Jessica Mercedes dedica parte de su tiempo a convencer a muchas niñas de que aprendan habilidades técnicas. Es la directora de Coderise, una iniciativa que ofrece clases de programación a chicos de Medellín, en Colombia, y allí exige que la mitad de los cupos sean ocupados por mujeres.
Pero cuando estaba a punto de salir al colegio, un examen vocacional le dijo que sus habilidades eran especialmente compatible con las ingenierías. “‘Eeww’, ingenierías”, recuerda que pensó.
“Es una cuestión de cultura”, dijo en una charla que ofreció en Campus Party México. Mercedes asegura que la sociedad no motiva a las chicas a seguir una carrera tecnológica. “No tenemos un modelo a seguir”, afirma.
La familia tampoco ayuda: “A las chicas se nos dice que conseguir un buen trabajo es casarse, y hacer la maestría es tener hijos. Mi mamá siempre me pregunta: ‘¿cuándo voy a conocer a mi nieto?’”. Parece que nunca le pregunta por su trabajo.
Rosalinda Muñoz Rodríguez, una ingeniera mexicana, ha hecho una carrera brillante en empresas tecnológicas de su país. Pero, para hacerlo, tuvo que vencer esos mismos lastres culturales. “Hay, de pronto, ciertas limitaciones que una misma se impone. Me estanqué varios años en mi carrera –admite– porque pensaba que tenía que dedicarme a mi casa”.
Esa es una de las razones por las que, hoy, menos del 25% de los cargos en la industria de TI es ocupado por mujeres en los países desarrollados, según datos de la consultora Deloitte. No hay muchas cifras sobre la situación en Latinoamérica, pero la evidencia anecdótica sugiere que la cifra es aun menor. Esto ocurre a pesar de que –según el Banco Mundial– hay 1,1 mujeres por cada hombre hoy en las universidades del mundo.
Pero no es la única. Muñoz ha visto, como pocas personas, cuán difícil lo tienen las mujeres en los entornos laborales más técnicos. “Hay micromachismos por ahí. En un momento te preguntan: ¿qué hace una mujer aquí sentada?”. Otras veces, según contó en un panel en la feria en la noche del lunes, sus colegas hombres no admiten que ella sepa más de algunos temas.
Christina Randall, australiana de origen canadiense, ha trabajado en todo el mundo. Creó su empresa, Conekta.io, y hoy la dirige desde México. “Tenemos el problema de que somos muy pocas”, asegura. Aunque dice que el género no ha sido un obstáculo, sí participa en iniciativas para que más niñas aprendan a programar. “Tienen que empezar en una edad muy joven, con las ganas de meterse y explorar este mundo”, explicó.
¿Qué hacer?
Las tres trabajadoras de la industria tecnológica tienen visiones diferentes sobre cómo incluir a las mujeres en estos cargos. Mercedes, además de lo que hace en Coderise, también exige que se entreviste igual número de mujeres y de hombres en su trabajo. Muñoz creó un grupo de apoyo de mujeres en su empresa y tiene como política de vida ayudarle a cualquier mujer que se lo pida a entrar a la industria tecnológica (este es su LinkedIn, si quieren contactarla).
Pero Randall dice que “no tiene opiniones fuertes frente al tema”. En su empresa, ella contrata a los empleados de acuerdo con las habilidades y los resultados, sin mirar género, nacionalidad ni lugar de residencia. Según dice, la mitad de los cargos técnicos de su compañía son ocupados por mujeres.
Mercedes propone cambiar los modelos a seguir. Dice que las carreras técnicas deben ser atractivas para las chicas, pero que lo que ocurre es lo contrario. Por eso, espera comenzar a crear contenidos para que se interesen.
En lo que sí están de acuerdo es en que la tarea es urgente. Como dice Muñoz, ante la pregunta de por qué debe haber más mujeres en tecnología: “Estamos en una edad del mundo muy interesante, y a las mujeres nos toca estar ahí, porque si no, será otra transformación industrial de la humanidad en la que solo se tomó en cuenta un punto de vista”.
Imágenes: ENTER.CO.
Y para qué?
¿Ahora quieren arrastrar a las mujeres a un gremio en que, en Colombia, pulula el desempleo, el subempleo, y los bajos salarios? …………….