servicios públicos, entre otros.
Las ventajas son tan grandes que es difícil entender por qué el Gobierno no promueve esta modalidad de trabajo, en lugar de vivir sufriendo por la falta de recursos para construir sistemas de transporte que nos permitan seguir moviendo átomos hasta las oficinas. Lo que debemos mover son los bits que hoy son la esencia del trabajo diario de una gran cantidad de personas.