es un programador de 21 años originario de la comuna 8 de Medellín. Al crecer en una familia de bajos recursos, siempre tuvo claro que la educación era la forma de salir adelante y tener un mejor futuro. Trabajaba ocasionalmente con su padre en una empresa de casas prefabricadas, fue rappitendero y conductor elegido. Aprendió a programar en el colegio desde los 15 años, estudió en la universidad, en una academia de educación no formal y hoy empieza su carrera como desarrollador en Rappi.
A sus catorce años se dio cuenta de que quería ser programador. La revelación llegó cuando vio a su profesora automatizar el proceso de votación en el colegio y después le explicó cómo lo había hecho. “Eso era una bobada, pero como yo en ese momento no sabía nada, me pareció muy interesante”, recuerda.
Decidió cambiar de institución educativa para estudiar una media técnica en programación y se graduó a los 16 años del colegio Federico Ozanam, en Medellín. Inició su pregrado en ingeniería informática en el Politécnico Jaime Isaza Cadavid, mientras trabajaba como Rappitendero y daba asesorías de fundamentos de programación en la universidad.
Un día de agosto de 2019, mientras hacía su trabajo como domiciliario, recibió un mensaje de Rappi que le contaba sobre la academia de desarrollo de software Holberton School. No tenía muchos detalles sobre la oferta, pero se registró porque faltaba un día para el cierre de inscripciones. Cuando se informó mejor y decidió continuar con el proceso de admisión, nunca creyó que lo aceptarían en la academia.
Un nuevo camino
Empezó su formación en Holberton en septiembre de 2019 y recuerda que uno de sus mayores retos fue tener que sustentar su código en inglés. Además, resalta que “el hecho de no tener profesores y tener que hacer los proyectos entre nosotros [los compañeros] nos volvió muy autónomos e independientes”.
Kevin tuvo que dejar su trabajo como rappitendero porque la academia empezó a exigir más de su tiempo y él era de los que no se iba a dormir hasta no terminar el proyecto entero. Continuó estudiando solo dos materias en su universidad y se dedicó a trabajar como conductor elegido los fines de semana.
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Para el último trimestre, la academia había hecho un convenio con Rappi, Kiwi, Ubidots, Skillshare y Torre para que sus participantes desarrollaran un proyecto final que resolviera alguna de las necesidades de estas empresas. Cada compañía presentó sus retos y ofreció mentorías a través de sus ingenieros. Fue así como Kevin, junto a dos compañeros, desarrolló una plataforma de crowdlending para que las personas pudieran obtener un préstamo con el fin de conseguir las herramientas necesarias para trabajar como rappitenderos (como una moto, el pase de conducción o la mochila de Rappi).
Fue gracias a este proyecto que unos días después de la presentación final, le ofrecieron a Kevin un puesto como rappimaker en la compañía. La habilidad que demostró en el desarrollo de la aplicación bastó para que Rappi lo reclutara.
“Aunque aprendí mucho en Holberton, yo ya sabía programar antes de entrar. Pero la academia me ayudó a perfilarme a nivel profesional: me enseñó a qué vacantes aplicar, cuánto vale mi trabajo y cómo optimizar mi perfil para cada oferta”, comentó Kevin.
Este programador de 21 años ahora dice que su objetivo es destacar con su desempeño en Rappi y escalar dentro de la compañía. Entre sus metas a corto plazo está, además, la creación de una comunidad de programación en el colegio El Pinal, ubicado en el barrio Enciso (Comuna 8 de Medellín), donde estudió la mayor parte de su formación básica.
“Como mi familia es de estrato bajo, mi ambición siempre fue salir de aquí y crecer. No es odiar o avergonzarme de mis raíces, sino querer crecer y ayudar a mi familia, a mis amigos y a mi comunidad”.
Imágenes: Archivo personal y Kevin Ku (Vía Pexels).
una colaboración con Coderise.org y Holberton School Colombia para promover la comunidad de programación en Colombia.