Uber puede ser la compañía de tecnología que más impacto tiene sobre la gente del común hoy en día. No hay que ser amante de la tecnología ni un ‘geek’ para saber que uno es uno de los servicios más útiles que existen en nuestras latitudes. En Bogotá, sobre todo, donde transportarse es un verdadero calvario, Uber llegó a prestar un servicio eficaz y seguro, pero controversial.
Después de muchas idas y venidas, con intervenciones del presidente, los gremios de los taxistas y el mismo gerente de Uber para Colombia, Mike Shoemaker, la situación de Uber sigue siendo la misma: una zona gris. La regulación que estuvo en manos del vicepresidente Germán Vargas Lleras realmente no solucionó nada y dejó al innovador servicio en el mismo estado que antes.
Hoy, todavía se puede pedir un Uber X o un Uber Black en Bogotá y otras ciudades del país sin problema.
Sin embargo, todo lo que rodea a Uber plantea un problema mayor para Colombia. En muchos casos, el gobierno está metiendo la mano en iniciativas privadas que solucionan problemas. Entendemos que Uber y otras iniciativas similares no están reguladas, pero en vez de ponerle trancas y dejarse influenciar de los grupos de interés, los legisladores deberían entender el potencial de estas empresas y ayudarlas a romper los moldes existentes.
La tecnología es una de las manera de progreso y, entre más trabas jurídicas tenga, más difícil será que los grandes empresarios crean en Colombia como un destino para sus expansiones.
El gobierno siempre apoyó los emprendimientos locales, algo que también se debería hacer con los servicios exteriores. En últimas, todos buscan lo mismo: ofrecen diferentes opciones. Y si nosotros creemos en el mundo capitalista, debe ser el mercado quien escoja el mejor producto.
Entiendo el problema que tienen los taxistas –el costo de los cupos, los impuestos y demás–, pero también hay que ver la realidad del cambio. Muchas empresas honestas, que pagan impuestos y hacen las cosas bien, se han visto en problemas por innovaciones tecnológicas. No logro entender por qué el transporte debería ser una excepción.