Facebook, Twitter y otras redes sociales han impactado, generalmente para bien pero en muchos casos también para mal, la vida de millones de personas en todo el mundo. El periodista colombiano Gonzalo Piñeros seleccionó siete casos reales y los convirtió en atractivas crónicas en las que narra en detalle lo ocurrido con sus protagonistas y a la vez deja ver los efectos sicológicos y sociales de estas redes, la ingenuidad de sus usuarios y la incompetencia de los sistemas jurídicos y educativos para enfrentar esta nueva realidad.
Con motivo de la Feria del Libro de Bogotá, que se celebra hasta el 16 de mayo, Piñeros comparte su obra ‘Historias reales de redes virtuales’ con sus visitantes, y ENTER.CO, por cortesía del autor y de la editorial Random House, sello Grijalbo, comparte en exclusiva una de estas crónicas con ustedes.
¡Disfrútenla!
El Cuervo.
El Cuervo de El Salado se quedó con la cuchara de la sopa a medio camino hacia la boca. Quedó inmóvil tras ver en el televisor el titular del noticiero de Caracol, en el que se alertaba con una voz gritona la aparición en Facebook de una amenaza contra Jerónimo Uribe. Pasaron varios segundos antes que completara el bocado. Luego dejó la cuchara sumergida en el caldo espeso de pasta y papa que tenía sobre la mesa. Aguardó pacientemente el desarrollo del noticiero hasta que llegó la nota que lo hizo palidecer. El informe decía que un grupo llamado “Me comprometo a matar a Jerónimo Alberto Uribe, hijo de Álvaro Uribe” estaba dando vueltas en Internet y ya había generado preocupación en el Gobierno. Concluía la noticia afirmando que las autoridades habían iniciado una investigación para determinar la procedencia y veracidad de la amenaza. El Cuervo de El Salado tomó aire por la boca, infló los pulmones y el estómago y exhaló con fuerza juntando los labios, como si soplara una bomba. Terminó sin ganas el almuerzo ya frío y bebió de un sorbo el vaso de limonada. Pagó y dejó encima de la bandeja de plástico las monedas sobrantes de propina. Caminó un par de calles sin reparar en nada ni en nadie. Decidió ausentarse de clase, irse para su casa, encender el computador y eliminar el grupo “Me comprometo a matar a Jerónimo Alberto Uribe, hijo de Álvaro Uribe” que él mismo había creado meses atrás con una leyenda lapidaria de acento costeño: “Te Vamo’ A Mata”. Torpemente, como imagen de perfil no usó el retrato del hijo menor del entonces mandatario de Colombia, sino que publicó la fotografía de Tomás, el primogénito de la familia presidencial. Para ese jueves 9 de julio de 2009 el grupo ya contaba con 13 miembros. Uno de ellos era Nicolás Castro.
Al salir de la cárcel La Picota, Nicolás Castro había perdido sus patillas largas, esas que usaba casi hasta la mandíbula, al estilo republicano. Sus cachetes estaban algo menos rellenos y sus ojos exigían más que dormir, descansar. Había pasado 127 noches encarcelado en un patio junto a policías, políticos y agentes del das acusado por el delito de instigación para delinquir agravado con fines de homicidio. Del 2 de diciembre de 2009 al 8 de abril de 2010 dejó la rutina de un universitario de 23 años, estudiante de Bellas Artes, y se convirtió en un recluso más que se levantaba antes de las siete de la mañana para tener todo en orden en el momento del control de los guardias. La vida tras las rejas también lo obligó a volver a masticar la carne de animal tras cinco años de transitar por el mundo vegetariano. Su compañero de celda fue un policía (r) que en cada conversación proclamó su inocencia. Mató el tiempo leyendo Vigilar y castigar, de Michael Foucault, y El proceso, de Kafka, jugando microfútbol en el torneo interno y pensando, tratando de comprender cómo un comentario que escribió en Facebook lo había arrastrado a un camarote duro de La Picota y amenazaba con enterrarlo allí por más de 10 años. “El encierro lo hace sentir a uno vetado. Anulado. Es difícil de sobrellevar. Es angustioso. Hay una sensación de zozobra, como de estar perdiendo la vida y uno acá encerrado sin poder hacer nada. Se está en manos del abogado, el fiscal y la juez, mientras que uno tiene que guardar silencio. Lo que hace a una persona partícipe de una sociedad es la posibilidad de manifestarse y si uno tiene que guardar silencio pues desaparece”, reflexionó el joven en febrero de 2010 en una entrevista para la revista Semana. El jueves de abril en que regresó a su hogar en Chía Nicolás se encontró con una fiesta de amigos que no le habían dado la espalda y celebró junto a su padre, su hermano y su madre, María Eugenia. Ese jueves Nicolás Castro se emborrachó, como cualquier preso que vuelve a la libertad. Al otro día no habría ningún guardia que le exigiera estar despierto a las siete de la mañana.
Doña María Eugenia habla tranquila al otro lado de la línea. Ha prometido que conversará con los abogados que llevan el caso de Nicolás Castro para intentar acordar una entrevista. En todas las oportunidades que se le ha llamado para establecer un puente con su hijo se ha mostrado serena, con el ánimo de querer ayudar, pero con la convicción y firmeza de que no hará un solo movimiento que pueda hundir a Nicolás en las arenas movedizas que aún le tienen atrapados los pies. “No se va a poder. Ellos están trabajando mucho en la defensa y ahora que se viene la audiencia y que el alboroto se ha calmado creen que es conveniente no hacer ninguna declaración”, zanjó la mujer en la última conversación, y se despidió con un “que Dios lo bendiga”.
Se entiende la prudencia y reserva de doña María Eugenia y su familia con los medios. Su hijo Nicolás Castro fue blanco de una exposición mediática aplastante, enjuiciado por las cámaras, que lo mostraron como un delincuente, y encasillado como terrorista por varios titulares. “La historia de Nicolás Castro, el vegetariano que amenazó al hijo menor del Presidente’, tituló el diario El Tiempo, y la revista Semana lo tuvo como portada en diciembre de 2009 con una fotografía en plano americano, en la que salía esposado bajo el rótulo: “¿El terrorista de internet?” Los noticieros de televisión también encontraron en este joven un personaje para presentar una historia que subiera el rating, y con imágenes del universitario detenido en medio de dos policías ambientaron textos que dejaban claro que Nicolás Castro era simpatizante de las faRC, tenía relación con Al Qaeda y no podía ser otra cosa que culpable.
El show mediático vivido en este caso, explicó Hernando Salcedo, médico con maestría en sociología y doctorado en lingüística de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, mostró de alguna manera el paradójico soporte de los medios a las formas de intervención del Estado sobre las libertades de los ciudadanos y contribuyó “a promover un juicio social contra una expresión (probablemente metafórica) de un joven en el que se estigmatizó una protesta de otro orden”.
Ómar Villota, magíster en comunicación digital y especialista en redes de información documental, señaló que cuando el noticiero de Caracol TV informó en julio de 2009 sobre la aparición del grupo que amenazaba a Jerónimo no expuso mayores detalles de la información, como la fecha de creación del grupo y las identidades de quienes se responsabilizaban de ella, y tampoco hubo alusión a ninguna de las condiciones de uso de Facebook. Agregó que luego los medios escritos publicaron informes sobre la detención de Nicolás Castro, donde incluyeron sendos datos sin contexto: “900 gigas de información habrían analizado los investigadores”, “analizados unos dispositivos de aeronáutica”, “el fbi rastreó la dirección ip del computador”, “había muchos visitantes para ese grupo de esa red social”, “dos allanamientos”, “el das, la Oficina de Seguridad de Palacio y la Policía iniciaron investigaciones”, “cuando se solicitó colaboración de Facebook no hubo respuesta concreta”, entre otros.
En síntesis, para Villota no existió un concepto correcto de la ciudadanía y los profesionales del derecho y de justicia, ni mucho menos de los periodistas, en cuanto a qué es Facebook como marca norteamericana registrada, cuáles son las funciones y servicios para comunicar y compartir información entre usuarios activos y cómo se debe comportar la comunidad con base en normas limitadas en la ley, la tecnología y las conductas sociales.
Hernando Salcedo, quien también es docente e investigador de la Universidad Externado de Colombia, vuelve a tomar la palabra. Resaltó que la avalancha mediática en contra de Nicolás Castro sirvió para intentar hacer relevantes los riesgos que la sociedad percibe en el uso de las redes sociales por internet, representados en esta oportunidad en una amenaza a los hijos del presidente. “Así centró la atención sobre un distractor mayor en favor de las acciones abusivas del Estado contra la libertad ciudadana”, afirmó el experto.
Esta tesis fue compartida en su momento por varios columnistas que manifestaron sus inquietudes ante el desarrollo del proceso contra el universitario vegetariano. El 5 de diciembre de 2009 María Isabel Rueda inició así su espacio de opinión en El Tiempo: “Las amenazas de Nicolás Castro por Facebook obedecen en apariencia menos a un interés criminal real y más a un nuevo lenguaje cibernético con el que las nuevas generaciones se comunican entre sí para expresar sus odios y sus amores. Por eso estamos obligados a entenderlo antes de decidir castigarlo con cárcel si la justicia resuelve que se la merece”.
Y finalizó su columna: “Volviendo al estudiante que amenazaba a los hijos del Presidente, el primer antecedente de algo semejante fue el caso de un amigo muy cercano, qué ironía, de los hijos del Presidente, que amenazaba al periodista Daniel Coronell y a su familia desde el computador de su casa. Este logró identificarlo a través de una pesquisa privada, pero no pasó nada. No lo metieron a la cárcel. No recibió una sola sanción. Incluso, siguió siendo amigo de los hijos del Presidente, solo que ahora se cuida más porque sabe que la protección de su anonimato no está garantizada. Por todo lo anterior, creo que el caso de Nicolás Castro debe ser analizado en su dimensión. Se trata de una expresión de odio cibernético que hay que descifrar, porque probablemente no merezca seis años de cárcel”.
En el mismo diario, un día antes, Luis Noé Ochoa apuntó: “Castigos se deben aplicar, pero ojalá no se exagere la nota. Que Nicolás no sea el chivo expiatorio para demostrar que con los Uribe nadie juega. Por ahora, hicieron bien los muchachos en decir que no guardan rencor. Pero, ¿cuántas amenazas hay contra Piedad Córdoba, Samper y muchas personas más? ¿Y los que son señalados desde el Gobierno como “amigos de la Farc”? Esos quedan en la página de facepun. ¿El fbi está detrás de todos estos ciberdelincuentes? ¿Han leído los sabuesos tecnológicos lo que les dicen en la red especialmente a los columnistas de oposición? Si se va aplicar justicia, que sea para todos, que no vaya a pagar más Nico que un jefe ‘para’”.
Cecilia Orozco Tascón, en el periódico El Espectador, fue una de las más agudas críticas del rumbo que tomó el laberinto oscuro en el que se había metido Nicolás Castro por escribir un mensaje en Facebook.
“Se sabe que muchas personas, públicas o no, y entre ellas políticos y periodistas, vienen siendo objeto de persecución informática, sin que a nadie le importe. Se ha mencionado el odio obsesivo que despiertan entre los cibernautas Piedad, Petro, Carlos Gaviria o el propio Uribe. Sin embargo, en ningún proceso, diferente al que le da tranquilidad al hijo del Presidente, ha habido acción eficaz de la Dijín, de los fiscales o de los jueces y, claro, tampoco del grupo élite del fbi, el que, al parecer, ejecuta tantas tareas en Colombia como en su país de origen. El más simbólico de los casos sin investigación seria es el del columnista Daniel Coronell, quien tuvo que exiliarse en 2005 para conservar su vida, la de su esposa y la de su hija de seis años. Los tres fueron amenazados con coronas fúnebres que enviaban con sus nombres, llamadas telefónicas en las que se describía el centro donde estudiaba la pequeña y el color de la ropa que llevaba, y mensajes a los correos electrónicos del periodista y su abogado.
Como las quejas de Coronell no tuvieron eco, él se dedicó a desentrañar la identidad de sus enemigos hasta cuando encontró el computador desde donde se habían mandado varios de los mensajes. Pertenecía a un gran amigo del Presidente y protector de sus dos hijos: Carlos Náder. Éste admitió que los correos se habían originado en su ordenador, pero no reconoció ser su autor. La Fiscalía no pudo evitar abrirle investigación, pero no se le ocurrió relacionar el tipo penal “instigación al delito de homicidio o terrorismo” que le endilgaron al universitario Castro. Cuando tuvo que presentarse a declarar, Náder entró a la Fiscalía por el ascensor privado del Fiscal General, privilegio reservado para los grandes personajes, y fue perdonado, como correspondía, dadas sus circunstancias. Su compañero de pilatunas diabólicas, Luis Fernando Uribe, quien se autoinculpó en un video grabado en la oficina de Náder por el envío de las coronas y las llamadas, fue condenado pero nunca pisó una cárcel. Mereció beneficios. En el video que salvó al amigo del Presidente, se ve a Náder sirviéndole generosos tragos de whisky al hombre que asumió la responsabilidad de los ataques. Esta parodia de justicia no inquietó a ningún funcionario de entonces. Todos guardaron silencio, empezando por la Dijín y la Fiscalía, excepto el Primer Mandatario, quien sabiendo lo que había pasado, aseguró en una entrevista radial que Náder era “una persona simpática y divertida”. Lo de siempre: justicia para los de ruana”.
El Cuervo de El Salado se calienta las plantas de los pies frotándose con el empeine de cada uno de ellos. Está acostado en su cama dormitando un domingo frío. Tiene encima una corta cobija que no le tapa toda su humanidad. Ha hecho zapping durante una hora por más de 70 canales hasta que ve a Pirry en su programa de televisión. Suelta el control entre sus piernas. El presentador está en un puente peatonal con las manos en los bolsillos y una chaqueta para contrarrestar el viento. Pirry habla de la historia de un joven estudiante, con excelentes notas y promedio académico, que fue señalado de terrorista y de ser una persona peligrosa y que fue a parar a la cárcel por escribir un comentario en un grupo que amenazaba a Jerónimo Uribe en Facebook. El Cuervo de El Salado no sonríe, tampoco se tensiona, no evidencia una sola emoción. Como si lo que escuchara en el televisor estuviera en chino. Así ha reaccionado a cada una de las noticias o comentarios sobre el caso de Nicolás Castro. La única vez que se vio afectado fue en aquel almuerzo del 9 de julio de 2009, cuando se le enfrió la sopa.
El informe de Pirry comienza con un relato irónico de cómo las autoridades colombianas, más el fbi y la Embajada de Estados Unidos, coordinaron una exitosa operación en la cual lograron capturar al supuesto terrorista Nicolás Castro. La música de fondo, con pitos de bromas de circo, y las imágenes de Sean Connery como el agente 007 y Mr. Bean en una clásica posición de James Bond, adornan la sátira. Son un poco más de siete minutos, en los cuales se presentan las pruebas que la Fiscalía expuso para condenar al joven y que por sus inconsistencias fueron anuladas por el juez, que luego tuvo que mandar para la casa al vegetariano después de más de cuatro meses en La Picota y sin una disculpa siquiera.
La revista Semana le dio a este singular caso un acertado título: “¿Un ‘Facebook-positivo’?” El informe describió cómo una a una las pruebas que marcaron a Nicolás Castro como un terrorista se diluyeron como Alka-Seltzer en el agua. Explicó que el material obtenido en el allanamiento hecho a la empresa de los padres de Nicolás Castro quedó sin validez porque la Policía estaba autorizada para inspeccionar un lugar fijo (el puesto de trabajo de doña María Eugenia), pero fueron allanadas otras zonas sin contar con la autorización correspondiente, y que el documento obtenido con la ayuda de un agente del fbi, que supuestamente certificaba que Castro era el creador del grupo en Facebook, fue rechazado porque se obtuvo sin respetar los protocolos binacionales y en especial porque el contenido de esa carta no certificaba que Castro hubiera sido el creador del grupo.
Suerte similar corrieron las inspecciones hechas a las bases de datos de Telefónica, ETB y la Universidad Jorge Tadeo Lozano, donde estudia Nicolás. “Algunas de esas inspecciones se presentaron como actos urgentes a pesar de que la investigación había arrancado hacía meses, y otras se legalizaron semanas después de practicarse a pesar de que la norma señala que se debe hacer máximo en las 24 horas siguientes”, precisó Semana.
El informe de Pirry y el de Semana coinciden en detenerse en una de las pruebas reinas de la Fiscalía: una conversación de chat en la cual Nicolás parecía escribir su confesión y contarle todo a una mujer al otro lado de la red. Este relato se filtró a los medios de comunicación antes del juicio y se publicó como evidencia sentenciadora ante la opinión pública. He aquí un fragmento:
—NN: ¿Qué pasó mi tacita de azúcar? —Nicolás: Quedé sorprendido cuando miré esta noche por la
tele la noticia en Caracol, donde manifiesta uno de los hijos de Álvaro Uribe que lo han amenazado de muerte por medio de Facebook. Yo hoy me di cuenta de que estaba inscrito en un grupo que se llamaba algo así como ‘Me comprometo a matar al hijo de Álvaro Uribe Vélez’… algo así. Me metí hace rato, pero no me acordaba, me di cuenta porque me agregaron tres tipos que acababan de crear cuenta y de una vez subieron fotos de guerrilleros y de Chávez. Me olió a cuentas falsas de una. Como si supusieran que por estar en ese grupo yo era profarc o algo y luego el grupo quedó eliminado.
—NN: Huy Nico, qué peligro tú en las cosas que te metes. ¿O sea que lo de la amenaza al hijo de Uribe fue ese grupo?
—Nicolás: Eso estaba creado por una cuenta que decía ‘Cuervo del Salado’. El Salado fue una masacre de los paramilitares y en la foto del grupo, salía la cara del hijo de Uribe y decía como con acento costeño: “Te vamo a matá hijeputa”
Maldita sea. El grupo ese tenía sólo como 18 miembros, 20 máximo. Mínimo ya nos ficharon. Toca quedarse quieto en la casita, no sea que lo maten a uno estos hijueputas, malparidos. Cómo los odio. Es más, creo que había menos.
—NN: No. Yo lo vi hoy y había más de 15. Eran tú, Félix y otros tres.
—Nicolás: Me preocupa porque esa gente es muy malparida y no le importa nada. Tengo paranoia. Bueno, pero no creo que me estén mirando mis conversaciones de messenger tan rápido. Ja ja ja. Ese grupo lo hice yo, esa cuenta de Cuervo del Salado era mía. Pero no me acuerdo si lo hice con el portátil o con el computador viejo. Si fue el viejo, no creo que me puedan rastrear ya porque fue hace rato.
Esta conversación, demostró en la corte la defensa de Nicolás Castro, fue manipulada porque el archivo que remitió la Fiscalía con ella era un documento de texto, es decir, fue copiada de Messenger y pegada en Word, con lo que armar un discurso incriminatorio resultaba muy fácil. Además, la copia digital de la conversación original nunca fue presentada.
En ambos informes periodísticos quedó claro que la Fiscalía nunca pudo comprobar que Nicolás Castro hubiera sido el creador del grupo ‘Me comprometo a matar a Jerónimo Alberto Uribe, hijo de Álvaro Uribe’ en Facebook. Él en realidad, y como siempre lo dijo, solo escribió un mensaje en el muro de ese grupo. ¿Pero cuáles fueron las palabras que lo condenaron? Durante una hora Pirry no las menciona en su crónica ni Semana o alguno de los medios tradicionales de comunicación las publica. Por suerte, la memoria de internet es divina, omnipresente.
“Este tipo con sus artesanías de Colombia no hace más que explotar indígenas y gente de bajos recursos, además está acusado de plagio en la universidad de los Andes, y es bien conocido por acallar ese y otros tipos de problemas que ha tenido al interior de esa universidad, amenazando con matar a quien se le enfrente…hp”. Eso fue todo.
Los investigadores Hernando Salcedo y Ómar Villota retoman la tertulia sobre el caso de Nicolás Castro, los efectos de las redes sociales y las enseñanzas que dejó este hecho para la sociedad. Salcedo toma la iniciativa. Dice que las redes sociales representan un riesgo comunicativo inherente a ellas que la sociedad debe asumir sin la intervención sobre la vida privada de las personas y sin la persecución que vulnera los espacios de la privacidad. Para él está claro que estas nuevas formas de expresión y comunicación requieren de nuevas normas jurídicas de protección social que han de ser motivo de debate entre los poderes públicos y la sociedad civil. Un debate que hasta ahora no se ha efectuado en todos los Estados de Derecho del mundo y menos en Colombia.
Reitera que la culpabilidad de Castro no tenía sustentos jurídicos porque las normatividades frente a las formas de expresión como las redes sociales no se han producido con claridad en Colombia. “Todos los actos ejercidos en su contra por ahora van en contra de la libertad de expresión (por lo cual la acción de los medios me parece paradójica), y refleja un sesgo de intervención estatal que actúa sólo cuando le conviene, lo indigna, le perturba o le molesta. La acción emprendida contra Castro es un acto de totalitarismo no analítico jurídicamente; es el acto del monarca que manda decapitar por soberbia, indignación o gallardía, por encima de los derechos de las personas jurídicas que en democracia existen”.
Ómar Villota devuelve la película y reflexiona sobre el origen de todo este problema: el creador del grupo ‘Me comprometo a matar a Jerónimo Alberto Uribe, hijo de Álvaro Uribe’. Claramente, dice el investigador, se infiere que los creadores del grupo no conocen al personaje que amenazan (publicaron la foto de Tomás, su hermano), no poseen habilidad en redacción gramatical del castellano y lo más representativo, violan el acuerdo explícito de Declaración de derechos y responsabilidades de Facebook, especialmente el ítem 5, “Protección de los derechos de otras personas”, que en su primer punto reza: “No publicarás contenido ni realizarás ninguna acción en Facebook que infrinja o viole los derechos de otros o que viole la ley —incluyendo la legislación local—de algún modo”.
Pero los fallos y el desconocimiento del mundo Facebook no son solo de los creadores del grupo. Villota resalta que la oficina de abogados que interpone la demanda, Jaime Lombana Villalba & Abogados, clasifica a Facebook.com como una página de internet y en especial al grupo creado como medio masivo de información. Sin embargo, la marca Facebook define el término facebook en relación a las funciones y servicios que proporciona, incluidos los que se ofrecen a través de (a) el sitio web en www.facebook.com y cualquier otro sitio web con marca o marca compartida de Facebook (incluidos los subdominios, versiones internacionales, widgets y versiones móviles); (b) la plataforma; (c) plugins sociales, como botones para compartir y otros elementos similares; y (d) otros medios tales como software, dispositivos o redes ya existentes o desarrollados con posterioridad.
Expresamente, agrega el experto, para Facebook su frontera es declarada de manera explícita en sus principios y “limitada únicamente por la ley, la tecnología y las normas sociales en continuo desarrollo” para que los usuarios se comuniquen y compartan cualquier información que deseen. Esta disposición especial es aplicable tanto a usuarios residentes en Estados Unidos como a los que se encuentran fuera de ese país. Por lo tanto, la marca Facebook dice esforzarse “por crear una comunidad global con normas coherentes para todos, pero también por respetar la legislación local”. Además, un punto en el que casi nadie repara cuando se hace miembro de esta red: la principal disposición aplicable a los usuarios que se encuentran fuera de Estados Unidos es dar consentimiento para que sus datos personales sean transferidos y procesados en Estados Unidos.
Una pregunta para los investigadores. ¿El caso de Nicolás Castro evidenció que los usuarios de estas redes sociales, en las que Twitter también gana terreno, no son lo suficientemente responsables de sus opiniones y creen estar protegidos por el anonimato o una masa de usuarios que los esconde? Hernando Salcedo se anima a contestar. Opina que desde la teoría de las representaciones sociales de la psicología social, es posible pensar que el espacio de la Red es un lugar liberador en el que las personas vuelcan todo aquello que se les reprime en la sociedad real. Por lo mismo, la representación que prevalece es la de encontrar allí un sitio de expresión anónima que no dé lugar a juicios ni acciones en contra del sujeto social. Esta representación, subraya Salcedo, constituye uno de los grandes mitos sobre internet, pues no hay lugar de depósito de huellas, de identidades, de ubicaciones más preciso y susceptible de intervención tecnológica que él. Por lo mismo, el debate sobre derechos, responsabilidades y deberes de expresión en la Red es una gran urgencia global para aclarar los panoramas de información sobre esta y construir social y colectivamente las normatividades que deben regir las dinámicas sociales de la Red, esta suerte de sociedad paralela que no por virtual es inexistente.
Ómar Villota toma entonces la palabra y se centra en Facebook. Indica que, de manera manifiesta, se nota en el usuario de Facebook falta de competencias en alfabetización digital para comprender los riesgos que conlleva aceptar o escribir en aplicaciones (como “el muro”) y en grupos desconocidos. Tampoco tiene habilidad lectora para interpretar las consecuencias e interiorizar y aceptar las condiciones de uso de la plataforma, que abarca desde la creación de comunidades virtuales hasta la diferenciación entre datos, información, conocimiento y comunicación.
Añade que por ahora se materializa una obsesión desmedida de los usuarios nativos consumidores de tecnología por mostrar su visión jovial y juvenil en Facebook y otras plataformas que permiten interacción social, cuya simplicidad de exponer públicamente la vida confunde la razón de la existencia y la ejerce alucinada, sensible, emotiva, como bajo efectos de una droga. Villota apunta: “razón existe en el uso del verbo ‘flipar’ (estar bajo los efectos de una droga), que se propaga por estas acciones embelesadas”. La conversación entre Salcedo y Villota entra en el momento de revisar qué dejó el caso de Nicolás Castro para la sociedad. De algo debió servir que un joven de 23 años perdiera más de 4 meses de su vida en La Picota por escribir un comentario en un grupo de Facebook. Como si fuera un manifiesto o mejor una lista de regalos para Papá Noel, esto es lo que los investigadores esperan que jóvenes, autoridades, padres de familia, profesores, abogados, facultades de comunicación y hasta el Gobierno tomen como lección:
• Comprender que el espacio virtual es un espacio social como cualquier otro y que allí depositamos nuestra identidad con todas sus expresiones y responsabilidades. No se trata de un agujero negro de anónimos.
• Fortalecer en los planes de estudio las competencias de lectoescritura sustentadas en la argumentación y la discusión y consolidar temas de estudio en materia de ciudadanía y convivencia para todos los planes educativos. Esto se debe iniciar en el sistema de educación básica y sostenerlo hasta los estudios de posgrado.
• Profundizar la alfabetización digital de los usuarios de las redes sociales para que comprendan e interioricen deberes y derechos de uso de las plataformas y así fomentar que los contenidos producidos dentro de ellas se orienten a un aprendizaje común, donde se disfrute de la cooperación y la empatía a fin de avanzar en la construcción social desde ideas ajenas con actitud crítica y
argumentativa.
• Las facultades de comunicación deben tener una mayor
responsabilidad que la actual en el sentido de formar alianzas interuniversitarias para construir observatorios en redes sociales digitales a fin de instruir y prevenir esta clase de delitos, que tienen lugar por carencia de alfabetización de los usuarios
• Los medios de comunicación en internet deben impulsar campañas, que pueden ser fácilmente apoyadas por centros de información y por la red de bibliotecas públicas, relacionadas con el “buen escribir” de comentarios, para evitar la proliferación de insultos en los foros de opinión.
• Instaurar desde el Estado una regulación en telecomunicación digital que corresponda a los avances y desarrollos tecnológicos; este debe establecer condiciones de colaboración equitativa entre las naciones y autoridades judiciales para controlar tanto delitos como conductas atípicas.
• Se hace urgente organizar movimientos sociales con miras a discutir la presencia social de las personas en el mundo de redes, para que surja una normatividad democrática que determine responsabilidades, derechos y deberes para la participación en ellas.
El Cuervo de El Salado extiende la mano y pasa la tarjeta plástica por el lector del torniquete de Transmilenio. Luz roja, no la lee. Vuelve a intentar, entra. La estación está desolada esta madrugada. Un celador moreno que carga en el hombro una maleta con la cremallera dañada y una señora cincuentona con un perfume irritante de flores son los únicos pasajeros que esperan la llegada del bus. El Cuervo de El Salado se deja caer contra la puerta de vidrio. Bebió hasta más de sus límites y además revolvió aguardiente y ron, algo que pocas veces ha hecho en su vida. Pero ni en este perdido estado logra escapar de la angustia que lo persigue desde hace unos días. No, no es angustia. Es una presión que lo quema por dentro y lo exaspera. Su secreto lo ha convertido en una persona irritante, molesta con la vida. El Cuervo de El Salado mira su reloj: 5:07. La primera parte de su nombre es en honor del vengador de una película de Hollywood basada en una serie de comic que resucita para ajusticiar a cada uno de los hombres que violaron y asesinaron a su esposa. La segunda hace mención a la masacre que paramilitares colombianos perpetraron en un pueblo de la Costa, donde acribillaron a más de 100 personas. Usó esta combinación de referencias para bautizar al usuario que creó en Facebook un grupo en el que se comprometía a matar a Jerónimo Uribe. El Cuervo de El Salado alza la cara y ve su reflejo en la puerta de vidrio. Hace una mueca que parece una sonrisa. Nunca la Fiscalía pudo conocer ese rostro. Tampoco Jerónimo o Álvaro Uribe. Toma un corto aire por la nariz y exhala con ruido. “Yo soy El Cuervo de El Salado”, le dice asustando al celador moreno que se sobresalta. La mujer de perfume de flores lo mira de reojo y da dos pasos al costado. “A quién le importa”, responde desafiante y desconfiado el celador moreno. Se abren las puertas y los tres se suben en silencio al bus.
¿Tiene una historia personal de alto impacto relacionada con Internet o las redes sociales?
Este libro está excelente, lo añado a mi carro de compras imaginario para conseguirlo pronto!
queda demostrado q los medios de comunicacion son capaces de vender hasta la madre por cuestion del rating, ninguna periodista ve mas alla de sus narices y sin importar la fuente y sin investigar mas, van publicando cualquier cosa.
Lo leí todo me interesó y voy a comprar el libro. Gracias por compartir o por “Piratear”como le llamaría el señor Vargas Lleras
me comprometo a no comprar este libro o sino me mandan 4 meses a la carcel por huevon ,jejeje
Me parece magnífico el libro. Espero comprarlo cuando aparezca en las tiendas.
Basado en el relato aquí expuesto, me parece muy acertado el análisis. Me llamó la atención el tema del anomimáto y el temor a dar la cara, generalizado y globalizado ,que ha dado pié a que redes sociales como Facebook proliferen. Parece que tenemos mucho que aprender todavía en materia de comunicación en todo el mundo.
Aguanta piratiarse el libro… y venderlo en PDF en las esquinas de bogota jijijiji
Estupendo capítulo. ¡A la feria del libro!
Excelente, lo lei y es verdad, la conclucion el amarillismo de los medios..a compartir el capitulo en FACEBOOK jajaja