A mediados del siglo XIV, la peste negra recorrió Europa como un ángel de la muerte que tomó la forma de ratas e insectos infectados y aniquiló, según los cálculos más sombríos, al 60 por ciento de la población de todo el continente: 200 millones de personas.
Esa plaga, que venía de Asia como otras más recientes, produjo en la realidad muchas de las imágenes de pesadilla con las que hoy nos asustan en la ficción: ejércitos que lanzaban con catapultas cadáveres infectados de sus propios soldados para contagiar a los habitantes de las ciudades que sitiaban, personas que recorrían los caminos en busca de ayuda con sus cuerpos llenos de úlceras repugnantes, pilas de cuerpos insepultos por doquier porque no quedaba gente sana que los enterrara, gente famélica por la escasez generalizada de alimentos, lamentos y llanto, fanáticos religiosos que atribuyeron el mal a minorías a las que masacraron en las calles y médicos totalmente cubiertos y con una máscara de pico de pájaro –la misma que hoy se usa en carnavales europeos– con la que intentaban protegerse infructuosamente de una pandemia que la ciencia solo comprendería siglos después.
En una época más reciente, en 1918, el virus de la influenza de un humano y el virus de un ave de corral, que nunca habían saltado de una especie a la otra, se combinaron en un cerdo y le dieron vida a un nuevo virus que asoló una vez más al planeta: el N1H1. Este mató al 3 por ciento de la población del planeta en ese momento, es decir, 50 millones de personas, tres veces más que la Primera Guerra Mundial, el conflicto brutal que ese año estaba terminando.
Al ver esas cifras, que parecen de una de las películas apocalípticas con las que a veces nos asustan los estudios de cine, se entiende un poco por qué las personas tenemos tanto miedo de que llegue una plaga inatajable que vuelva a diezmar a la humanidad. Nuestro temor es porque ha pasado antes, y esas pandemias ocurrieron en épocas en las que llevar un virus de un continente a otro tomaba meses, y no como hoy, cuando en pocas horas un virus puede viajar en clase ejecutiva de Europa a América.
Eso explica el pánico colectivo que nos está asolando con el coronavirus o Covid-19, y que amenaza con enviar a cuidados intensivos a la economía mundial.
Y es que no es fácil evitar contagiarse del otro virus, el del pánico, con el bombardeo de malas noticias que estamos enviando nosotros, los medios de comunicación. Hoy, lunes 9 de marzo, los medios han dado informaciones como estas: 15 millones de personas serán confinadas en el norte de Italia para evitar la propagación del virus; todas las misas se suspendieron en ese país de aquí a comienzos de abril, en plena cuaresma; el dólar se disparó en Colombia a 3.830 pesos (esperemos que al final del día se modere y no cierre a ese precio); el precio del petróleo se derrumbó por la caída de la demanda que habrá por el virus (y por una guerra comercial que se desató entre Arabia y Rusia); todas las bolsas de valores del planeta se derrumbaron hoy, y las operaciones en la de Nueva York se suspendieron parcialmente porque la caída fue superior al 7% (es una medida de protección para evitar un daño mayor); se conocieron dos casos más de coronavirus en Colombia (en Medellín y Cali); diversas entidades dicen que el mundo podría entrar en una recesión económica si el virus no se ataja rápidamente…
Parece que el mundo está en caos, pero tenemos que ser moderados con nuestros temores. No pretendo decir, por supuesto, que no se debe tener precaución con este virus, pues los 3.835 muertos que lleva en casi 100 países me desmentirían. Sin embargo, cuando se investiga el tema, se ve que hay motivos para tener una tranquilidad prudente, incluso ahora, cuando la llegada del virus a Colombia está produciendo un temor generalizado.
Primero, y principalmente, porque aunque parece ser un virus que se contagia con cierta facilidad, sus tasas de mortalidad (entre 1 y 2 por ciento) no son tan altas como las de virus de años anteriores, como el SARS (10%). Además, hay que resaltar que la mayoría de las muertes se han producido en pacientes de edad avanzada y en personas que tenían problemas de salud subyacentes que las hicieron más vulnerables, como diabetes o problemas cardíacos.
Además, aunque el coronavirus ha infectado 110 mil personas en el mundo, y esa es una cifra que los medios resaltan a toda hora, la que no se menciona tan seguida es esta: casi 60 mil personas de ese grupo ya se recuperaron, sin más problemas que los que genera una gripa común, y muchas más se recuperarán en los próximos días.
Aunque es cierto que las noticias pueden generar ansiedad, tenga presente que 80 por ciento de las personas que se infectan con el Covid-19 ni siquiera requieren atención médica; se curan solas. Y solo 1 o 2 de cada 100 mueren, y en general se trata de personas que tienen condiciones que las hacen más vulnerables: son ancianos, o tienen otros problemas de salud, como problemas cardíacos y diabetes. Esas son, de hecho, las personas que sí deben tener mucho cuidado ahora que el virus está en Colombia.
De otro lado, y esto quizás es el lado positivo del ruido que han hecho los medios y las redes sociales, los Gobiernos de todos los países del mundo han tomado las medidas necesarias para que en un tiempo breve se comience a frenar la expansión del virus, que por ahora parece estar sin control.
¿Qué debemos hacer entonces? Ser cautos. El coronavirus es un virus que se transmite a través de las gotitas que uno expele cuando tose, estornuda, habla o respira. Sus síntomas más comunes son fiebre, toz seca y cansancio. Ahora que el virus está en Colombia hay que adoptar las precauciones que menciona la Organización Mundial de la Salud (OMS): lavarse las manos con frecuencia, alejarse de las personas que tosen o estornudan y no salir de la casa si uno tiene síntomas de gripa.
El Centro de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) dice que el virus puede viajar hasta 2 metros por el aire antes de caer al piso o a una superficie. No es mucho, pero el problema es que uno podría tocar una superficie infectada y contagiarse. Por eso, otra recomendación es evitar tocarse los ojos, la nariz o la boca con las manos, mientras no estén limpias, y cargar un líquido antibacterial para estarse limpiando, por ejemplo, cuando se monta en transporte público.
Es posible que las cosas empeoren un poco antes de mejorar, ya que las medidas tomadas en China, que han permitido frenar la propagación del virus, posiblemente no sean viables en naciones democráticas. Pero no se puede perder la calma por cuenta de la desinformación.
En esencia, entonces, hay que ser cuidadosos, especialmente si uno hace parte de los grupos en riesgo, pero el coronavirus parece estar lejos de ser esa pandemia devastadora que algunos esperan hace tiempo.