Compartir cuenta de streaming no es el problema, es la solución

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Compartir la cuenta es diferente a 'regalar la cuenta'. Y las plataformas de streaming deberían aceptarlo (y dejar de meter miedo a sus usuarios).

Comencemos por una matemática rápida. Tener la mayoría de servicios de streaming disponibles hoy en Colombia cuesta más que tres salarios mínimos.

Supongamos que como yo, eres un fanático de la televisión y simplemente quiere tener la posibilidad de poder ver el contenido que quiera por streaming. Netflix (456.000 pesos al año), Disney+ (239.000 pesos al año) y Amazon Prime (178.000 pesos al año) son casi obligatorios. HBO Max (169.000 pesos al año) merece la oportunidad por su contenido y ya que estamos en esa incluyamos Paramount+ también (166.000 pesos al año). Si es un amante del anime tiene que incluir Crunchyroll (179.000 pesos al año) y Funimation (229.000 pesos al año). No puede faltar el fútbol así que hay que incluir Win Sport + (310.000 pesos al año).

Pero también está la música, así que hay que incluir Spotify (286.000 pesos al año) y YouTube Premium para dejar de escuchar los anuncios de Kwai (322.000 pesos al año). Y si tienes dispositivos Apple (o simplemente quieres más opciones) entonces hay que tener Apple Music (440.000 pesos al año, aproximadamente) y Apple TV (216.000 pesos al año aproximadamente).

El total, para este amante del streaming, es de más de 3’520.000 pesos. Y no incluimos en esta suma algunas plataformas un poco más oscuras, otros servicios de suscripción (como son los de las consolas de videojuegos) o de video (como es una suscripción a un canal de Twitch.TV). Por supuesto, en este cálculo rápido estamos asumiendo que esta persona tiene todos los servicios de streaming, lo que es una exageración. Pero sí nos indica una cosa importante: hoy hay una oferta alta de streaming y un bolsillo que simplemente no puede lidiar con esa carga.

La verdad no dicha de los ‘Planes familiares’

Cuando servicios como Netflix o HBO comenzaron a ofrecer suscripciones se dieron cuenta de un problema que traía este modelo. A diferencia de los servicios de cable, que estaban vinculados literalmente a un cable o un codificados, las personas podían compartir su contraseña con quien quisieran para de esa manera saltarse la suscripción independiente.

Los servicios de streaming de inmediato saltaron y aclararon que las contraseñas y cuentas eran de uso exclusivo del dueño de la suscripción y de su familia ¡Compartir cuenta o contraseñas iba en contra de los términos de uso y era prohibido! ¡Solo tú y tu familia pueden tener acceso a tu perfil! ¡Estás robando al servicio si la compartes con alguien más!

Foto 100% legitima de una familia que comparte una cuenta familiar de Netflix. No más preguntas.

Para meter algo de miedo, en los últimos años de vez en cuando salen noticias que aseguran que Disney+ o Netflix están ‘desarrollando’ métodos para evitar que las personas compartan su contraseña en lo que bien puede ser el crimen más importante de esta década.

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Pero, y esto es importante, al mismo tiempo que para afuera las plataformas de streaming denuncian a las personas que comparten sus contraseñas han comenzado a lanzar planes familiares o incrementar el número de pantallas para que las personas puedan ver de manera simultánea.

Y, aunque se llamen ‘familiares’, la verdad no dicha de estos planes es que están hechos para que los usuarios puedan compartir cuenta, independiente de si están dentro de un mismo grupo familiar… porque simplemente no hay plata para tanto streaming.

El mejor Netflix es un Netflix comunista

Esta es la verdad que seguramente Netflix, Disney+ y Amazon conocen, pero que no pueden decir para afuera de sus puertas: la única manera de mantener interés en un mercado de streaming es a través de diferentes dinámicas de consumo. En el caso de las plataformas de contenido una alternativa está en la posibilidad de compartir cuenta y repartir los costos que supone la nueva ‘dieta del streaming’.

La primera razón es obvia: tener más de dos o tres plataformas de manera simultánea es imposible para el bolsillo. Y lo que el modelo implica no es que haya personas que vean gratis, sino que el costo de la suscripción se divida entre diferentes personas, incluso si no pertenecen a un mismo núcleo familiar.

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El segundo motivo, es que hoy los servicios de streaming peligran a tener el mismo problema que las cadenas de cable: mucho contenido, que nadie puede ver. La principal razón por la que muchas personas de mi generación abandonaron este modelo era porque no tenía sentido el invertir en 125 canales con programación las 24 horas, era porque en la realidad solo podías dedicar 2 o máximo 4 horas del día a ver contenido. Lo mismo aplica a las plataformas de streaming. Si hay un estreno interesante en Netflix, lo más seguro es que semana utilizaré el servicio, pero es probable que haya otras en las que ni siquiera abra la aplicación ¿no tiene, entonces, más sentido el optimizar el consumo por lo que se paga? ¿No es lógico que, si se está pagando por un servicio, al menos alguien lo utilice por más de media hora a la semana?

¿Cuántos de ustedes solo prenden Disney+ para ver Loki y se olvidan del servicio por el resto de la semana?

Y también es una alternativa a los contenidos ilegales. Hay personas que, de manera legítima, quieren apoyar los lanzamientos oficiales. ¿Por qué está mal visto un nuevo modelo en el que asumimos que los gastos de un servicio tienen que caer en una sola casa? ¿Por qué no podemos aceptar que la única manera de mantener la dieta del streaming es compartiendo la mesa con alguien más?

Compartir la cuenta no es lo mismo que regalar la cuenta

Este es el punto: las plataformas deberían aceptar que hoy la mecánica más popular para su uso es el de grupos de amigos o incluso extraños que comparten los gastos de un mismo servicio de streaming (y también la misma contraseña). Deberían reconocer que así es como se utilizan sus servicios e, incluso, optimizar sus funciones para facilitar este tipo de interacciones con el servicio.

Porque asumiendo que caemos en la creación de algún algoritmo o sistema contra el ‘compartir contraseña’, que solo permite que te conectes desde un número limitado de dispositivos o rastrea tu IP para bloquear ingresos por fuera de una misma red, el panorama es malo, principalmente para los servicios de streaming. No hay bolsillo que resista la oferta actual y un sistema más restrictivo lo único que garantiza es que las personas terminen por escoger solo uno de los servicios, que acudan a opciones ilegales para ver el contenido o que series y proyectos interesantes limiten mucho su expansión porque no lo puedes ver.

Netflix, HBO Max, Disney+ y los similares tienen que apropiarse del lenguaje y cambiar el discurso. La idea no es que compartas la contraseña con todo el mundo y “¡Netflix gratis para todo el conjunto!”. Es aceptar que hay una nueva dinámica, que estos clientes son tan válidos y reales como los demás’.

Es entender que compartir la cuenta no es lo mismo que regalar la cuenta.

Imágenes: Netflix

Jeffrey Ramos González

Jeffrey Ramos González

Mi papá quería que fuera abogado o futbolista. Pero en vez de estudiar o salir a la cancha, me quedé en la casa viendo 'Dragon Ball Z', jugando 'Crash Bandicoot' y leyendo 'Harry Potter'. Así que ahora que toca ganarse la 'papita' me dedico a escribir de lo que sé y me gusta. Soy periodista graduado de la Javeriana, escritor de ficción. He publicado en El Tiempo, Mallpocket, entre otras revistas.

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