Los dispositivos son hoy una parte fundamental de la vida cotidiana, incluso para los niños. Sin embargo, el uso excesivo de pantallas está generando preocupaciones sobre su impacto en el desarrollo emocional, cognitivo y social de los más pequeños.
Estudios recientes señalan que el tiempo prolongado frente a dispositivos puede afectar áreas críticas como el lenguaje, la empatía y las habilidades sociales, esenciales para un crecimiento saludable.
Con la pandemia de COVID-19, el uso de dispositivos móviles se disparó, llevando a que muchas actividades como la educación y el juego migraran a plataformas digitales. Aunque esta transición fue necesaria, también ha provocado un fenómeno llamado “tecnoferencia”, que describe cómo el uso de pantallas interfiere en la interacción familiar y en la comunicación diaria entre padres e hijos.
Valentina Núñez, terapeuta ocupacional de la Universidad de O’Higgins, asegura que los niños, quienes antes de la pandemia solían dedicar muchas horas al juego al aire libre, han reemplazado estas experiencias físicas por el uso de dispositivos como tablets o teléfonos móviles. Este cambio ha reducido su exposición a entornos ricos en estímulos que son cruciales para el desarrollo de habilidades motoras y cognitivas, limitando la oportunidad de aprendizaje socioemocional.
¿Cómo afecta el desarrollo del lenguaje?
Uno de los efectos más preocupantes del uso excesivo de pantallas es su impacto en el desarrollo del lenguaje. Según investigaciones recientes publicadas en la revista Pediatrics, los niños que pasan más tiempo frente a dispositivos tienden a tener menos oportunidades para participar en conversaciones significativas con adultos, lo que reduce su vocabulario y capacidad de expresión.
La interacción verbal cara a cara, vital para que los niños aprendan a comunicarse de manera efectiva, es reemplazada por el estímulo constante de imágenes y sonidos digitales, que ofrecen poca retroalimentación directa.
El resultado: los niños no solo escuchan menos palabras, sino que también emiten menos, perdiendo oportunidades valiosas para practicar y desarrollar sus habilidades lingüísticas.
En tanto a la empatía, la capacidad de ponerse en el lugar del otro y comprender sus emociones, se desarrolla principalmente a través de interacciones sociales en tiempo real.
Scarlett Hidalgo, terapeuta ocupacional, advierte que los niños que pasan más tiempo aislados con dispositivos electrónicos suelen tener dificultades para conectar emocionalmente con los demás, lo que puede afectar su capacidad para formar vínculos afectivos saludables.
El estudio de la Sociedad Argentina de Pediatras refuerza esta preocupación, indicando que el uso excesivo de pantallas puede interferir con el desarrollo de habilidades sociales clave. Al pasar menos tiempo en interacciones cara a cara, los niños pierden la oportunidad de aprender a leer las señales emocionales de los demás, lo que podría llevar a relaciones interpersonales más complicadas en la adolescencia y adultez.
¿Qué pueden hacer los padres?
Según Núñez, hay estrategias que los padres pueden adoptar para mitigar estos efectos. Expertos recomiendan establecer límites claros en el uso de pantallas, especialmente en los momentos en los que la familia debería interactuar, como durante las comidas. Las actividades al aire libre, los juegos sin tecnología y la lectura conjunta son alternativas que fomentan un desarrollo emocional y social más equilibrado.
Además, es importante que los adultos en casa sirvan como ejemplo. Los niños imitan lo que ven, por lo que los padres y hermanos mayores deben ser conscientes de su propio uso de dispositivos y promover hábitos saludables, como dedicar tiempo de calidad a la conversación y la interacción cara a cara.
Imagen: Archivo ENTER.CO
