Múltiples retos afrontan en la actualidad las empresas. Más competencia, mercados globales, productos y servicios diseñados para generaciones anteriores, nuevas tecnologías y audiencias difíciles de definir y alcanzar. En este contexto, el concepto de disrupción cobra un valor esencial, pues a partir de ello las compañías podrán adaptarse a escenarios para los que hoy todavía no estamos preparados.
“Esa disrupción implica pensar en cómo cambiar los modelos de negocios actuales y modificar las reglas de juego del ecosistema”, afirma el emprendedor Santiago Covelli. En su opinión, se debe comprender de qué manera será el futuro para así crear oportunidades de negocio y tener claridad sobre las tendencias que vienen y, de esta manera, saber qué hacer.
Covelli hizo parte de los conferencistas del primer Master Sessions Colombia, realizado por invitación de Mastercard en el marco del festival ElDorado 2017. Según este joven emprendedor, la tecnología es clave en este proceso de evolución que van a sufrir las organizaciones en los próximos años. Y de la manera en que la integren las empresas dependerá su permanencia en el mercado o, en el peor de los casos, su desaparición.
En 10 años, el 70% de los trabajos se redefinirá por cuenta de la tecnología, dicen datos del estudio The Future of Employment. Por ejemplo, se estima que el porcentaje de que un puesto como el de telemercaderista se automatice es del 99%; para un cajero es del 97%; y en el caso de un conductor de taxi es del 89%.
Disrupción vs. Innovación
Para Covelli, sin embargo, es claro que el término disrupción no es lo mismo que innovación, y muchas veces este último termina siendo asumido como lo único que debe integrarse en una compañía para sobrevivir. La innovación, concebida como ese proceso en el que se incorpora tecnología a algo que tengo para hacerlo mejor, es útil en el corto y mediano plazo, un tiempo que la mayoría de empresas considera para valorar sus proyectos.
No obstante, la disrupción implica reimaginar y hacer cosas diferentes, pues “las organizaciones que no lo hacen son las que mueren”. En su charla, Covelli destacó ejemplos como el de la compañía de juguetes Mattel, que al agregar inteligencia artificial a un modelo de sus peluches puede estar cambiando las reglas sobre cómo se enseña a los niños cuando están pequeños.
Otro caso que resaltó es el tema de blockchain, una tendencia que ha permitido el surgimiento de criptomonedas como el bitcoin y que enseña que sí es posible tranzar entre dos partes sin necesidad de intermediarios. Al respecto, el conferencista aclaró que las primeras fases de la tecnología son engañosas, y puede suceder que no tengamos la confianza suficiente para ver cómo ciertos avances cambiarán el mundo en el futuro. Es el caso de la fotografía digital, que comenzó su camino más firme con el primer iPhone y una cámara de 2 megapíxeles; en su momento, Kodak descartó su intención de seguir en este negocio, a pesar de ser uno de los pioneros, pues no creía que el tema evolucionara al punto en el que lo vemos hoy.
En este sentido, como se mencionaba, es clave la visión de las empresas hacia el futuro, pues para crear productos disruptores puede ser necesario asumir que en varios años no se ganará dinero, o incluso se perderá. “No hay retornos de inversión en el corto plazo, por lo que las compañías deben generar espacios diferentes para que las nuevas iniciativas se den y evitar que la resistencia interna al cambio evite que se desarrollen las cosas”, dijo Covelli.
Para finalizar, Covelli resaltó tres ideas principales que se deben considerar en este contexto de disrupción. En primer lugar, se debe tener en cuenta que el conocimiento es el activo más importante de la era moderna y resulta clave para la diferenciación; además, es preciso ser conscientes de que la convergencia de la tecnología cambiará todos los modelos de negocio; y por último, se requiere repensar la relación entre los seres humanos y la tecnología y prever qué sucederá cuando esta permee absolutamente todo.
Imágenes: Pixabay
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Mmmmm pero de alguna forma debemos llamarlo, ¿no? 😉