¿Ustedes conocen a alguien que no use WhatsApp? Es uno de los pocos servicios en el mundo que tiene más de 1.000 millones de usuarios activos –que no es lo mismo que 1.000 millones de cuentas registradas–, y en buena parte del mundo su uso es casi ineludible. Según cifras del Global Web Index, la app es usada por el 66% de todos los usuarios de internet móvil en Latinoamérica, el 33% de los europeos y el 63% de quienes viven en Oriente Medio o África.
Es bastante probable que a la inmensa mayoría de esas personas poco les importe si su app predilecta cifra sus conversaciones, o si toma medidas adecuadas para proteger su privacidad.
De hecho, hace unos meses, criticábamos a WhatsApp porque sus políticas de seguridad no estaban a la altura. Decíamos que, mientras otras apps cifraban todas las conversaciones, la más popular de todas no lo hacía del todo, ni informaba por cuánto tiempo éstas estaban almacenadas en sus servidores. Eso ponía en duda si de verdad estaba preocupada por la privacidad de sus usuarios, pero es evidente que eso no había sido obstáculo para su crecimiento.
¿Por qué, entonces, WhatsApp se preocupó por implementar nuevas medidas de seguridad?
En parte, tiene que ver con su nuevo modelo de negocio. Si la aplicación quiere convertirse en un canal viable para que las personas hagan transacciones, debía mejorar su seguridad. La banca electrónica tiene estándares muy estrictos para todos sus canales, y una aplicación sin ninguna medida de cifrado o anonimización no podía cumplirlos.
Las apps populares no suelen tener las mejores medidas de seguridad
Pero también porque la privacidad se convirtió en parte de la agenda para estas aplicaciones. Entre todos los servicios más populares de comunicación, iMessage, de Apple, era el único que cumplía con la mayoría de medidas que la Electronic Frontier Foundation (EFF) considera como buenas prácticas de privacidad. Esta organización civil de derechos digitales clasifica a las apps de mensajería según sus herramientas de protección a la privacidad y viene haciéndolo hace un par de años.
Por eso lo de WhatsApp es tan importante: les va a poner presión a Facebook Messenger, Skype y las demás para mejorar sus estándares. La seguridad –al menos, un grado básico de seguridad– ya no va a ser algo solo disponible para los pocos paranoicos que bajan una app de nicho y convencen a los demás de que hagan lo mismo.
La privacidad importa
Desde las revelaciones de Edward Snowden y el reconocimiento de que las autoridades de todo el mundo buscan activamente información en las conversaciones digitales de todos nosotros –criminales o no–, las herramientas de protección de la privacidad se volvieron un asunto importante para los desarrolladores y los usuarios de estas apps.
Aparecieron aplicaciones especializadas en proteger el anonimato y el contenido de los chats, como Silent Text o Cryptocat. Otras, como Telegram, se promocionaban como defensoras de la privacidad a pesar de que en realidad sus herramientas no eran demasiado sofisticadas.
La seguridad vende
Además, la pelea del cifrado entre Apple y el FBI dividió a los usuarios, y mostró que a una porción significativa de ellos sí les importa su privacidad. Que la compañía de la manzana haya sido señalada de usar esta escaramuza como una herramienta de mercadeo muestra que la seguridad de los usuarios está comenzando a pesar en las decisiones de compra de los consumidores.
Con el cifrado de WhatsApp, la privacidad de cientos de millones de personas en el mundo ahora estará mejor protegida. Y con suerte, algunas de ellas van a comenzar a hacerse preguntas sobre la seguridad de los servicios que usan. Eso va a hacer que la seguridad comience a ser una necesidad para muchos consumidores.
Imágenes: endermasali, Maksim Kabakou (vía Shutterstock).