¿Está bien pedirles a las empresas de tecnología que violen la privacidad de sus usuarios por motivos de ‘seguridad nacional’? ¿Se justifica que todos los usuarios de internet entreguemos nuestro derecho a la privacidad si eso puede evitar un ataque terrorista y salvar vidas? Llevamos bastante tiempo haciéndonos ese tipo de preguntas. Pero, en este año que comienza, esta será una cuestión más urgente que nunca. Lo será por varias razones.
En primer lugar, el mundo occidental se siente amenazado. El enemigo de turno es un grupo islamista para el que internet no es un lugar extraño. ISIS usa la red para reclutar, hacer propaganda y comunicarse. De hecho, utiliza las mismas herramientas que el resto de la humanidad: apps de mensajería, Twitter y YouTube.
En segundo lugar, los ciudadanos somos cada vez más conscientes de que nuestra privacidad en internet es importante y está en riesgo. Desde las revelaciones de Edward Snowden, sabemos que los gobiernos del mundo tienen la seria intención de tener acceso a todo lo que viaja por internet.
Este no es un problema exclusivamente estadounidense, o de unos pocos países desarrollados. En países como Colombia y México, las fuerzas del orden y los gobiernos han estado aumentando fuertemente sus capacidades de rastreo e interceptación telefónica y de datos móviles, muchas veces cubiertos por la oscuridad de los presupuestos destinados a la inteligencia.
ISIS usa las mismas herramientas que el resto el mundo
En la medida en la que nos conectamos más, cada vez más partes de nuestra vida íntima ocurren en la red. Por eso, la presión de algunos segmentos ciudadanos por mantener la privacidad de la red se hace más fuerte, y la causa gana aliados cada día.
En tercer lugar, estamos en año electoral en Estados Unidos. Los asuntos tecnológicos de ese país tienen repercusión mundial. No solo porque los servicios más usados en el mundo son de allí y deben cumplir con su regulación, sino también porque las discusiones estadounidenses sobre regulación tecnológica tienden a replicarse en el resto del mundo.
Este se convirtió en un tema de campaña. Y ya desde los primeros debates de los partidos, los candidatos han dejado claras sus posiciones. En uno de ellos, Donald Trump, quien lidera por el momento la campaña por la nominación republicana, dijo que está de acuerdo con “cerrar las partes de internet donde está ISIS”, de modo que el grupo islamista no pueda usar la red para sus operaciones.
John Kasich, otro candidato republicano, fuee al grano: “hay que solucionar el problema del cifrado”. ¿A qué se refiere?
El ‘problema del cifrado’
Siempre que ocurre un ataque terrorista, alguien dice que los culpables usaron telecomunicaciones cifradas para planear la acción. Ocurrió con los ataques en París de noviembre, y ocurrió en los de San Bernardino (California) en diciembre. En el caso de París eso fue desmentido, y en el de San Bernardino, no se ha encontrado evidencia.
Es fácil ver por qué se dice eso, y por qué esas versiones reciben tanta atención. A las autoridades no les gusta que los ciudadanos puedan usar fácilmente servicios de comunicación cifrada. Aun en el caso de que lograran interceptar sus comunicaciones, lo que verían sería un código ilegible. Para poder obtener el mensaje real, necesitarían tener la clave de cifrado. Eso, aseguran, les impide prevenir ataques terroristas.
Pero hay una buena razón por la que los servicios de mensajería cifran la comunicación de sus usuarios. Si no lo hicieran, no podrían garantizar que el único que recibe el mensaje sea el destinatario.
Esa expectativa de privacidad es un derecho consagrado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en la Constitución de la mayoría de países democráticos. Además, es vital para que los usuarios sientan confianza a la hora de usar los servicios.
La solución que se les ocurrió a los políticos y a los policías es presionar para que las empresas de tecnología les den alguna forma de acceder a esas comunicaciones; bien sea las llaves de cifrado o lo que se conoce como ‘puerta trasera’: una forma de romper la encripción.
“Las puertas traseras son para todos”
A las tecnológicas no les gusta la idea. En una entrevista reciente, Tim Cook, consejero delegado de Apple, dijo que “las puertas traseras son para todos, para los buenos y para los malos. Si la ponemos ahí, alguien más la va a encontrar”.
Y hablando para El Tiempo, Vint Cerf, considerado ‘el padre de internet’ por haber ayudado a desarrollar el protocolo TCP/IP que permite las comunicaciones en red, dijo algo similar: “Tan pronto como pones una puerta, alguien que no debería la encuentra y entonces nadie tiene privacidad y lo mismo podrías no encriptar nada”.
En pocas palabras, el problema del cifrado es el siguiente: ¿es buena idea hacer que todos estemos menos seguros, con tal de que las autoridades puedan perseguir con mayor eficacia a los criminales?
¿Es ese el problema?
Hay razones para creer que, en realidad, el problema no es ese. Los atentados de París fueron planeados por medio de mensajes de texto comunes y corrientes, fáciles de interceptar y leer por parte de la Policía. A pesar de eso, no fueron detenidos. ¿Por qué, entonces, deberíamos creer que un cifrado más débil va a evitar atentados?
A eso hay que sumarle que, muchas veces, las verdaderas capacidades de los gobiernos son desconocidas. No sabríamos la escala del espionaje masivo gubernamental si no fuera por un filtrador, o por alguien que se robó los correos electrónicos de una empresa de seguridad.
Y en Colombia, solo contamos con la información fragmentaria que sueltan las autoridades, con lo que puedan recabar investigaciones de ONG internacionales y con lo que algún informante se sienta con ganas de contar. En un país como este, donde los agentes de inteligencia suelen estar acusados de interceptar ilegalmente a jueces o periodistas, o como México, donde las relaciones entre las autoridades y los criminales son –digamos– porosas, esta falta de información termina jugando en contra de los ciudadanos.
¿Deberíamos creer que un cifrado más débil va a evitar atentados?
Entonces ya no tenemos una sola pregunta, sino varias. ¿Es verdad que el cifrado débil es útil contra el terrorismo? ¿Cómo mejoramos la transparencia dentro de los sistemas de vigilancia? ¿Tenemos, en realidad, que elegir entre el cifrado y el acceso legítimo de los gobiernos a lo que se cifra? ¿No se puede desarrollar una solución técnica para deshacer ese nudo? Y, por supuesto: ¿se justifica que perdamos privacidad para, supuestamente, obtener seguridad?
Estas preguntas están por ahí desde que la democracia existe. Pero este año quizás tendremos que enfrentarnos con ellas muy a menudo, con todas las pasiones y fricciones que eso acarrea. Ojalá que, al final, eso nos lleve a estar un poco más cerca de una respuesta.
Imágenes: Andrey Kholmov, ver0nicka (vía Shutterstock),
Yo siempre he pensado, que la privacidad en Internet no existe. Todo lo que subes a la nube, jamás se borra. Mejor cuida de tu propia privacidad con u computador no conectado a la red de redes.
Yo siempre he pensado, que la privacidad en Internet no existe. Todo lo que subes a la nube, jamás se borra. Mejor cuida de tu propia privacidad con u computador no conectado a la red de redes.
Es un chantaje muy peligroso ese que intentan muchos gobiernos de reducir la privacidad argumentando razones de seguridad; porque pueden usar esas restricciones a la privacidad como al gobierno le de la gana. Por ahora si usted es una persona que desea proteger su privacidad al máximo y cuidarse del robo de datos y de los hackers, lo más recomendable es usar un servicio de VPN como este: https://mejoresvpn.es/opinion-sobre-ipvanish/
Saludos.