Señor Gates, cuente con mi voto

JAVIER MÉNDEZ
EDITOR DE TECNOLOGÍA

Hace unos meses, el periódico The New York Times publicó un análisis en el que trataba de responder a una inquietud frecuente: “Si la humanidad pudo llevar un hombre a la Luna, ¿por qué no ha podido curar enfermedades como el cáncer o acabar con la pobreza?”

A grandes rasgos, la razón que daba el artículo era la falta de liderazgo y  compromiso a alto nivel para algunas causas. John F. Kennedy embarcó a su país en la meta de llegar a la Luna antes de finalizar la década de los 60, y esa nación comprometió una cantidad colosal de dinero, a sus dirigentes y a las mentes más brillantes para lograrlo. El problema es que eso no pasa con metas que suenan etéreas, lejanas o quijotescas, como acabar con la pobreza.

Por eso, el retiro de Bill Gates del día a día en Microsoft, que se produjo el 27 de junio, me genera una expectativa enorme. Cuando Gates empezó a hablar de temas como capitalismo social, acabar con la malaria, mejorar la educación y reducir la pobreza, pensé que estaba haciendo carrera para llegar a la presidencia de Estados Unidos (mi ‘teoría de conspiración’ quizás es descabellada. Pero hay peores en algunos blogs, en donde dicen que el giro de Gates es una prueba más de que él es el anticristo).

Ahora que Gates dejó la compañía que fundó cuando tenía 19 años para entregarse de lleno a temas humanitarios, creo que está hablando completamente en serio y que su transformación no es una fachada para ganar indulgencias para Microsoft, así que su retiro me parece una buena noticia.

Y no porque piense que Gates es la Madre Teresa. Tengo claro que detrás de su aspecto apocado y tímido, se esconde una mente excepcionalmente brillante y sagaz, pero también un negociante despiadado y una persona ultracompetitiva que no duda en usar cualquier arma para aplastar a sus rivales.

La diferencia ahora, sin embargo, es que sus nuevos rivales (pobreza, enfermedades, ignorancia) sí merecen ser aplastados, así que las ‘cualidades-defectos’ de Gates llegan a donde deben estar. De entrada, es un buen augurio que al fin las batallas sociales las lidere el hombre con la tercera fortuna más grande del planeta (cerca de 58.000 millones de dólares).

Gates, de 52 años, tiene el poder, la influencia, el dinero y los contactos para comprometer a mucha gente de alto nivel en sus nuevas causas. Como él mismo ha dicho, espera hacer entender a otros millonarios que vale la pena devolver a la sociedad lo que han recibido. Con el perdón de los ‘mamertos’ a los que este les parecerá un comentario infame: eso es mucho más útil que las revoluciones alimentadas por el Che y su compadre Fidel.

Si los nuevos rivales de Gates son plagas como el sida y la pobreza en países como el nuestro, yo le suelto mi voto a ojo cerrado.

Ejemplo para otros millonarios

No es absurdo pensar que pueda alinear a mucha gente con poder y billeteras como la suya. El mismo Gates es un ‘converso’, pues su cambio de mentalidad se debe en buena medida a la influencia que sobre él ejerció otro filántropo estadounidense, Warren Buffett, el hombre más rico del planeta, quien sorprendió al mundo en el 2006 cuando anunció que donaría cerca del 85 por ciento de su fortuna, estimada hoy en 62.000 millones de dólares, a fundaciones como la de Bill y Melinda Gates.

Las columnas que he leído estos días sobre el retiro de Gates se han concentrado en si Microsoft sobrevivirá sin Gates, o si Google la volverá irrelevante, pero creo que lo realmente importante no es la suerte de esas firmas, sino la de esa fundación.

Esa entidad es la mayor organización filantrópica del planeta, su presupuesto bordea los 100 mil millones de dólares y ya ha repartido 14.000 millones de dólares en labores humanitarias. Es bueno que ahora cuente con la entrega total de un autodidacta que es imbatible en los negocios, y que sin título alguno distinto al de bachiller (se retiró de Harvard para fundar Microsoft), puede dar cátedra sobre temas como genética, microbiología y obviamente el de tecnología, gracias a su encarnizada hambre de conocimientos sobre diversos temas.

Algunos medios sugieren que Gates aspira a donar la mayor parte de su fortuna antes de morir. Si es cierto, quizás sea por lo que dijo Steve Jobs, presidente de Apple y antiguo archienemigo de Microsoft: “El mundo es un lugar mejor porque Bill supo que su meta no era ser el tipo más rico en el cementerio”.

Por mi parte creo que en sus decisiones recientes debe pesar más una de las frases favoritas de la madre de Gates, ya fallecida, citada por la revista Fortune: “De aquellos a los que mucho se les ha dado, mucho se espera”.

 

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