Eran las 11:30 de la noche y recién terminamos nuestro panel de E3 sobre la conferencia de Nintendo. La tercera noche de este trote, había decidido que apenas terminara el panel tomaría un Uber, recogería mi moto (que había dejado en la casa de un amigo) y partiría a casa.
Pero el diablo es puerco y nos corrompe. Estaba a punto de salir cuando un conocido me invitó a jugar un momento ‘Super Smash Bros. Ultimate’. El cansancio jamás se interpone entre la tarea de un hombre de limpiar el honor de su Pikachu que perdió el último encuentro con 1 solo stock. Así que me quedé, argumentando que siempre podía matar 30 minutos más. Por desgracia, esa voluntad de gamer no es algo en quien confiar.
Solidaridad campusera
La mayoría de personas que no conocen del evento creen que los únicos que trasnochan en Campus Party son los campuseros. Los que tienen sus camping. Pero lo cierto es que la mitad de los asistentes del evento prefieren no invertir en la carpa y en vez de eso duermen en el mismo pabellón en los que se dictan las conferencias.
Como no estaba preparado para quedarme, mi primer instinto fue decir que no podía hacerlo ante la ausencia de una carpa, cobija y almohada (para no amanecer destrozado y tentar a una gripe). Pero Campus Party es como una de esas fiestas, en las que él que quiere sacar excusas se encuentra con la amabilidad de alguien más. Para alcahuetear la vagancia, un conocido ofreció una de esas soluciones simples para problemas grandes:
– Pues duerma debajo de las mesas. Aquí hace menos frío.
Esta es solución a la que muchos recurren. Cambuches debajo de los puestos de trabajo. La excusa de no tener cobijas tampoco sirvió de mucho, porque de manera rápida se hizo la gestión para un par que me ayudaran a pasar la noche.
Campusero no deja morir a campusero.
La noche es larga y llena de horrores
Con el tema de la dormida solucionado, me pude ir con calma a jugar. La persona que inicialmente me tentó con ‘Supér Smash Bros’ había desertado para jugar ‘Fortnite’ y aunque tenía mi Nintendo Switch, solo contaba con dos joycons y no tenía una pantalla. Pero todo aquel que va a Campus Party sabe que después de las 12 la gente se anima a lo que sea. Bastó encontrar a otro grupo de desocupados y, de manera rápida, fuimos solucionando las cosas que faltaban: alguien donó otros dos joycons y una consola extra, otro prestó el cable HDMI y los organizadores de Campus Party nos ayudaron a acomodar una pantalla sin usar para jugar.
Las siguientes tres horas fue una maratón de juegos: ‘Mario Kart’, ‘Super Smash’ e incluso me animé a bailar con ‘Just Dance’ (temo por la existencia de un video que espero jamás llegue a ojos ajenos). Después de cierto momento, decidí tomar un descanso y sentarme a reposar. El trote del día comenzó a cobrar cuentas y luchaba contra los impulsos para dormir.
De repente alguien gritó a mis espaldas.
Un alma más débil que yo se había quedado dormida. Presa fácil para un grupo que andaba rondando en búsqueda de los zanahorios que se habían desmayados antes de la hora permitida. Con un grito lo despertaron a él. También me quitaron todo el sueño, con el miedo ahora de ser la próxima víctima de esta jungla en la que el que duerme pierde. Hora de la segunda bebida energética de la noche.
¿Dormir? Eso es de vagos en Campus Party
Pero después de las 4 de la mañana incluso los trolls habían cedido al beso de Morfeo. Recogí mis cosas y me acerqué a la mesa donde había trabajado, moviendo un sofá que utilizaría de cama. Pero, el problema es que subestimé lo difícil que es intentar dormir cuando no se está del todo cómodo. Intenté reacomodarme, envolverme como un taquito, pero nada.
Aproveché el insomnio para ver una película con alguien más. A nadie le importó que nos destornilláramos de la risa a las 5 de la mañana. En ese punto comencé a sentir sueño, terminé la función improvisada y me propuse dormir, de nuevo, sin mayor éxito.
A las 6 de la mañana ya no era un ser humano. No podía dormir, pero me sentía a punto de desmayar. Pasé parte de la mañana viendo a un vago completar al 100% ‘Crash Bandicoot Nitro Rancing’ antes de que mi cuerpo decidiera que era hora de dormir. Me acomodé lo mejor que pude debajo de la mesa (el SOFA había sido despropiado ya a esa hora) y cedí ante el regalo del sueño. O mejor dicho, la chichipatada de obsequio, porque fue una siesta de dos horas.
El resto del día lo pasé entre la necesidad de quedarme para seguir trabajando y mis ganas de regresar a casa y dormir como un ser humano. Con una leve jaqueca, dolor de cuello y el deseo de pegarme una ducha en un lugar que no fuera Corferias.
¿Qué si lo repetiré el próximo año en Campus Party?, ¿qué si valió la pena?
Imágenes: capturas de pantalla y FOTOS de ENTER.CO