En repetidas ocasiones hemos informado acerca de las múltiples herramientas que se han podido construir con base en la Inteligencia Artificial (IA). Aunque algunas de ellas permiten crear imágenes con solo una frase, otras pueden crear diapositivas en minutos, hay algunas que no son utilizadas precisamente para hacer el bien, de hecho, son usadas para estafas.
Tal es el caso de los sintetizadores de voz, que hoy cuentan con grandes mejoras gracias a la inteligencia artificial. Lamentablemente, los estafadores se han armado de esta herramienta para engañar a cientos de personas.
La dinámica es sencilla: los delincuentes crean un diálogo en segundos con ayuda de la IA, de manera que quede con el tono y timbre de voz de algún familiar de la víctima. Les hacen creer que su familiar necesita dinero y como la víctima “está escuchando la voz de su familiar” les cree y hace la consignación. Lo único que necesitan los estafadores para generar la voz de una persona es una grabación de 30 segundos.
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Tal y como recogen nuestros colegas de Washington Post, las estafas telefónicas en las que se imita la voz de otras personas significaron pérdidas de 11 millones de dólares, tan solo el año pasado en los Estados Unidos. ElevenLabs es una de esas herramientas que cuesta entre 0 y 330 dólares al mes, con la que los estafadores pueden replicar voces con muestras cortas.
Los padres del abogado Benjamin Perkin fueron algunas de las víctimas que cayeron en la estafa telefónica el año pasado. En primer lugar, los delincuentes hicieron una llamada a los padres (con la voz de Benjamin) para decirles que los quería y que iba necesitar un poco de dinero. En una segunda llamada, los estafadores pidieron que a los padres que les transfirieran 15.000 dólares en Bitcoin para un juicio que tendría Benjamin ese mismo día. Los padres, creyendo que hablaban con su hijo, transfirieron el dinero y desde entonces no han podido recuperarlo.
Algunos expertos aseguran que las fuerzas del orden, los tribunales y reguladores no cuentan con las herramientas suficientes para controlar esta creciente amenaza. Por ejemplo, seguir el rastro de las criptomonedas no siempre es posible, así mismo, el origen internacional de las llamadas puede complicar su rastreo. Por último, tampoco existen precedentes legales que permitan responsabilizar a las empresas detrás de este tipo de herramientas.
Imagen: Andrea Piacquadio vía Pexels