Geoffrey Hinton, uno de los fundadores de la inteligencia artificial moderna, ha declarado que los tutores de IA pronto superarán a los profesores humanos. El científico, galardonado con el Premio Nobel, sostiene que la educación en informática podría transformarse radicalmente en la próxima década.
Hinton no habla en abstracto, pues según explicó recientemente, los tutores basados en inteligencia artificial no solo replicarán las capacidades de un buen maestro, sino que las potenciarán, multiplicando su efectividad hasta cuatro veces. Para los actuales programas universitarios, esto implica una amenaza existencial que ya comienza a gestarse.
Durante años, los expertos anticiparon que la IA cambiaría el mundo laboral, pero el foco estaba en tareas mecánicas o rutinarias. El giro que plantea Hinton es más profundo: la IA no solo reemplazará a operadores o administrativos, sino que ahora también podría asumir el rol de guía académico en disciplinas técnicas.
¿Por qué justamente en la informática? por su razonamiento ya que la programación, con su lenguaje lógico y estructura basada en reglas, es un terreno fértil para que la IA entregue respuestas precisas, soluciones rápidas y adaptabilidad casi instantánea a las necesidades del estudiante. Un escenario en el que el humano pierde ventaja.
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Plataformas como ChatGPT, Gemini o DeepSeek ya permiten hoy que un aprendiz obtenga explicaciones detalladas de algoritmos, detecte errores en su código o perfeccione su lógica de programación. Y todo esto en cuestión de segundos, sin necesidad de agendar una tutoría presencial ni asistir a una clase.
Hinton plantea que si un tutor humano ya ofrece ventajas frente a la educación masiva, un tutor de IA podría hacerlo de manera más efectiva, personalizada y continua. Esto rompería el modelo tradicional universitario, basado en grupos grandes, horarios fijos y currículos que evolucionan a menor velocidad.
La accesibilidad también juega un rol crucial en este cambio. A través de suscripciones mensuales a plataformas de IA educativa, un estudiante podrá aprender a programar a su propio ritmo, en cualquier momento y desde cualquier lugar. Este modelo flexible ya seduce a muchos jóvenes que prefieren aprender Python o JavaScript en línea.
Sin embargo, la advertencia de Hinton no es apocalíptica. El científico también señala que la educación universitaria ofrece algo que las máquinas aún no pueden replicar: la formación en pensamiento crítico, creatividad, ética y resolución de problemas ambiguos. La IA enseña el “cómo”, pero no siempre el “por qué”.
En esa línea, académicos como Álvaro Soto, del Centro Nacional de Inteligencia Artificial de Chile, recalcan que el rol del profesor podría evolucionar, no desaparecer. Según Soto, los docentes tendrán que guiar a los alumnos en un uso ético y efectivo de estas herramientas, no competir contra ellas.
Las universidades, entonces, enfrentan un dilema histórico: adaptarse o resistirse. Algunos centros ya exploran integrar tutores de IA como apoyo en sus programas, mezclando la personalización tecnológica con el acompañamiento humano que fomente habilidades superiores de razonamiento y colaboración.
El temor a la obsolescencia no debe paralizar a las instituciones, sino impulsarlas a innovar. Como bien advierte Hinton, los beneficios de contar con IA como tutor personalizado son evidentes para los estudiantes, pero peligrosos para las universidades que se queden ancladas en esquemas del siglo pasado.
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Para los futuros programadores, la ruta será distinta. Tener acceso a mentores virtuales hiperpersonalizados puede acortar su curva de aprendizaje, pero también demandará mayor autogestión, ética profesional y un pensamiento más estratégico que técnico. Aprender código ya no será suficiente: entender el impacto del software en la sociedad será vital.
Hinton nos invita a mirar más allá del reemplazo. El desafío no es evitar que la IA eduque, sino asegurarnos de que también enseñemos a pensar en un mundo donde las respuestas automáticas estarán al alcance de un clic. La pregunta no es si cambiará la educación, sino cómo decidimos que ese cambio nos beneficie a todos.
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